lunes, 31 de agosto de 2015

( Episodio 41 ) Muertos de novela




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- Por favor, Mike, enfócame. - le pidió el locutor al cámara, y luego se dirigió al realizador: - Jhon, tengo una gran exclusiva, está conmigo un chico que se ha enfrentado a los terroristas. - 
Y allí estaba el joven con la camiseta del Barça esperando su minuto de gloria, aunque en realidad esperaba que fuesen muchos más minutos dada la magnitud de su hazaña.
De pronto le cambio la cara al informador - ¡Coño, porqué nos quitan la señal?! - La lucecita roja de la cámara había desaparecido y la escena dispuesta para la exclusiva ya no se veía en el monitor. El realizador habló por la línea interior con el informador.
- ¿Qué nos quiere contar ese muchacho?
- ¡Joder, tengo un personaje exclusivo y cortas su intervención!, ¡hostias, tío!
- Un momento, "tío" - y dijo lo de "tío" con retintín - yo soy el realizador y además perro viejo en estas lides, y tú acabas de llegar como quien dice. Pásame al chaval ahora mismo.
El chaval de la camiseta de Leo Messi del Barça, que ya tendría sus veinticinco añitos, pero no había espabilado mucho, se sorprendió cuando le hablaron en español. El realizador era un veraneante habitual en Arenys de Mar y la comunicación entre ambos iba a ser perfecta por darse la circunstancia de que el noi hablaba un castellano impecable.
- Vamos a ver, chaval, ¿qué nos vas a contar en la tele?
- Pues... pues que... - ya estaba un poco nervioso porque no se esperaba que debía pasar una "censura previa" antes de "salir al aire" - Pues que un terrorista me ha apuntado con su pistola, pero yo he sido más rápido, le he hecho una llave de kárate y...
- ¿Me das cincuenta euros por cada mentira que digas?... Tu has salido de ese autobús antes de que los terroristas se presentasen a los pasajeros. ¿Quieres que lo chequeemos con la policia?
- Eh... No, bueno, eh... déjelo, déjelo...
- Oye, ¿tú eres independentista?
- Sí, señor.
- Pues vete a mamársela a Artur Mas, ¿vale?, pero no nos hagas perder el tiempo a la gente que estamos trabajando.
A pesar de eso, en cuanto puso pie en Barcelona, contó en las redes sociales sus mentiras, y añadió a su gloriosa aventura que la televisión inglesa le había censurado porque estaban compinchados con Al Qaeda, y hubo miles de imbéciles que se lo tragaron porque ya se sabe que en las redes sociales hay muchísimas personas que no hacen oídos sordos a las palabras de los necios.

El malvado Alí centro ahora su atención en las dos cuarentonas hermosas con aspecto de caribeñas que permanecían impasibles en sus asientos.
"Estas putas zorras cristianas dan la impresión de no tener miedo"
- Una de vosotras va a conducir el autobús - y señaló a Bárbara - ¡Tú!
Hablo Graciela:
- Assalamu alaikum wa a rahmatulahi wa baakatuho. ( la paz sea con ustedes y las bendiciones y la misericordia de Alá )
Alí - que de pronto era menos Alí y más Richad - se la quedó mirando patidifuso. Ella insistió:
- La - Ila ha - Il Allah. ( no hay Dios excepto Alá )
Se miraron dos segundos en silencio.
- Pues vaya, yo creía que vosotros dos hablabais árabe. Somos Abda y Adila y también militamos en Al Qaeda. Pues ha sido una suerte coincidir en esta misión. Venga, dame las llaves, yo conduzco este trasto.
- Pero Alí no las tenía todas consigo.
- ¿Cómo sé que no me estais engañando y solo sois dos sucias cristianas?
- Subhana Alla! ( ¡Glorificado sea Alá! ) ¡Tú que ignoras la lengua en la que habló el Profeta, ¿te atreves a ofendernos?!
Mientras Graciela Abda y Robert Alí se jugaban el giro que debía dar esta historia, Bárbara Adila miraba con ojos tiernos a Donald Hamed. Disimuladamente se había desabrochado un botón del escote. El aspirante a verraco Hamed la veía ya como una hurí de estilo español que había bajado del Paraíso para ayudarles en su sagrada misión.
Alí se decidió.
- Está bien, toma las llaves y arreando. Pero como sea una trampa, te voy a pisar la cabeza.
"No sabes con quién te las estás viendo, gafo" ( tonto en la jerga juvenil venezolana )

