jueves, 17 de septiembre de 2015

¡Se oye cada cosa!




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Es la hora de las confesiones. Dos mujeres aguardan su turno mientras otra se confiesa. La que se está confesando y una de las que esperan son mujeres mayores. La otra es una joven treintañera de muy buen tipo, una fermosura de grandes ojos castaños y sedosa melena negra.
Termina su confesión la que se estaba confesando y se acerca al confesionario la treintañera fermosota.
- Ave María Purísima.
- Sin pecado concebida. ¿Qué haces aquí, Maite?
- Ya lo ves, he querido celebrar nuestro día viniendo a confirmarte que te sigo queriendo.
- ¿Nuestro día?
- Sí, aquí mismo nos conocimos hoy hace un año. ¡Oh, qué malos sois los hombres para recordar fechas, jeje!
- Sí, yo también te quiero, pero hemos hablado muchas veces de que no deberían vernos juntos, corren rumores por el pueblo.
- Pues si sigues hablando tan alto, esa mujer va a divulgar nuestra conversación.
Se refiere a la viejecita que espera su turno de confesión.
- Esa mujer es Doña Tadea y está sorda como una tapia.
- ¡Jajajajajaja!, ¿lo ves?, nuestro amor no tiene obstáculos, cariño. Oye, ahora a lo mejor el Papa Francisco suprime el celibato y nos podemos casar,
- ¡Dios te oiga!
Pero es un falso deseo porque el padre Fermín también se ve a escondidas con Pili, la farmacútica rubiales, y muy de vez en cuando con Marta, su calentona cuñada. El curita tiene muy claro que con el celibato le complicarían su vida de lujuria.
Y Doña Tadea es una arpía que lleva un montón de años haciéndose pasar por sorda para divulgar en anónimos todo lo que llega a sus oídos, y en el confesionario del padre Fermín... ¡se oye cada cosa!

4 comentarios:

  1. Je je je... Me contó una vez cierto amigo que cuando vivía en Barcelona donde estudiaba, tenía una novia, la cual tenía a su vez una amiga que les acompañaba a todas partes... con el novio de ella...
    Y... dicho novio era el cura de una parroquia, ¡juas juas juas!

    - No te jode, cada domingo a misa para que la fulana esa viera a su novio en acción.
    - ¿Y luego?
    - Luego nos íbamos los cuatro por ahí, lejos, bien lejos de la parroquia, de folleteo, cada cual con su pareja, ¡oye!

    Real como la vida misma.

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  2. ¡Absolutamente real!... Creo que, en toda la zona en donde yo me crié, el única cura casto era mi tio abuelo, el jesuita del que le he hablado otras veces. Las castidad es la aberración y no el sexo, y he aquí el gran error de las religiones que practican la abstinencia sexual. He leído hace poco una cosa que me ha hecho mucha gracia: "Si Dios hubiese querido que no nos masturbásemos nos habría puesto los cojones en la espalda"

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    1. No entiendo la obsesión de la gente por el sexo, sea en un sentido como en otro.
      Unos van locos por follar hasta con una papelera pública y otros lo denuncian como algo malo, malísimo, y sin embargo lo practican a escondidas.

      Desde luego, la prohibición a los sacerdotes carece de sentido común y sólo se le podía ocurrir a la iglesia católica, la Gran Puta de Babilonia.
      Anda que pretender esconder que Jesucristo matrimonió y tuvo hijos, es de traca valenciana.
      Jesús era judío, mal que les pese, y a su edad era como poco que obligado el formar una familia. Y recordemos que Jesús cumplía escrupulosamente la Ley judía, simplemente estaba en contra del Sanedrín y su política que, por cierto, esos sacerdotes matrimoniaban y tenían familia, igual que todas las ramas del cristianismo actuales.

      Pero claro, la iglesia católica siempre tiene que ser especial e inventarse montones de gilipolleces a cual más absurdas.

      Oiga, ¿está seguro de que su tío abuelo no se entendía con la mayordoma?... ¡Juas juas juas!

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    2. ¡Segurísimo! Era un ser especial, y de mayordoma nada, seguía extremadamente lo del voto de humildad, su sotana tenía ya solera de lo ajada que estaba, Fue un caso singular.
      Efectivamente, la Iglesia ha sido sumamente retorcida con lo del sexo, y todo porque hubo un tiempo en que lo orgiástico abundaba en el seno de tan sagrada institución. Y, como siempre, pasamos de un extremo a otro, de la hartura a la abstinencia.
      ¡Buen dominguete tenga usted!

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