martes, 29 de septiembre de 2015

Una triste historia en la que se explica al final porqué se abortó el nacimiento de una tradición.





Resultado de imagen de riachuelo puente romano


( Río Coscojuela a su paso por Villa Antonia de las Moreras )

Los niños de todas las épocas se divierten haciendo trastadas. Los de antes y los de ahora, todos hacían y hacen de las suyas. Esas "cosas de niños" a veces joroban bastante, sobre todo porque a los niños lo que más les gusta es desafiar a los adultos.
En un pueblo de Castilla llamado Villa Antonia de las Moreras, un pueblajo de 100 habitantes, los niños la habían tomado con el vecino Salomón Barquero, un hombre de unos cincuenta años, soltero y regordete de carne rosada. Les parecía un "guiri" y por eso se reían de él, por eso y porqué les parecía un guiri tonto. Y al pobre Salomón no le defendía nadie de las barrabasadas de los taimados niños. Como era un simplón, pues también se lo tomaban a chufla los adultos.
Salomón era el cartero y muchas veces, cuando llegaba a una casa se encontraba con que habían soltado los perros para hacerle pasar un mal rato. Y llegó a darse el caso de tener que ser atendido de urgencia por el mordisco que le dió el perro Atila en el culo.
Las bromas pesadas y los pitorreos empezaron a sucederse con mayor frecuencia cuando el niño más listo de la escuela, Rigobertín, ( pues se llamaba Rigoberto ) descubrió el parecido entre el nombre propio Salomón y el nombre común salmón.
"¡Mirad lo que pone aquí, chavales!" - les gritó a los demás niños Rigobertín apuntando con el dedo a una definición de su diccionario Sopena de bolsillo - "Salmón, pez de carne rosada muy apreciada"
Todos rieron, pues Salomón era rosado como un salmón. Y a partir de ese momento le empezarón a llamar "Salmón" Además, se daba la circunstancia de que vivía en una casita junto al río, un pequeño río que atravesaba el pueblo en cinco pronunciados meandros y bajo cuatro puentecillos, uno de ellos romano, el río Coscojuela.
Algunas veces le gritaban: "¡Salmonete, chúpame el ojete! y otras ofensas infantiloides aunque crueles. Pero Salomón era incapaz de enfrentarse a los niños. Era un hombre bueno, inmensamente bueno, y por eso lo pasaba tan mal como aquel otro cartero buenazo que interpreta José Luis Ozores en una película, un personaje tan simplón como Salomón, al que gritan los niños: "¡Paco el cartero, mucha cartera y poco dinero!"
Pero a Salomón llegó a hacérsele tan insufrible la situación que acudió a pedir ayuda al cabo de la guardia civil, Don Rogelio. Sin embargo, este se mofó de él, pues era más bruto que los brutos del Toro de la Vega.
"¿Por qué no les das un par de bofetadas a cada uno?; ¡Cuidado que eres marica, Salomón!"
Y terminó en el cauce del río. Se tiró a él con una piedra muy gorda amarrada al cuello con una soga también gorda. Fue en una noche de lluvia intensa, cuando el río bajaba muy crecido, y no descubrieron el cadáver hasta que la pertinaz sequía secó el Coscuela. Descubrieron lo que quedaba de él, pues hasta los peces le habían perdido el respeto.
Han pasado muchos años y ahora una de las calles del pueblo lleva su nombre: "Calle del cartero Salomón Barquero"
Y como el pueblo es más aburrido que una rueda de prensa de Mariano Rajoy, varios idiotas imaginativos intentaron "crear una tradición" para atraer al turismo. Consistia en un simulacro en el que los niños del pueblo acosaban a un adulto que interpretaba el personaje de Salomón Barquero. Los niños corrían detrás de él por las calles, le arrojaban tomates, huevos e inmundicias de todo tipo, e incluso le daban algunas patadas en el culo. La patochada debía terminar con Salomón lanzándose al río con una piedra al cuello. Una piedra de cartón, por supuesto, que en las tradiciones genuinas solo se martiriza en serio a los animales.
El bárbaro proyecto no prosperó gracias a la firme oposición de los más viejos del lugar, los cuales no hubiesen soportado todos los años tan repugnante espectáculo, pues se sentían culpables de lo sucedido. Eran los niños que provocaron la tragedia, los que se fueron dando cuenta a medida que crecían de lo crueles que pueden llegar a ser los niños y de la maldad pasiva de los adultos responsables de ellos.

6 comentarios:

  1. Coño con las "tradiciones"...

    Oiga, una semana o más con problemas en mi ordenador, y usted solo y abandonado. Lagarto, lagarto...

    He estado por ahí abajo, desde 'Mi peor relato' para arriba.

    ¡Buen miércoles!

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  2. ¡Igualmente!... No se preocupe por las ausencias, la espero siempre con ilusión. ¡Un abrazo!

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    1. Je je je... Sabe que vendré siempre, tarde lo que tarde.

      Un abrazo, querido amigo.

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  3. Por cierto, se ha saltado el del fin del mundo, un final muy especial, jeje!

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    1. Mmmh... Me lo he saltado a conciencia porque no sabía qué decir, la verdad.
      Son cosas que pasan en según qué momentos.

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