"¡Alerta todas las unidades, el autobús se mueve, manténganse a distancia pero sin perderles de vista, tienen diez rehenes!" - comunicó Walker a su gente.
La caravana de vehículos retenidos durante el falso accidente se había puesto en marcha de nuevo, y junto a ellos el autobús de la muerte. ( ¡¿Va a haber más muertos?! )
Alí estaba pegado a la cabina de la conductora. MacGregor entendió el guiño que le hizo Bárbara mientras Hamed intentaba besarle los pechos ahora que no le veía Alí.
La nueva conductora frenó en secó haciendo que Alí se tambalease. Cuando este recuperó la postura se encontró con que la "nueva compañera" le apuntaba con una pequeña pistola Double Tap.
- ¡Ni te muevas, cabrón!... ¡Ni respires!

( ¡El próximo episodio promete, asiduos y queridísimos lectores anónimos! )


domingo, 30 de agosto de 2015

¡Vamos a la playa, calienta el sol!


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Para el concurso de relatos veraniegos de El Periódico del Prat


Verano de 2.055

Las playas estaban anunciadas en muchos idiomas, como cortesía de la ciudad de Alicante a sus numerosos visitantes: playa, beach, platja, hondartza, praia, plage, spiaggia, strand... Pero cuando uno ya se encontraba al pie del imponente rascacielos, los anuncios eran más concretos: "playas en plantas 59, 60, 61, 62, 63, 64 y 65"
La abuelita Irma y sus nietecitos Tino, Rosi y Vero, cruzaron el amplio hall de la "Gran Torre de Alicante" o "Gran Torre d'Alacant" en dirección a la zona de ascensores. Una vez en el interior del elevador ultrarrápido "Apolo 11" ( Cada ascensor tenía el nombre de una gloriosa astronave ) pulsó el botón de la planta 61, "playas exclusivas para niños de hasta 12 años acompañados de sus padres actuales o responsables legales" ( lo de "responsables legales" tenía su justificación porque la pederastia se había propagado como el alzheimer en aquella sociedad enfermiza y corrupta de mediados del siglo XXI )
La abuelita Irma y sus pequeñuelos se encontraron en el ascensor con Conchi, una antigua amiga de la abuela, aunque, tratándose de la abuela, todas sus amigas eran antiguas. Se dieron un par de besos tan sonoros - ¡muach!, ¡muach! - que llamaron la atención de una pandilla de jovenzuelos. Algunos incluso se rieron.
- ¡Uy, Conchi, querida, cuánto tiempo sin vernos!, ¿también vienes a la playa?
- Sí, hija, sí, pero no coincidimos. A mi me corresponde la playa de la planta 65, "mayores de 60 años sin niños ni mascotas" ¡Uy, pero que monos son tus nietecitos!
- Son mis tesoros más preciados, hija mía.
- Ya te digo, son guapísimos. Y la pequeñita es un encanto, ¡¿verdad, chiquitina?!, ¡tiki-tiki-tiki!
Los jóvenes estaban escandalizados ante tanta payasería de aquellas carrozas seniles.
- ¡Ay, Conchi, hija, que ya no es un bebé!... Vero tiene tres añitos.
- ¡Cómo pasa el tiempo, hija! Pues en mi playa de la planta 65 han puesto un sol que es como el de Andalucía, ¡qué hermosura de sol!
- Eres una exagerada, Conchi, jamás podrán igualar al sol natural de Andalucía... ¡ni al de Alicante!, es decir, al sol verdadero.
- Oye, me acuerdo ahora de una canción que solía cantar mi madre, una de su época: "¡Vamos a la playa, calienta el sol!, ¡chiri-biri-bi, porom-pom-pom!", no me acuerdo de más.
No hubo tiempo para más charla ni viejas canciones de verano. El elevador se detuvo en la planta 61 y las dos amigas se despidieron con otro par de besos escandalosos.
Irma y sus tres nietecillos disfrutaron de lo lindo en aquella mañana playera. Los niños se dieron al gozo del baño entre olas y remolinos especiales para niños, y montaron en barquichuelas de pedales, y corretearon por la arena, un tipo de arena especial para hacer castillos y otras figuras.
La abuelita Irma y sus nietecitos almorzaron a media mañana en el chiringuito playero, sentados ante una mesa ubicada junto al gran ventanal desde el que se veía una panorámica impresionante de la costa.
La abuelita no pudo reprimir que un par de lágrimas resbalasen por sus mejillas al ver ahí abajo la Playa de San Juan, su playa, la playa de su infancia y juventud, ahora convertida en un vertedero de inmundicias tóxicas, cadáveres de peces mutantes, basura arrojada desde los "cruceros de placer", ballenas y delfines en descomposición... Estaba rigurosamente prohibido el acceso a las "playas antiguas" La Humanidad aún no había resuelto sus graves problemas relativos a la ecología y el medio ambiente. La Amazonia ya era casi un páramo. Pero avanzaba mucho en tecnología punta para crear edificios altísimos e inteligentísimos, así como barcos, trenes y aviones que surcaban el mundo a velocidades escalofriantes. Y el hombre ya había llegado a Marte. El planeta rojo estaba habitado ahora por rusos, estadounidenses, chinos e iraníes y ya se avecinaban los primeros conflictos bélicos interplanetarios.
Regresó a la mente de la abuelita Irma la canción que le había recordado su amiga Conchi y se sintió estúpida al llenársele la cara de lágrimas. 
"¡Vamos a la playa, calienta el sol!, ¡chiri-biri-bi-porom-pom-pom!"

