miércoles, 30 de diciembre de 2015

Un final muy feliz





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Para el concurso de relatos navideños de El Periódico del Prat.


Los Reyes Magos

Se sienta en la terraza del Café de la Playa a leer el periódico y beberse una cerveza. Un tiempo casi primaveral para ser Diciembre. Casi fin de año en Almería. Un pueblo surgido hace muy pocos años: "Virgen de los Plásticos" Pueblo de invernaderos y de africanos trabajadores. El es un hombre de cuarenta y un años y se llama Manolo. Albañil de oficio, radicalizado desde que la explosión de la burbuja inmobiliaria le puso de patitas en la calle. Ahora hace chapuzas cuando le salen. Lo comido por lo servido.
Hojea el periódico local y en él encuentra una noticia que le cabrea. "Estos serán los Reyes Magos" Observa la foto y lee los nombres de los actores circunstanciales. 
"Este capullo fue el Papa Noel y ahora va a ser Melchor"
El "capullo" es Doroteo Rosales, constructor y alcalde por el PP, un cacique de primera categoría, número uno en el arte del nepotismo y la prevaricación, además de ser conocido por sus frecuentes y rentabilísimos "pelotazos" Quizá sería mejor conceptuarle como espabilado o golferas de lujo, y en tal caso el "capullo" sería Manolo por la rastrera vida que se ve obligado a vivir.
"¡Otro hijo de puta!"
El Rey Gaspar es Marcos Barrueco, empresario de hostelería presuntamente conectado con la trata de blancas, pero nunca condenado gracias a los buenos servicios de los leguleyos sin escrúpulos.
"¡Y este es el más hijo de puta!"
Felipe Montuno, xenófobo a carta cabal, defensor de una España fascistoide en la que no tendrían cabida los homosexuales ni los emigrantes. Montuno es dueño de una red de cafeterías y pubs de muy dudosa reputación, en algunos de los cuales se practica la prostitución encubierta y se trapichea con droga, lo mismo que en determinados locales de su colega Barrueco. Felipe Montuno será el rey Baltasar cuando se pinte la cara de negro. No tendrá ese privilegio ningún negro de verdad porque los verdaderos negros de Virgen de los Plásticos son seres inferiores que no se merecen participar en una fiesta de hombres blancos.
Pues estos van a ser los tres Reyes Magos en la gran cabalgata de Virgen de los Plásticos. Bueno, iban a serlo, porque Manolo Domínguez ha decidido que no lo sean. Una brillante idea acaba de posarse en su mente de anarquista furibundo.


El plan.

Manolo dispone de una bomba de gran potencia que le ha facilitado la organización terrorista en la que milita desde hace muy poco tiempo, PMF ( Podemos Matar Fascistas ) En un principio estaba destinada a explosionar en el ayuntamiento, concretamente en el despacho del alcalde y con el alcalde dentro, Don Doroteo, por supuesto. Pero acaba de tener una idea mejor, tan mejor que es inmejorable. Se ha enterado, también por el periódico, de que en esta ocasión, por imperativos presupuestarios, solo va a haber una carroza y que los tres reyes magos van a estar juntos en esa carroza. ¡Manolo va a matar a tres pajarracos de un tiro!
Poco a poco perfila el plan. Hay un punto en el recorrido de la cabalgata, la intersección entre las calles Heriberta Coscojuela y Héroes de 15M ( esta última una concesión del alcalde a los concejales rojos de la oposición ) en el que la carroza debe abrirse mucho para efectuar el giro. Es el lugar idóneo, pues la gente de las aceras queda bastante distanciada de la rutilante carroza de Oriente. Ni siquiera alcanzará la bomba al tractor que remolca la carroza, esa carroza en la que todos los niños tendrán puestas sus ilusionadas miradas. Otro factor a favor: Este año no se arrojarán caramelos desde las carrozas porque el año anterior murió un niño aplastado por una rueda. Manolo Domínguez es todo un idealista, pero quiere evitar los daños colaterales, no le apetece que ocurra una tragedia gorda como cuando Mateo Morral tiró su bomba a Alfonso XIII y murieron veinte personas. Mucha sangre inocente derramada y ni una gota de sangre real. ¡Vaya chapuza! Y, por si fuera poco, Manolo dispone de un sitio cojonudo para lanzar la bomba sin que nadie advierta su intención y se lo impida. ¡Todo listo para cargarse a los tres hijos de puta!, todo cocinado en su mente fecunda de gran estratega criminal. Ahora solo falta esperar a que llegue la noche del 5 de Enero.


