martes, 28 de febrero de 2017

(80) El caso de la domadora asesinada.



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"Lo que viene debe ser muy bueno, pero si de verdad estuviese buscando a alguien... ¡je,je!, aquí solo se va a poder ver a los artistas"
Las luces se habían apagado y un enorme foco alumbraba a la esfera gigante. El presentador anunció a los artistas con gran bombo y platillo, y nunca mejor dicho.
— ¡Con todos ustedes, señoras y señores, niñas y niños... lo que todos estaban esperando... — redoble de tambor — ¡Los Pilotos de la Muerte!
¡Jodeeeer, al final me ha merecido la pena venir al circo! ¡Pues no estoy emocionada...! Con razón este es "el mayor espectáculo de mundo", te emocionan con un simple redoble de tambor"
Pero lo que vino a continuación fue mucho, ¡mucho circo! Doña Enri ya había visto esta atracción en televisión, pero "en el vivo y en el directo" imponía lo suyo. "Los Pilotos de la Muerte" realmente se jugaban la vida, allí no había red posible. Los valerosos pilotos se cruzaban con sus motos en el interior de aquella esfera. Se hizo la luz para que el público los viese mejor. Eran una mujer y dos hombres, ¡tres artistas y deportistas de categoría! El público aplaudía emocionado. La inspectora comprobó que había muchísimos más niños que adultos. Luego se enteró de que se trataba de colegios porque era un circo que no obligaba a trabajar a ningún animal. Poco a poco los animalistas iban ganando batallas, como ya sucediese con los cuarenta elefantes del gran circo estadounidense Ringling Brothers and Barnum&Bailey, lo que obligó a la empresa a cerrar el circo para siempre, pues la ventas de entradas cayeron en picado.
La función terminó y el público fue desalojando la carpa, unos más ligeros y otros más lentos. La inspectora Jiménez Herrera dio un paseo alrededor del Circo Fantasía Siglo XXI, mirando atentamente a las caravanas y a los camiones del material, como esperando algún indicio, algún detalle que le ayudase a encontrar a su asesino. Una mujer le habló desde la ventana de una roulotte. Reconoció enseguida la voz.
— ¿Buscando a su marido todavía? ¡A ver si es que se ha liado con alguna de las chicas del circo, que las hay guapísimas, ¡ja,ja,ja,ja!
Era la mujer de la bata.
"¡Caray, qué rápido se ha desmaquillado!"
— No, no le he visto, habrá ido al cine, a lo mejor a los niños se les ha ocurrido...
— ¡No me mienta, inspectora! ¡No ponga esa cara, por Dios, no soy adivina!... Simplemente se trata de que tengo una hermana en la "madera", como usted, ¿o es usted "picoleta"?
— No, no, soy "madera", sí, sí. "¡Joder, vaya situación!"
— Es que se mueve usted, mira y hace las preguntas como si fuese mi hermana.
— Pues siento haberla engañado, usted per...
— ¡Nada, nada!... ¿Ha cenado?


(Continuará)

sábado, 25 de febrero de 2017

(85) El caso de la domadora asesinada

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La Ñora es un pueblecito de 4.524 habitantes. Su topónimo deviene del murciano medieval "añora": una rueda hidráulica movida por la corriente fluvial y anterior a los molinos de viento. Ahí se dirigía con todo su entusiasmo detectivesco la inspectora Enriqueta Jiménez Herrera.