sábado, 29 de agosto de 2015

( Episodio 40 ) Muertos de novela.


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En el autobús de la muerte se respira el miedo que acompaña a la proximidad de La Parca. Uno de los terroristas ha asesinado al conductor, Robin, cuando este pretendía escapar. El policía MacGregor, que viajaba como infiltrado siguiendo las órdenes de su superior, ha recibido un balazo en el hombro. Los ancianos que viajan a España para repatriar el cadáver de su nieta, han sido recolocados en sus asientos a empujones cuando pretendían abandonar el autobús y aún no se sabía de la presencia de los terroristas. Un niño y la mujer judía han sido golpeados. La mujer con la culata de una pistola.
Los ingleses conversos al Islam, Richad Wilson y Donald Smith, ahora Ali Hassani y Hamed Morabi, se mostraron torpes y carnavaleros en su trayecto al aeropuerto, provocando las iras de un grupo de judios ortodoxos en el autobús de línea que les trasladaba a Manchester City, pero tuvieron la buenísima suerte de no ser localizados por el agente Taylor y sus hombres que les pisaban los talones.
Ahora las tornas han cambiado, ambos terroristas se encuentran en su elemento, humillando y golpeando a los viajeros del autobús al aeropuerto y manteniendo en vilo a la policía.
El autobús ha sido retenido en donde la carretera atraviesa un despoblado, pero la estrategia del teniente Walker, al mando de la operación, no ha dado los frutos deseados. El camión grúa de Jackson comienza a mover el camión falsamente accidentado. El cadáver del conductor Robin permanece en el lugar en el que cayó, no es aconsejable acercarse a por él hasta que arranque el autobús.
- Tú, judio de mierda, ¿sabes conducir un autobús?, ¡y no me mientas! - le gritó Alí al judio Aaron.
- Mi marido no tiene carné y sufre del corazón, ¡por favor, no le obligue a hacerlo! - exclamó llorosa Sara, pero más templada que en los momentos anteriores. Ya se había dado cuenta que ponerse histérica solo le traía más problemas.
- ¡Me cago en vuestras putas madres ratas judias!... ¡Voy a hacer que os cagueis de miedo y luego obligaros a comer la mierda por todos los palestinos a los que habeis matado!
A continuación se dirigió al anciano Charlie. También habló su mujer:
- Sufre de cataratas y está a la espera de una operación. ¿No ve usted sus ojos?
Susan se mostró fuerte ante el canalla, sin apartarle la mirada. Esté escupió con rabia al suelo.
- ¡Judios y cristianos, sois todos la misma basura!
El malvado centró ahora su atención en  las dos cuarentonas hermosas con aspecto de caribeñas que permanecían impasibles en sus asientos.