Ejecución del plan.

Algarabía en la calle. Miles de niños y padres de Virgen de los Plásticos aguardan expectantes a la comitiva de Oriente. Los niños, por supuesto, ignoran que bajo los disfraces de los Reyes Magos hay tres bribones de tomo y lomo. Desfilan majorettes, gaiteros, unos burros enjaezados como símbolo de otra época y varias carrocillas chuchurrías de asociaciones de barrio y colegios. ¡Y llega el ansiado momento!, una fuerte megafonía acompaña a la carroza real procedente del mismísimo Oriente.
Manolo lo ve todo apoyado en la barandilla del balcón de la casa de su difunta tía Luciana, fallecida hace cinco años, una casa desocupada hasta que alguien la compre.
Enciende un purito y entra en casa a por la bomba. Tranquilísimo él, pues por aquí no ronda la Europol ni los geos ni ningún otro elemento perturbador. Se acerca a la barandilla en el momento en que el tractor maniobra para que la carroza describa un giro perfecto entre Heriberta Coscojuela y Héroes del 15M. Manolo grita: "¡Hijos de puta!, ¡Fascistas!, ¡Viva la República!", pero no le oye nadie por efecto de la megafonía. Sí le ven algunas personas, pero no le tienen en cuenta, ya saben que está loco. Entonces suelta la bomba y esta no tarda nada en impactar sobre la carroza. "¡¡¡BRROOOMM!!!" El estruendo es impresionante, ensordecedor. En un mínimo instante la carroza queda convertida en chatarra, cartón piedra espachurrado y neumáticos quemados. La carne humana se esparce por un montón de metros a la redonda. Algunas visceras y huesos impactan en los espectadores. La cabeza de Doroteo Rosales, proyectada como una pelota a la que chuta Leo Messi, se estrella contra una papelera en la que pone "Ama las calles limpias de Virgen de los Plásticos" Pero no ha habido daños colaterales, Manolo está muy contento.


Epílogo.

Sonríe a los policías municipales sin dejar de aspirar deleitoso su purito Reig. Les ha esperado apoyado en la barandilla, recreándose en su obra cual Nerón contemplando la Roma incendiada o Himmler mirando por un agujerito a los gaseados.
- ¡Por Dios, por Dios, ¿cómo se te ha ocurrido hacer esto, Manolo?!
Le dice Roque, el viejo jefe de los municipales.
- Bueno, tú ya sabes que eran tres grandísimos corruptos, Roque. Imagínate que esto es un cuento y acabamos de asistir a un final muy feliz.

Y colorín colorado... no creo que a Doña Leona le haya gustado.



lunes, 28 de diciembre de 2015

Carretera de Málaga a Almería


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( En las imágenes Almería y Almuñecar )

