martes, 20 de diciembre de 2016

(44) El caso de la domadora asesinada.

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— Has mantenido en secreto hasta hoy lo que oíste aquella noche, hasta que te has enterado de la desaparición de Abdel Alim. Dudas que haya sido él, no estás convencida aunque pretendes conocerle. ¿Cómo es posible que le conozcas de verdad si él no ha querido corresponder a tu amor?... Jesusa, en el circo todo se sabe y todo lo cuentan. Bueno, no sé si todo, pero algo al menos. Te repito la pregunta: ¿Cómo es posible que le conocieses tan bien?
Jesusa Sánchez, "Miss Martinelli", guardó silencio a la vez que su semblante se iluminó levemente. Luego se enjugó una lágrima y habló:
— Porque cuando se ama a un hombre, cuando se ama de verdad... ¡No, no es posible que él la matase!
— Cálmate, respeto tus sentimientos, pero ahora tienes que ayudarme a resolver esto. Respira hondo y háblame, por favor.
Jesusa, ya liberada de su secreto, contó a la inspectora lo que tenía grabado en la memoria, una pregunta y una respuesta:


— ¿Quién es?
— Soy Abdel Alim.


No escuchó más. Al oír el nombre de su amado se le hizo un nudo en el corazón y se nubló su mente, pues imaginó un encuentro amoroso entre su enemiga y el hombre al que tanto amaba. El resto del diálogo transcurrió así:


— Abre, por favor, tengo que darte una mala noticia, lo siento.
— ¿Qué pasa?
— Tus padres han tenido un accidente.


— ¿Qué más?
— Al cabo de un rato me asomé a la ventana y vi la puerta de la caravana abierta y a un hombre que salía corriendo.
— Por favor, Jesusa, haz un esfuerzo por recordar cómo era el hombre que huía.
— Solo vi un hombre huyendo.
— No, tuviste que ver algo más, entiendo que era de noche, pero no hay tanta distancia entre esta caravana y la de los Talledo, tampoco la había aquella noche en Cabruñana del Río, si no tú no les hubieses escuchado hablar.
— Creo que hablaron más hasta que ella decidió abrir la puerta, pero yo no lo oí. Sí, debieron hablar más, eso lo he pensado después.
— Ahora te estoy preguntando por el hombre que huía. Jesusa, ¿ese hombre era de complexión fuerte?, ¿bajo?, ¿alto?...
— Vi a un hombre correr, alejándose... Lo vi de espaldas... solo unos segundos.
— Jesusa, tú conoces muy bien a Abdel Alim, es delgado y un poco alto. ¿Viste a un hombre huír o viste a Abdel Alim huír?
— ¡Ay, vi un hombre, una sombra, no me atosigues, por favor!
— Mira, Jesusa, yo no creo que fuese Abdel Alim el asesino, pero me ayudaría mucho confirmar que el hombre que huía no era él, lo necesito para descartarle definitivamente como sospechoso. De todas formas te agradezco tu sinceridad, podrías haber dicho desde un principio que viste huir a un hombre robusto, de estatura normal, pero tienes tus dudas y por eso necesitabas hablar con él esta noche y preguntarle, mirándole a los ojos, si él es el asesino. ¿Me equivoco?
Rompió a llorar. Estaba claro, Jesusa Sánchez "quería" que Abdel Alim no fuese el asesino. En el dossier que le entregó el capitán Gorruchañez estaba reflejada la coartada de Abdel Alim: pasó aquellas horas en un pub del pueblo, el camarero y dos clientes le recordaban. Claro que, también podría haber alquilado un sicario, pero... no, no se imaginaba al hombre que había conocido aquella mañana matando a otra persona ni por encargo.


El asesino estaba intranquilo, el hombre aquel había vuelto. ¿Es posible que recordase lo que le dijo en plena borrachera? Le observaba de lejos, estaba preguntando por su roulotte. Dentro de unos instantes llamaría a su puerta. ¿Y qué?


— ¿Tú la mataste?
— ¡No!