La tarde declinaba y David Andrés regreso a casa un poco antes de la hora acostumbrada porque ya no había más mudanzas que hacer. Se encerró en su habitación, como siempre para eludir el contacto con Claudio, el cual tampoco tardaría mucho en llegar. Esperaba el momento fatídico el que Claudio le dijese, como si fuese una esposa: "tenemos que hablar".
Enchufó la pequeña tele que le había regalado un compañero de los no xenófobos. El noticiero de Granada TV , la tele de Manchester informaba en ese momento ( "En riguroso directo, desde el lugar de este terrible acontecimiento" ) de la movida del autobús y los terroristas. En el mismo instante en que la unidad móvil de TV salía al aire, David Andrés sintonizaba ese canal. De momento solo se ofrecía una vista desde lejos del autobús y la maniobra de poner en pie, o sobre ruedas, y sacar de allí al camión volcado en la calzada. El locutor hablaba de un muerto y del gran despliegue policial que se había montado, aunque él solo viese el helicóptero. Todo ello mezclado con imágenes del susodicho helicóptero, de los vecinos de las casas blancas que habían salido a curiosear y de archivo de los dos terroristas, las que ya habían salido en los papeles y en las teles varias veces.
A David Andrés le jodió tener que contemplar otra vez el careto de su "doble", el criminal fanático culpable de que él siguiese en Manchester.

- Por favor, Mike, enfócame - le pidió el locutor al cámara, y luego se dirigió al realizador - Jhon, tengo una gran exclusiva, está conmigo un chico que se ha enfrentado a los terroristas. 

( ¡Increible, ¿quién se ha enfrentado a los terroristas?... ¿Quién se va a enfrentar a los terroristas?... La solución en el próximo y emocionante episodio. )


viernes, 28 de agosto de 2015

( Episodio 39 ) Muertos de novela.


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Y juntaron su manos para rezar una oración en silencio, ¡o muchas!, mientras los tres niños, Samuel, Jafet y el pequeño Ajshalom se mantenían aterradamente callados.
Completaban la nómina del autobús maldito el policía MacGregor y los dos terroristas, más otras dos personas que vamos a conocer enseguida. Pero antes acerquémonos a los terroristas y a su rehén más vigilado, el poli MacGregor.
Alí y Hamed se han colocado de tal manera en torno al policía, que hasta el mejor francotirador lo tendría crudo para acertar a alguno de los dos, con el inconveniente añadido de que el duro cristal del vehículo desviaría el proyectil y podría incluso alcanzar a alguno de los viajeros.
Taylor y los tres hombres que le siguen están detrás del camión volcado, pero no tienen más remedio que ahuecar el ala porque Walker acaba de decirles que va a mover el camión. Jackson ya está en ello.
Nueva conversación telefónica entre el Mal y los defensores de la Ley.
- Le quedan cinco minutos, madero. No hará falta que le recuerde que no hablamos de broma, ¿verdad? Este poli hijo de puta que tengo aquí, ya se ha echado a temblar. ¡Menuda mierda de policía cristiana son ustedes!
- El camión va a ser apartado ahora mismo, pero no creas que os va a ser fácil huír. Hay demasiada policía para que os podais salir con la vuestra.
- ¡Ja,ja,ja!, ¡qué imbécil eres, madero! Ya te he dicho que no nos importa morir y llevarnos a mucha gente por delante.
- ¿Por qué os habeis convertido al Islam? Vosotros sois ingleses, esta es vuestra patria, vuestra cultura...
- En asuntos de fe no se razona, cristiano. El Islam está mucho más allá de la capacidad del racionio humano. El Islam está en mi corazón, ¡en mi alma!
"¡PFFFSSSS...!" Es el sonido inconfundible de la puerta del autobús al abrirse. El conductor ha pensado que este es su momento para fugarse. De su cabina a la puerta apenas hay distancia, pero Hamed tiene unos excelentes reflejos y el arma en la mano. Dispara y la bala entra por un costado del hombre y le atraviesa el pulmón izquierdo. La rapidez en reaccionar y la puntería de Hamed es envidiable. El conductor ha alcanzado la puerta y cae en la calle gravemente herido. Hamed corre por el pasillo a cerrar la puerta, pero antes dispara tres tiros contra el cuerpo del aprendiz de héroe. "Robin" se hacía llamar, "Pajarito", y el pajarito ha muerto arriesgando inutilmente la vida, como tantísimos pajaritos que vuelan en ilusoria libertad.
- ¡No malgastes munición, cojones! - le grita Alí fuera de sí.
Los francotiradores han tenido a Hamed en su punto de mira, pero no han recibido la orden de disparar porque allí sigue el otro canalla en posesión de la bomba y de la vida del poli MacGregor, más las vidas de los inocentes pasajeros.