Escrito en el asiento 17

La carretera entre Málaga y Almería serpentea junto a la costa. En los cerros de verde oscuro, ocre y gris, esos mismos cerros que, dos horas antes, el viajero ha visto desde el avión, observa casitas blancas diseminadas, unas humildes y otras suntuosas.
El autobús desciende a La Herradura. En este pueblo las casas son más grandes, pero también blancas, muy blancas, encaladas por la mano del hombre e iluminadas por el sol perpetuo de Andalucía.
Hay palmeras y una gasolinera roja de Cepsa.
La carretera trepa de nuevo hacia los cerros, pasa por un tunel de no más de doscientos metros y continúa entre curvas y curvas, pinos y cipreses.Y a la derecha, en el sentido de la marcha, el sol del atardecer dora el mar y embellece las huertas de rosaledas y limoneros. Enseguida un pueblo grande: Almuñecar.
A la entrada de Almuñecar le reciben al viajero unas soberbias palmeras, unas estatuas de desnudos sin cabeza frente a la "Jefatura Policía Local" y una estación de autobuses de color beis, redonda como una plaza de toros. Las grandes palmeras protegen del sol a los viajeros que esperan en la estación de autobuses su momento de iniciar un viaje y a los esperadores que esperan a otros viajeros. El viajero se apea porque entiende que el conductor no tiene prisa o le entretiene alguna obligación en tierra. Un airecillo fresco llega para recordarle que debe sentirse dichoso. Airecillo fresco y el cantarín y ceceante acento de la gente de esta tierra. Dos buenos motivos para sentirse a gusto porque el viajero está recuperando los colores, formas y voces que envolvieron su vida unos años antes.
Otra vez carretera arriba, arboleda entre montañas y casas blancas encaramadas en montecillos y cerros. Pueblecitos playeros, casas sin terminar de construirse por efecto de la burbuja inmobiliaria. Dos parapentistas, evolucionado sobre los riscos y las copas de los árboles, se dirigen hacia allá abajo, hacia Almuñecar, hacia el mar... El viajero lo observa todo con deleite, ¡saborea España!
Otro tunel, este más largo, podría ser de dos kilómetros. Descenso ahora por autovía. A la izquierda, al pie de los cerros, los famosos "plásticos", invernaderos en donde trabajan los emigrantes, la mayoría magrabies y subsaharianos. En las alturas, modernos molinos de viento provocan a quijotes fantasmas. El viajero observa y apunta. Sólo echa de menos un buen trago de algo frío y un bocata. Y es que el autobús partía nada más salir el viajero por la puerta del aeropuerto de Málaga, a las dos en punto, y el buen hombre lleva sin nutrirse y refrescarse desde las cuatro de la madrugada, hora en la que desayunó en su casa de Manchester.
Otros dos túneles casi seguidos. El negro asfalto en cuatro carriles vuelve a ser ascendente. A la derecha del viajero hay sendos precipicios que caen sobre un Mediterráneo en calma. El mar de plásticos ocupa ahora grandes extensiones. El siguiente tunel es de unos trescientos metros. Los plásticos son grises, muy feos, machacan el paisaje con su fealdad. Tunel en curva, tan largo como el anterior, y a los cinco minutos otro. Túneles y plásticos, unos y otros desentonan, pero son tan necesarios como esta autovía de color negro y el autobús en el que viaja el viajero. Otro tunel, ¿trescientos metros quizá? Tres horas de avión y van a ser tres horas y cuarto de autobús, ¡seguidas!, para no perdérselo, casi como un vuelo a América.
Allí abajo, sobre el mar, se ha formado una manta de nubes. Ahora le parece al viajero que sigue en el avión. Ha cruzado Inglaterra, de norte a sur, sobre una manta grandísima de nubes. Cambia de asiento aprovechando que hay uno vacío tres filas más adelante. El autobús se desliza sobre un viaducto.
Cartel con fondo verde y letras blancas: "PROVINCIA DE ALMERÍA" Al viajero ya le queda menos para conocer personalmente a la persona que quiere conocer: una hora y pico. Otro viaducto, este tiene nombre: "Viaducto Alcazàbar", y medida: 200 metros. Nuevos pueblos: Adra y Guainos. Pasamos sobre el "Viaducto de Guainos, 150 metros" La niebla marina está llegando a la carretera. Ahora viajamos entre la niebla. "Primates en la niebla dentro de un autobús" Mar de niebla y mar de plásticos. Otra entrada a Adra y La Alquería, y el sol se ve borroso entre la niebla marina, el sol que declina para ser mañana el nuevo sol malagueño y almeriense, el nuevo y el de siempre, aunque hace más ilusión pensar en el nuevo sol que invita a vivir y a viajar. Eso piensa el viajero mientras hace rodar la bolita del boli sobre el papel planco del note book.
La niebla es más intensa. Ya no hay cielo azul ni se ve el sol. Cincuenta minutos le separan al viajero de su destino: Almería. Luego serán menos porque el conductor va veloz. Pasa por Balerma, ya sin niebla. Y pasa por Matagorda y Guardias Viejas. Se anuncia un desvío a El Ejido y otros pueblos. El famoso El Ejido de los emigrantes magrabies y los disturbios entre moros y cristianos. Un cartel curioso; "FIN DE LA CONCENTRACIÓN DE ACCIDENTES" Otro cartel anuncia el desvío a Las Norias de Daza. Al viajero le suena el nombre de ese pueblo, le hace un cosquilleo en el estómago. Y unos cuantos kilómetros más adelante: "ALMERÏA 22" ¡Ya casi has llegado, viajero!
Y así es. Almería le está esperando porque a todos nos espera algo o alguien. Almería sonríe y el viajero sueña con soñar, con besar, con beber, con comer, con dormir, con amar... Ha sido una jornada muy larga, pero el viajero sabe que todavía falta mucho para que acabe. ¡Falta lo mejor!