Días atrás


Dormidos ambos a unos metros de la tragedia, así quedaron Carlos y Sandra, ajenos a la realidad cruel que el destino había puesto muy cerquita de sus narices. Veinte minutos después, el motor de un coche despertaba a Sandra.
— Despierta, tronco, despierta.
— ¡¿Qué pasa, cari?!
— Schissss... habla bajo, háblame en susurros, al oído nada más.
El coche se detuvo entre el camino y el lugar en donde se encontraban ellos, a la misma distancia del camino y de sus muy pinchados cuerpos, justo al lado del cadáver. Sandra entendió la maniobra, aquel hombre había apartado el cadáver del camino para que no lo viese algún caminante nocturno mientras iba a por el coche. Afortundamente no les había visto a ellos. "¡Que no nos vea ahora tampoco, joder!", imploró Sandra para sus adentros. Le tenían muy cerca, de haber mirado un poco a su alrededor los hubiese visto, pero todo su afán se centraba en levantar el cadáver del suelo e introducirlo en el maletero. Unos minutos después, el coche abandonaba el escenario del crimen.
— ¡Joder, Carlos, nos ha podido matar!
— A nosotros... ¿por qué?
— ¡Piensa, hombre, piensa, somos testigos de un asesinato! ¡Despierta, Carlos, despierta!
— ¡Vale, cari, no me agobies! ¡Joder, un asesinato, qué rollo más chungo, ¿no?!


(Continuará)

(79) El caso de la domadora asesinada.



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Enriqueta se enteró de que había un circo en Alcantarilla y rauda partió hacia allí. Tardó un poco en llegar a donde tenía aparcado el coche, frente a la Condomina, pero no le costó encontrar la carretera de Alcantarilla, por la que ya había transitado teniendo como chófer al "capullo de Galdames"
"¡Pero, vamos, ¿es que no puede ver el muy gilipollas la posible conexión entre los dos casos?! Y para colmo le come el tarro a Llorente!"
Se detuvo en el semáforo en rojo de Nonduermas, hacia la mitad aproximadamente del trayecto.
Nonduermas es un pueblecito de 2.332 habitantes, pero con una gran actividad en el deporte del fúbol sala. Y también tiene su historia: la noche del 15 de Octubre de 1.879 se produjo una gran riada y murieron 54 personas, y el 20 de Octubre visitó el pueblo el rey Alfonso XII, que se bajó del tren en Alcantarilla y llegó andando a Nonduermas, y un anciano le dijo: "Solo nos ha quedado la tierra, el cielo y usted" Eso sí que era fervor monárquico, y no lo de ahora, ¡je,je!
Le costó un buen rato encontrar el circo en aquel laberinto de calles estrechas, y otro buen rato aparcar a "Berenjeno" El "Circo Fantasía Siglo XXI" estaba instalado en un solar que daba a la parte trasera de la iglesia. Ya era tarde, la función debía estar a punto de finalizar, eso pensó ella, pues la portera, una cuarentona con bata de andar por casa, pero muy maquillada, pues posiblemente cubría con la bata un atuendo de artista, bostezaba y miraba hacia el interior de la carpa moviendo ligeramente la cortina de la puerta, como esperando que el público se abalanzase hacia la salida.
— Está acabando ya, ¿no?
— No — contestó la artista — es que yo miro hacia dentro por si alguien se acerca a comprar refrescos, que tengo ahí una neverita con cocacolas y fantas.
— Ah, hace usted de todo — se arrepintió a momento de lo que acababa de decir, pero la circense no se lo tomó a mal.
— Faltan veinte minutos para que termine. Pues sí, señora, las gentes del circo hacemos de todo. ¿Espera usted a alguien?
— La verdad es que quería avisar a mi marido, que ha venido con los niños, de que tiene un aviso urgente del trabajo. Es que trabaja en una empresa de seguridad.
Mintió muy bien, como si tuviese delante a un delincuente y tratase de sonsacarle algo con artimañas.
— Bueno, pues pase usted si quiere, pero no le va a ser fácil encontrarle, hoy hemos llenado.
— ¡Uy, qué bien, me alegro por ustedes!
En efecto, el circo estaba a tope de adultos y chavalería. En ese momento se apagaron las luces y un foco iluminó una gran esfera metálica con miles de agujeritos por los que se podía ver el interior.
"Lo que viene ahora debe ser algo bueno, pero si de verdad estuviese buscando a alguien... ¡je,je!, aquí solo se va a poder ver a los artistas.