Graciela y Bárbara son dos cuarentañeras de cuarenta y pocos años, militantes de FEMEN y exiliadas venezolanas. Forman una admirable pareja lésbica cuya relación se mantiene desde hace quince años, cuando el nuevo milenio cristiano y el euro despertaban las esperanzas de una vida mejor en millones de pobretones ilusos, mientras los dueños del cotarro se frotaban las manos ante las expectativas de amasar más dinero, ¡mucho más dinero!
Graciela y Barbará son escritoras. Entre las dos imaginan y redactan sus novelas, basadas en los viajes que realizan por el mundo e identificadas con su ideología feminista, pero no exentas de humor, pues con este ultimo ingrediente el guisado apetece más a los lectores. Su feminismo radical, sin embargo, las coloca muy a menudo en situaciones problemáticas. Graciela es también licenciada en filología árabe y políglota, habla ocho idiomas.
La protagonista de sus historias es siempre Gladiuska Zulía, una mujer despampanante y de recio carácter que se enfrenta a los más malvados y famosos machistas del mundo entero: religiosos integristas, narcos mexicanos y colombianos, dictadores asiáticos y africanos, toreros españoles y venezolanos, petroleros árabes, futbolistas millonarísimos... Firman sus novelas con el seudónimo Coraina Caribe, y en estos momentos se dirigen a España para mostrarle sus tetas - es decir: su capacidad de lucha, "¡aquí estamos nosotras!" - y su exigencia de igualdad entre hombres y mujeres - al retrógrado y homófobo obispo de Alcalá de Henares, un símbolo vivo del reaccionarismo más militante. Esta acción las servirá para potenciar más la presencia de FEMEN en el mundo y para promocionar su siguiente novela, una nueva aventura de Gladiuska Zulía en la vieja Europa, que llevará por título "El gigoló capado", y en la que el obispo de Alcalá de Henares sólo tendrá un "cameo", como el alcalde de Tordesillas, un "legalista" de la tortura taurina.

- Ay, amorcito, ¿cómo va a terminar esta vaina? - pregunta Barbará.
- Bien, mi doñita, bien.  Vos no os preocupeis que aquí está vuestra mujer para arreglar el coroto. Esos dos hijos de perra nos van a ver las tetas cuando les hagamos vomitar sangre.