A Enriquetilla.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Tradición y gloria mediática.



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Para el concurso de relatos navideños de El Periódico del Prat.

Prólogo.


Cuentan las crónicas que nunca el abuelete Faustino se había sentido tan enormemente ilusionado como en aquella ocasión. Y ya verán como en esta historia se mezclan la tradición navideña y el afán narcisista y exhibicionista de sentirnos famosos y admirados por la masa humana desconocida. Aunque, a decir verdad, el abuelete nunca soñó con este tipo de fama. El simpático abuelete Faustino solo quiso darles una alegría a los suyos, especialmente a sus queridísimos nietos. La parte mediática corrió a cargo de su hija Alicia. Pero empecemos por el principio, que es por donde suele empezar todo, incluso los relatos.


La rebeldía del abuelete.

Faustino empezó a dejarse barba y a no cortarse el cabello. "¿Síntomas de chochura?", pensó enseguida su esposa Mercedes, que era una mujer muy seria. "¡Ay, Dios!, ¡Ay, Dios!, ¡que este hombre ya chochea!" Y se encaró con su marido: "Estás horrible con esas greñas y esa barba de mendigo o de político comunista. ¡Ya estás cortándote la barba y el pelo, Faustino!" "Mujer, te he dicho que es una sorpresa y que os va a encantar a todos", respondió el abuelete sonriendo pícaramente como un niño, un Don Faustino que empezaba a dar la imagen de personaje para dejar de ser persona real. El siempre había llevado la cara limpia y el pelo corto, por eso su conducta alarmaba a los que le conocían de toda la vida. Solo había una excepción, su nieto mayor, Iñaki. Este chiquillo estaba encantado con la nueva imagen del abuelete.


La gran noche.

Ya todos lo sabían. Ahora solo había que esperar al show. Toda la familia se hallaba reunida en el salón: papá, mamá, los niños, la abuela, una hermana viuda de la abuela y un hermano soltero de papá. El día anterior el abuelo había llegado a casa con el flamante traje de Papa Noel recién adquirido en Almacenes Coscojuela. Se lo probó y quedó maravillado de sí mismo. Con su aspecto de hombre rollizo y coloradote y aquella barba natural daba una imagen más papanoelesca que el Papa Noel de la Coca Cola.


¡Fatalidad!

Todos esperaban el ansiado momento en el salón, un espacioso salón presidido por el árbol navideño y el Nacimiento. El Papa Noel iba a llegar de un momento a otro. Sus tres nietos preadolescentes también sabían que el archipopular Santa Claus no era otro que el abuelete. A la abuela Mercedes le seguía pareciendo aquello una patochada, pero se lo perdonó a cambio de que no se olvidase ningún día de tomar sus medicinas y se duchase más a menudo. Y, en lo alto de la escalera que comunicaba con el primer piso del bungalow, apareció por fin la figura de traje rojo, cara sonrosada, larga melena y luenga barba del último Papa Noel conocido, el abuelete Faustino, el cual cargaba con unos cuantos paquetes de regalos, unos bajo un brazo y otros en un enorme saco.
"¡Jo,Jo,Jo,Jo!", exclamó el Papa Noel con toda la teatralidad exigida al personaje. "¡Madre del Amor Hermoso, qué patochada!", pensó Doña Mercedes. Reían los nietos como acostumbran a reír los chiquillos ante las ridiculeces de los viejos. Sonreían condescendientes los adultos. Y entonces surgió lo inesperado. Don Faustino sintió un calambre en la pierna derecha, cosa que no le ocurría desde hacía mucho tiempo, pero el cuerpo humano suele dar fastiosas sorpresas en la senectud. Su extremidad se dobló y perdió el equilibrio, cayendo escaleras abajo y dándose un tremendo cabezazo contra la arista de uno de los peldaños. El hostión fue de película.