(Continuará)

viernes, 24 de febrero de 2017

(78) El caso de la domadora asesinada



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Volvió la inspectora a su hostal, muy cerca de donde estaba el antiguo estadio del Real Murcia y que llevaba su antiguo nombre: "Hostal La Condomina" ¡Qué desesperación!, debía hacer la maleta y pirarse inmediatamente. Bueno, lo de "inmediatamente" era un decir, no le iba a dar el gusto al capullo de su capitán de estar en la comisaría de Almería al día siguiente a primera  hora, entre otras cosas porque no le gustaba conducir de noche y, mucho menos, a lo largo de 204'1 km, que es la distancia más corta por la A-7, la que hay entre la capital de La Huerta y su querida Almería.
"¡Joder, se podía haber callado el bocazas de Galdames! Naturalmente que están relacionados los dos casos. ¿Por qué será que casi todos los compañeros y jefes que me tocan son gilipollas?"
Decidió despedirse de Murcia dándose un garbeo por las calles más animadas. Caminó hasta la catedral y disfrutó un rato observando a la gente que iba y venía. Un globero regalaba a los niños globos de goboflexia para que los padres o las madres "se rascasen el bolsillo", aunque era muy raro que alguien le "pagase"más de un euro, e incluso había personas a las que un euro ya les parecía "un robo", sin ponerse a pensar que en ello iban la ilusión de un niño y la necesidad de un hombre con suficiente vergüenza como para rechazar otro tipo de mendicidad más vergonzante, lo que le impulsaba a disfrazarse de payaso o de Mickey Mouse.  Un par de carritos de chucherías completaban la oferta infantil: espadas de plástico, máscaras o tambores, además de las consabidas "chuches", satisfacían las ilusiones de los niños. Esta era la Plaza del Cardenal Belluga, desde donde podía verse en todo su esplendor externo la catedral, su magnífica fachada principal de estilo gótico con añadidos renacentistas, barrocos y neoclásicos, además de la torre, de 93 metros de altura, el tercer campanario más alto de España.
Si Enriqueta hubiese entrado en la catedral, la cual merece la pena verse, quizá alguien le hubiese mostrado la urna sepulcral en donde reposan el corazón y las entrañas de Alfonso X el Sabio.
Luego enfiló por la Calle Trapería, la de los paseantes y artistas callejeros. Trapería es la arteria más típica del centro de Murcia. Debe su nombre al carácter comercial de la misma, pues numerosos mercaderes malteses, genoveses y catalanes se establecieron en sus inmediaciones durante el siglo XIV.
Caramba, aquella artista callejera le trajo el recuerdo del problemático "Gerardín" Era la marionetista rumana a la que el grandullón había tocado el culo dos días atrás. Un corro no muy numeroso de personas presenciaban la actuación. La mayoría o todos ellos se largarían con viento fresco sin soltar ni un céntimo. La marionetista movía los hilos de una simpática pareja de bailarines de vals. De pronto algo le llamó la atención: en el escaparate de una tiendita de bisutería se veía un cartel anunciando un circo: "CIRCO FANTASÍA SIGLO XXI"
"¡En Alcantarilla! ¡Necesito ir a ver ese circo ahora mismo!" — leyó bien el cartel — "Sí, hay función esta noche, pero no sé si llegaré. ¡Voy a por el coche!"


(Continuará)

jueves, 23 de febrero de 2017

(77) El caso de la domadora asesinada.





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— Escúcheme bien, teniente, la Guardia Civil de Cabruñana del Río investigó en su momento. Usted lleva cinco o seis días y no ha encontrado la más mínima pista que nos lleve a la resolución del caso. Será mejor que siga con ello la Guardia Civil porque este caso va para largo. Digamos que queda "cerrado para nosotros" Tenemos cosas más urgentes y nos falta personal. ¡Véngase ahora mismo para Almería!
— Mi capitán, encontramos el cadáver del empleado...
— Sí, ya sé que se ha metido usted en otro caso sin mi permiso. He hablado con el inspector Galdames y me ha dicho textualmente que la relación entre este caso nuevo y el de la domadora solo está en su cabeza, Jiménez.
"¡Qué hijo de puta Galdames!"
— Pero, capitán, aún no nos ha dado tiempo de investigar el asesinato de Abdel Alim, solo han pasado dos días.
— "No nos ha dado tiempo"... Teniente, este último caso no es su caso, ¡¿cómo quiere que se lo diga, puñetas?!
— ¿Tiene un par de minutos para que se lo explique, mi capitán?!
— ¡No!... lo que tengo un montón de casos para resolver y me falta personal... ¡y todos los minutos del día! ¡de todos los días! Así que no tengo dos minutos para usted. ¡Véngase ya mismo para acá!
Y colgó.




