miércoles, 30 de septiembre de 2015

¿Trastornado?



Resultado de imagen de tren antiguo


Aquel tren era un verdadero fastidio. Lento, lentísimo. Los postes de la luz pasaban ante la ventana en una rutina fastidiosa. El paisaje era feo, monótono, una pradera amarilla, ocre y verdusca interminable. Para colmo el día era muy caluroso y las ventanas estaban abiertas, lo cual hacía que se colase en los vagones la maldita carbonilla que expulsaba la chimenea de la locomotora. ¡Dios, qué suplicio! Y los asientos eran de madera. Tenía el culo dolorido, el culo y todos los huesos del cuerpo porque su carne chuchurría de 60 abriles no soportaba aquel tormento ferroviario. Y la gente estaba contentísima, nadie sufría como él. El resto de los viajeros bromeaban entre ellos, comían tortillas de patatas, pollo, berenjenas, manzanas y bebían en botas de vino y botijos. Algunos transportaban en pequeñas jaulas gallinas y conejos vivos. ¡Dios, qué horror! E incluso había hombres que cantaban. ¿Cómo era posible que fuesen tan felices viajando en aquel maldito tren?... La respuesta era muy fácil: no conocían otra cosa. Lo iba a saber enseguida. Una amable azafata le despertó. 
"Caballero, estamos llegando a la estación de Santa Justa"
¡Sevilla! El tren arribaba ya a Sevilla, su amada tierra. Su odiado trabajo de agente comercial le obligaba a viajar con frecuencia a Madrid. Se hallaba en un tren que ya no era el tipo de tren que "sufrieron" sus antepasados, ni tan siquiera el tren que él conoció siendo niño. Pero el sueño había sido tan real... ¡Había sido real!, ¡no lo había soñado!... Alguna energía desconocida le conectó con el pasado. Pudo constatarlo al observar que su camisa estaba impregnada de carbonilla.
"¡Oh, y también el pelo!, ¡tengo el pelo sucísimo de carbonilla!... ¡Por los clavos de Cristo, ¿qué es lo que me ha pasado?!"
Han transcurrido ya siete años y no se lo ha contado a nadie, ni siquiera a su esposa, y seguirá sin contarlo porque recientemente ha vivido una experiencia muy negativa en Facebook. Resulta que abrió una cuenta con nombre falso y comentó el suceso, pero solo obtuvo comentarios en los que le tildaban de bromista o de loco. Hubo una única excepción, una mujer dijo comprenderle porque ella había sido una bruja en tiempos de Felipe II.
"Y lo sigo siendo porque el tiempo no avanza en línea recta. En estos momentos soy una bruja en Granada y a la vez trabajo en un MacDonalds de Móstoles"
"Sin duda una mujer trastornada", pensó, pero pensó algo más: "Trastornada como yo?"

2 comentarios:

  1. Interesante relato, a fe mía.
    Las brujas esas existimos, señor contramaestre, sea en Granada o en la segunda ciudad de Cataluña, y ayudamos a los que podemos aunque algunos nos crean trastornadas.

    ¡Feliz miércoles!

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  2. Je,je!... Acabo de llegar a casa de mi hija. Dentro de un rato llegará ella con los niños y se marchará a su curso de lenguaje para sordomudos. Así que no sé si podré atender bien mis "obligaciones internáuticas", jeje! De lo contrario nos comunicamos mejor a partir de mañana.
    ¡Haberlas haylas!

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