Epílogo.

No fue necesaria la autopsia. El doctor firmó la defunción y enseguida llegó a casa un precioso féretro y demás ornamentación fúnebre, más el consabido séquito de deudos y vecinos. A pesar de la reticencia de la abuela se impuso el criterio de su nuera Alicia, y el difunto abuelete fue introducido en el ataud con el mismo ropaje del personaje que acababa de interpretar. ¡Jamás un ser vivo contemporáneo lució una mortaja más alegre! "Es lo más justo", argumentó Alicia, "el quiso hacernos felices con su interpretación del Papa Noel y nosotros le rendimos este agradecidísimo homenaje" Pero, en realidad, lo que Alicia pretendía era que el abuelete se hiciese famoso en las redes sociales. Y consiguió su objetivo, pues no faltaron vecinos y familiares que le grabaron con sus móviles, e incluso se hicieron divertidos montajes en los que se le veía aparecer en lo alto de la escalera y acto seguido pegarse el hostión, para después vérsele reposando en la caja mortuoria. Estos planos se combinaban con otros de los concurrentes a la fiesta y al óbito, primero jubilosos y luego tristes. Y habíanlos muy tristes pero sin dejar de grabar. El único que mostró todo el tiempo un semblante feliz fue Iñaki, el nieto mayor del difunto. Por su mente satírica rondaba una idea: "Algún día escribiré un relato fascinante sobre el tragicómico final de mi estupendo abuelete"

martes, 15 de diciembre de 2015

¿Qué ocurrió? Solo lo sé yo.



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1.990


Su marido desapareció, voló, ¡se evaporó!... Fue incomprensible para ella porque solo llevaban tres años casados y se querían como al principio. Su ausencia le dolió mucho, pero no llegó a ser traumática porque no tenían hijos y ella no dependía económicamente de él. Lourdes trabajaba como secretaria de dirección en una importante empresa inmobiliaria. Rubén, el desaparecido, era traumatólogo, trabajaba en el hospital de La Paz de Madrid. Para sus colegas, médicos y enfermeras, también fue una sorpresa mayúscula la desaparición.
Lourdes era una mujer fuerte que no tardó en superar esta desgracia. Hasta llegó a reirse cuando una amiga le recordó eso de que "hay maridos que se van a comprar tabaco y ya no vuelven" Rubén no fumaba, pero se le podía aplicar el chiste.


2.015

Lourdes no llegó a casarse. Después de la desaparición de Rubén tuvo dos relaciones, la primera le duró tres años y la segunda no fue más allá de dos meses, más algunos encuentros amorosos de una noche, no demasiados. A pesar del tiempo transcurrido, no dejaba de pensar en Rubén, o más bien en su extraña desaparición. No es que estuviese obsesionada, no lo pensaba todos los días, pero sí pensaba en lo incomprensible que había sido esta desaparición. Después de veinticinco años seguía torturándole la idea de que Rubén se hubiese marchado porque sí. Nunca hubo una pelea, ni una mala cara, ¡nada! Todo lo contrario, hubo mucho amor, mucha complicidad y mucho sexo.


La aparición

Lourdes está tomando un café con leche y una ensaimada en una cafetería de la calle Orense de Madrid, muy cerca de la oficina en donde trabaja y del estadio Santiago Bernabeu. Es una mañana primaveral preciosa, una de esas mañanas en las que el cielo aparece tan azul que da la impresión de que se ha liberado para siempre de la capa negra de contaminación. Un hombre joven se sienta frente a ella. No lo entiende porque hay más mesas libres. Chaqueta de cuero negro, media melena de cabello negro, vaquero con rasgaduras a la moda, un piercing grande en la oreja izquierda y los ojos ocultos tras unas gafas Ray-Ban. "¿Este niñato quiere ligar conmigo?... Bueno, pues... no está mal del todo"


El impacto.