Días atrás


De la estación del autobús al circo debía atravesar un solar abandonado y unas casuchas en donde vivía gente marginal. Tras las casuchas había un pequeño descampado desde donde ya se veía el circo. Su primer objetivo era evitar a toda costa que Abdel Alím llegase al circo. Allí se encontraría con mucha gente, demasiada gente para asistir al encuentro entre ambos, porque era muy posible que algunos estuviesen aún despiertos. Tampoco debían verle los habitantes de las casitas de yonkis. Y lo ideal era que el solar anterior a las casuchas estuviese vacío de vida humana. En dicho solar tenía su única oportunidad. Le resultaría muy engorroso matar a más personas para silenciar testigos. ¡Abdel Alim no debía salir con vida de aquel solar!


(Continuará)

miércoles, 22 de febrero de 2017

(76) El caso de la domadora asesinada.





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"El pobre animalillo tiene más mataduras, ese viejo asqueroso se ensaña con él"
Pensó en denunciarle, a las autoridades no les sería difícil comprobar que el pobre caballito era agredido continuamente por el bestia de su dueño. Se lo quitarían. Y también deberían quitarles a los tigres. ¿Qué pintaban allí aquellos tigres si no dejaban entrar a nadie en la jaula desde que se quedaron si su domadora?
"¿Qué pintan ya los animales en los circos y los toros en las plazas? Son costumbres bárbaras de otros tiempos" — pensó con buen criterio la poli — "pero sentiría mucho que le quitasen los monos a Cristino Beniaján, él sí los trata con cariño" — volvió a echar un vistazo a Incitatus — "Dios mío, este hombre descarga su furia contra el caballo porque le han privado de su querido enano, ¡pobre caballito! y el indeseable pigmeo estará en estos momento granjeándose enemigos en la prisión de Sangonera la Verde.
Karla Ambrossini y Abdel Alim muertos, el enano Marcial preso por degenerado, los tigres y el pony maltratados... una cadena de desgracias en un circo muy pequeño, un grupo de nómadas mal avenidos que pelean por su sustento como lo hicieron sus remotos antepasados. ¡Noble proeza en la era del cine, la televisión, la internet, el fútbol...!




Días atrás


Un hombre estaba a punto de morir porque otro iba a convertirse en su asesino. Abdel Alim caminaba ciego de rabia en dirección al circo. Cuantas más vueltas le daba a la cabeza, más claro lo tenía. Farid Massú había matado a su amadísima Benita. ¡¿Cómo no se dio cuenta de que el muy salvaje podría llegar a hacerlo?! Al mismo tiempo se mortificaba y rabiaba contra su enemigo, un enemigo que le seguía entre las sombras de la noche, dispuesto a volver a manchar de sangre su cuchillo.




¿Caso cerrado?


La inspectora se lanzó nuevamente a la autovía para cubrir la distancia que le separaba de Murcia capital. Sonó la alarma del móvil.
— ¿Tiene usted un "manos libres"? — preguntó el capitán Llorente, su superior de la comisaría de Almería, al darse cuenta de que viajaba en el coche.
— Sí, mi capitán, le escucho — mintió mientras rozaba su oreja con el móvil.
— Véngase ya para acá, el caso de la domadora está cerrado.
— Pero... ¡capitán!


(Continuará)

martes, 21 de febrero de 2017

(75) El caso de la domadora asesinada.