( ¡Jo, y algunos de ustedes se lo querían perder!... ¡¡Continuará!! )

jueves, 27 de agosto de 2015

( Episodio 38 ) Muertos de novela


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Pasajeros del autobús de la muerte

Hamed le dio con la culata del arma en la cabeza a la judía gorda y a esta se le pasó el histerismo automáticamente. Los niños estaban aterrororizados, ya se habían dado cuenta de que los malos eran malos de verdad. Y no lo olvidarían nunca.
Doce viajeros habían partido de Sudehill y esa misma cifra era la de ahora, porque había logrado saltar a tierra el chico alto con la camiseta del Barça y se había incorporado a la aventura el policía MacGregor. Incluímos en esta lista a los tres niños del matrimonio judio ortodoxo. El catalán no se fue enseguida en pos del autobús alternativo porque, al detectar que allí se cocía algo, decidió esperar cámara en mano. Luego presumiría en Facebook y en Twitter de haber estado en el mismísimo epicentro de la movida, a pesar de quedar como un gilipollas, lo cual veremos más adelante. Doce pasajeros sin contar con el conductor.
El matrimonio de ancianos no llegó a apearse porque Hamed se lo impidió de muy malos modos. El hasta ahora pusilánime Hamed, en el registro civil aún Richard Wilson, empezaba a cogerle el gustillo a lo de ser terrorista y tener tan facilmente amedrantada a la gente, aunque fuesen ancianos, mujeres y niños, pero por algo se empieza.
Charlie y Susan, el matrimonio de ancianos, pensaban viajar a Barcelona para recoger el cuerpo de su nieta Sue, la cual había muerto en un espectáculo bárbaro de los que se celebran todos los veranos en ese país tercermundista. Sue fue corneada durante un minuto largo, sin que nadie pudiese impedirlo, por un bravo bou, toro o bull. El viejo matrimonio se había topado casi a la vez con dos terrores: el de los taurinos y el de los terroristas. Su hija Julie había dejado este mundo entre los escombros de las Torres Gemelas de Nueva York, otra "hazaña" de los islamistas radicales, y al matrimonio les reservó el destino la crianza de la que entonces aún era una niña, la que ahora acababan de perder.
- Sería mejor que muriésemos nosotros también. ¿Qué nos queda ya sin Sue?
- No pienses así, Charlie, - le repuso dulcemente su esposa - debemos ser fuertes, ¡vivir!... El Señor nos ha puesto a prueba y...
- ¡El Señor, el Señor...! Yo también creo en Dios, pero hay cosas inconcebibles, injusticias tan grandes que... 
- ¿Que te hacen dudar de Él?... No, Charlie, no, ahora es cuando debemos ser más fuertes, ahora nos toca intentar más que nunca vivir. Hemos de dar sagrada sepultura a Sue, y después Dios dirá. Sue sigue estando con nosotros, Charlie.
A él se le volvieron a escapar las lágrimas. Como creyente sabía que Susan tenía razón.
- Querido, ayer hablaste mal de los españoles. No culpemos a esas gentes. Sue ya era mayorcita y se lo buscó ella, por muy terrible que sea admitirlo.
Charlie giro la cabeza y alzó la vista hacia ella.
- Lo de Nueva York no se lo buscó Julie.
Ahora fue ella la que tuvo que callarse, a pesar de que, tras sus ojos vidriosos de haber llorado durante toda la noche, había un ser humano con una entereza a prueba de bombas, taurinos y todo lo malo que le deparase el destino. Charlie lo sabía y admiraba a su esposa.

Aaron era un buen sastre y Sara una ama de casa "perfecta", muy amante de su esposo y de los niños y experimentada cocinera. Le salían riquísimos el pollo con berenjenas y el Kuguel de fideos entre otros sabrosos platos de la gastronomía judia. Aaron le limpió amorosamente a su mujer la sangre de la brecha que le abierto en la cabeza el terrorista.
- No es nada, mi amor, no hables, esta gente solo quiere sentirse provocada para hacer más daño.
- ¿Vamos a morir, Aaron?
- Ahí afuera seguro que hay muchos policías. Nos salvarán, querida. Roguemos por ello a Yahvé.
Y juntaron su manos para rezar una oración en silencio, ¡o muchas!, mientras los tres niños, Samuel, Jafet y el pequeño Ajshalom guardaban un silencio escalofriante.
Completaban la nómina del autobús maldito el policía MacGregor y los dos terroristas, más otras dos personas que aún no les he presentado.

( ¡Jugarán estas personas, que aún no conocemos, un papel importante en la historia?... ¡Yo que usted no me lo perdería! )