- Hoy es un día perfecto para empezarlo besándonos, ¿no crees?
La frase impacta en ella como un meteorito. Se queda lívida. No da crédito a lo que acaba de oir, ni más ni menos que una de las frases que solía susurrarle al oído Rubén cuando ambos se despertaban por la mañana. "Si no fuera una locura pensaría que ese hombre es Rubén, un Rubén que no ha envejecido, ¡qué gran estupidez!... ¿Es una broma de televisión?, ¡pues maldita la gracia y el gracioso al que se le haya ocurrido!... Reaccioná mirando alrededor, buscando posibles emplazamientos de cámaras ocultas. No ve nada que le haga sospechar. "No, no, es imposible, absolutamente nadie sabe que Rubén me decía esas palabras. ¡Su voz!, ¡Dios, es talmente la voz de Rubén!" 
Rubén se quita las gafas.
"¡Es él, no ha envejecido!"
Todas sus exclamaciones son internas. Se ha quedado muda. Tiembla. Se desmaya.


¿Qué coño hacen ahí?

Ustedes no valoran el talento, señores lectores, porque desprecian lo que no entienden hasta el punto de no dejarme un puto comentario en muchos años. Sírvanse redactar un buen final para esta historia y léanselo ustedes mismos y cománselo con churros. Yo ya lo he hecho, pero jamás voy a publicarlo. Les aseguro que se pierden un divertido y emocionante desenlace. ¡Jódanse!
( Este aviso no es válido para mis amigas Leona Catalana y Enriqueta Jiménez Herrera )




miércoles, 9 de diciembre de 2015

Amor y Paz.





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Para el concurso de relatos navideños de El Periódico del Prat y para todos los voyeurs que me leen y que, obviamente, dada su calidad de mirones, no me dejan ningún comentario. Solo sirven para babear megustas por ahí o dejar comentarios mongoloides cargados de faltas de ortografía.



Reunión urgente.

El consejo de dirección de Embutidos Tarraco se reunió con carácter de urgencia para intentar resolver un problema que a todas luces era irresoluble, algo de lo que jamás hubiesen imaginado que pudiese suceder, y mucho menos sucederle a ellos.
El director general, Don Cosme Lagar, anunció con voz grave: "Vamos a ver el anuncio y luego opinamos" El anuncio era su anuncio, el anuncio de Tarraco, un bonito spot de la campaña navideña de esta importante firma de embutidos. Desde dos días antes se estaba emitiendo en todas las cadenas televisivas de el país. Los ejecutivos de Tarraco habían brindado con champán por el éxito de la campaña en el primer día de emisión. Ahora permanecían serios, muy serios, no se sentía ni respirar en la sala, y una de las ejecutivas, Marisol Llarena, no pudo evitar que se le escapasen las lágrimas.
Vieron por enésima vez el anuncio, ahora como una macabra obligación. Vieron a los niños, vestidos de pastorcillos, cantando un villancico en el belén viviente. Luego, los mismos niños, se acercaban al pesebre y entregaban a la sagrada familia productos de Embutidos Tarraco. Representaban a zagalillos de todo el mundo: negros, indios, orientales, latinos..., un total de doce niños. Terminó el spot enseguida, 45 segundos, y lo volvieron a pasar otras cuatro veces. Dos Cosme tomó la palabra: "¿Y bien?... ¿Alguna idea?" Respondió Alberto Arellano, creativo del anuncio: "Se puede hacer otro montaje, pero es muy complicado" Intervino el ejecutivo Paco Gutiérrez: "Y estamos con el tiempo en contra" Retomó la palabra Arellano: "La complicación ya sabe usted en donde reside, Don Cosme: Abdel Alim está en todos los planos y en los que se descartaron. Habría que mostrar solo los primeros planos de los productos en las manos de los niños, y aún así no sé si llegaríamos ni a los diez segundos. O eso o grabar otro spot. "O seguir emitiendo este", apunto Paco Gutiérrez.



Irracionalidad

Abdel Alim, una criatura de ocho años, había cometido el gravísimo pecado de participar en un anuncio televisivo en el que se publicitaban productos del cerdo, el impuro galufo de los musulmanes, y el fanático Yusuf Kamal, hermano del imán del barrio, había degollado al niño en un ataque de ira.


Conclusión

El anuncio dejó de emitirse, pues a nadie le agradaba seguir viendo el rostro de aquel niño en una publicidad de carácter festivo, un rostro que seguía apareciendo en foto fija en las redes sociales y en algunos periódicos para denunciar la barbarie islamista.