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Aquella tarde, la inspectora Jiménez Herrera regresó a San Pedro del Pinatar para pagar la cuenta del hotelito y traerse el equipaje a la capital, ya que la investigación continuaba en la capital de La Huerta. Pero antes quiso acercarse al circo, al "Gran Circo de la Atlántida", origen del caso de la domadora asesinada. Se llevó una sorpresa al encontrar el terreno que ocupó el circo desocupado. Los circenses habían plegado la carpa y se habían largado, carretera y manta, a otro pueblo. Nada nuevo en su mundo de nómadas.
No tardó en localizarles en Pilar de la Horadada, el primer pueblo alicantino siguiendo la ruta de la costa, tras dejar atrás San Pedro Del Pinatar y el Mar Menor. Ahora estaba de nuevo en el Mare Nostrum. Se entrevistó con todos sus conocidos del caso, el matrimonio Talledo, padres de la finada, y el matrimonio desparejado de Mateo Santos y Jesusa Sánchez, "Miss Martinelli" Solo llevaba tres días sin verles y daba la impresión de que había pasado mucho más tiempo. También habló con Cristino Beniaján, el domador de monos y payaso augusto. (El clown era Desiderio Talledo, que a su vez se ejercitaba en el arte del ciclismo acrobático con su señora y sus perritos, como recordarán mis sagaces lectores) Miss Martinelli no pudo reprimir las lágrimas al oír de labios de la inspectora que Abdel Alim había sido asesinado. Mateo Santos se limitó a mirar para otro lado. Cristiano Beniaján elevó la vista al cielo como buen cristiano y católico practicante. Las esperanzas de la teniente Jiménez Herrera de que ahora, muerto Abdul Alim, le hiciesen alguna revelación importante, fueron vanas. Nadie sabía nada o alguien necesitaba ocultar algo. Al menos eso creía ella. No quiso encontrase con el viejo Tobías Carretero, el hombre repulsivo que tan mal la había tratado de palabra, y sobre el cual la informaron que se sentía hundido desde que metieron en la cárcel a su enano Marcial. No quería hablar con nadie.
Cuando ya se iba vio al viejo pony comiendo hierbajos en el descampado, atado a una cuerda fuerte cuyo extremo permanecía sujeto a una gruesa estaca clavada en la tierra. Le pareció que el pobre animal tenía más mataduras que el día que le vio en el circo, aquella aciaga tarde cuando el sabio Incitatus averiguó su nombre. "¡Dios, que horror, qué mal lo pasé!" Y aún no había transcurrido una semana. "¡Hay que ver cómo vuela el tiempo!"




Días atrás


¡Era él, Abdel Alim! Le vio bajarse del autobús y tomar la dirección que, a buen seguro, le llevaba al circo. Caminaba a paso apresurado. No le cupo la menor duda de que venía a por él. Lo había sospechado el muy cabrón. ¡Sí, Abdel Alim había sospechado que él era el asesino! quizá porque aquella noche habló más de la cuenta. Se alegró de estar en el pueblo y no en el circo. Ya era muy tarde. Se había acercado al único bar abierto a esa hora a tomar una copa. Se congratuló de que Abdel Alim no le encontrase en el circo porque, de ser así, alguno de los dos hubiese acabado muy mal"
"Ahora ya sé yo quién es el que va a acabar mal"


(Continuará)

jueves, 16 de febrero de 2017

martes, 14 de febrero de 2017

(74) El caso de la domadora asesinada.



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Resumen de lo publicado en los episodios recientes.


La inspectora Jiménez Herrera se entera de que ha aparecido el cadáver de un hombre magrebí en una escombrera de Alcantarilla, localidad muy próxima a Murcia capital. Se desplaza rápidamente a Murcia y comprueba que es el cadáver de Abdel Alim, el empleado circense desaparecido, lo que ella se temía. En la morgue tiene la oportunidad de comprobar que ha sido acuchillado, lo mismo que hicieron con la domadora Karla Ambrossini. Pero hay algo muy raro: el cadáver estaba semi oculto bajo los cascotes de unas casas recientemente derribadas. Unos gitanillos los encontraron (Jacinta, Paco y Rafael) Los de la científica descubren rápidamente muchas huellas de una sola persona. No tardan en saber que las huellas corresponden a una sola persona, un delincuente deficiente mental llamado Gerardo Urdielles y con el alias de "Gerardín" El tal Gerardín mató a su abuela materna hacía varios años y es raro que pase el tiempo sin que se vea metido en alguna trifulca, pero él no es el asesino de Abdel Alim, simplemente se limitó a cubrirle con los cascotes porque pensó que así le daba cristiana sepultura. Gerardín ha sido detenido por un desorden público con los agravantes de acoso sexual a una artista callejera y agresión a una agente de la policía local. La inspectora Jiménez Herrera, encargada del caso de la domadora asesinada, cree que hay una conexión entre ambos asesinatos. El inspector Damián Galdames, de la sección de homicidios de Murcia, y la inspectora Jiménez Herrera, aúnan esfuerzos para encontrar un hilo conductor que les lleve hasta el asesino o asesinos de Benita Talledo ("Karla Ambrossini") y Abdel Alim Saadi.




Los gatos


— Sigo pensando que se trata de un solo asesino — le comentó la inspectora a su colega murciano, mientras daban cuenta de un suculento desayuno en la cafetería "Malecón de Murcia", próxima al viejo mercado de Las Verónicas y al susodicho Malecón. Ambos tomaron café nada más levantarse, pero el desayuno de media mañana es el más satisfactorio, generalmente porque se toma en compañía y porque en los bares hay más dulces para mojar que en tu propia casa, aunque no se esté de buen humor por no haber sacado nada en limpio en un interrogatorio, en este caso en el interrogatorio de "Gerardín"
— Sí, puede que sea eso, aunque no tenemos otra base en la que apoyarnos que tu corazonada.
— Algo me dice que lo de los "gatos" puede ser importante.


(Continuará)

lunes, 13 de febrero de 2017

(73) El caso de la domadora asesinada.





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— ¡Vi gato!, sí, ahora me acuedo, había gato en el coche.
— ¿Gatos?... ¿Viste gatos en el coche?
— Eh... ¡Oh, me duele la cabeza!
— ¡Vamos, no me jodas, capullo!
— Me duele la cabeza y ahora no me acuedo en donde vi lo gato.
— ¿No me has dicho que viste los gatos en el coche?
El inspector Galdames estaba desesperado, prefería interrogar a un canalla antes que a un tonto porque los tontos son desesperantes. Tomó el relevo la inspectora Jiménez Herrera en su rol de "poli buena"
— ¿Viste los gatos asomados a las ventanas del coche?
— No lo sé. Ya no me acuerdo si vi lo gato en el coche o en otro sitio.
Volvió al ataque el inspector:
— ¿Quién te ha dicho que si te encuentras un cadáver en las calles debes enterrarlo inmediatamente? Bueno, lo que tú entiendes por enterrar, porque eso no es un enterramiento, es una chapuza de un tonto. Un enterramiento es introducir el cadáver debajo de la tierra, ¿te enteras o no?
Enmudeció unos segundos Gerardín, luego volvió a lo suyo:
— ¿Me va a mandá al psiquiátrico el juez? Yo lo hice sin queré.
— ¡Claro, como todo el mundo!, todos vamos por la calle tocando el culo a las artistas callejeras y pegando patadas en los culos de las mujeres policías.
Pero a la teniente Jiménez Herrera seguía rondándole por la cabeza lo de los gatos.
— Gerardín, cariño, ¿eran gatos grandes o pequeños?
— Grandes.
— Ajá, ¿y el hombre dejó algún gato muerto junto al cadáver?
— No me acuedo ya, igual lo gato lo vi en otro lugá.
— Pero eran grandes, eso sí lo recuerdas, ¿verdad?
— ¡Joder, Enriqueta! — gruñó el inspector — si hubiesen dejado allí cadáveres de gatos los hubiésemos visto.


(Continuará)