No podía pasar de ahí la conversación. Se negaría en redondo a seguir hablando. Pero... ¿y si le amenazaba con ir a contarle su sospecha a la policía?


(CONTINUARÁ a finales de año o principios del año próximo, primeros días de Enero. Les deseo a mis lectores que pasen unas estupendas fiestas navideñas y que luego siga esta fluida comunicación a través del apartado de estadística del blog. Y un cordialísimo saludo a mis lectores del grupo "Rupertina" en Facebook. ¡Gracias por seguirme!)



lunes, 19 de diciembre de 2016

(43) El caso de la domadora asesinada

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La inspectora se dejó servir un vaso de leche templada y dos bizcochos. Mojó los bizcochos en la leche. Percibió que su "adversaria" ya no estaba tan hostil. Mateo se mantenía cabizbajo, como si todo aquello no fuese con él, pues la que hacía y deshacía era ella. Le hubiese encantado abandonar el circo, pero no se atrevía, le daba más miedo que enfrentarse a su mujer; su vida de circense lo era todo desde hacía muchísimos años; su madre le había parido en el circo después de descabalgar de su caballo en la función de tarde de un día gélido de Diciembre sin calefacción en la carpa. "La Gran Angelina" era una brillante ecuyere francesa. Mateo había sido tentado no hacía mucho tiempo por un agente artístico murciano que le prometió muchas actuaciones en pubs y hoteles de Murcia, Cartagena y los pueblos turísticos costeros. Pero no se decidió. El circo y su mujer eran "lo malo conocido", siempre mejor que "lo bueno por conocer", en el caso de que hubiese algo bueno por conocer. El creía que no.
— Gracias por la leche y los bizcochos, la verdad es que me estaban apeteciendo.
— De nada.
La inspectora pretendía que reinase la calma, tampoco le hacía gracia montárselo de "poli mala", ya se encargaría el capitán en el caso de ser necesario.
— Dime que pasó exactamente, qué viste, qué dijo el asesino... El mínimo detalle va a ser importante para la investigación, te lo aseguro. Pero dime antes porqué te lo has callado hasta ahora.
Y la miró muy fijamente, como si sus ojos fuesen un sacacorchos que pudiese extraerle los pensamientos. Jesusa lanzó una mirada a su marido. Él seguía mirándose las zapatillas.
— Pues por... porque no me imaginaba que Abdel Alim pudiese ser el asesino.
Mateo Santos se levantó del sofá y dijo sin que apenas pudiesen oírle:
— Voy a salir a fumar un cigarro.
Las mujeres se mantuvieron calladas hasta que el hombre salió y cerró la puerta. Ambas sabían que a Mateo le dolía que Jesusa amase al argelino, aunque este no la correspondiese, le dolía más que cuando le puso los cuernos con otros hombres, mucho más.
— Él no mataría a nadie. Sí, uso navaja cuando fue atracador, pero solo para intimidar, jamás le detuvieron por un delito de sangre.
— ¿Por qué conoces tan bien a Abdel Alim si el no ha querido saber nada de ti?
Guardó unos segundos de silencio que a la inspectora se le hicieron muy largos. Entonces escucharon varios quejidos lastimeros procedentes del exterior.
— ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
Mateo la había emprendido a patadas y luego a pescozones con el enano Marcial. El mago atribulado solo sacaba su genio con el enano.
— ¡Fisgón de mierda! ¡Enano subnormal!
— ¡Tu puta madre!
Y salió corriendo en dirección a la caravana de su protector.
Miss Martinelli suspiró.
— Al final Don Tobías nos va a echar. Este inútil no quiere enterarse de que el enano es intocable.


(Continuará)

sábado, 17 de diciembre de 2016

(42) El caso de la domadora asesinada.





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"Miss Martinelli es la ideóloga del crimen y yo sé quién es el asesino"
La inspectora Jiménez Herrera no se lo creía, para ella el enano era tan fantasmón como el viejo.
Jesusa Sánchez y su marido, Mateo Santos, habían empezado a cenar cuando la inspectora llamó a la puerta de su caravana. Abrió el marido con cara de lelo.
— Tengo que hacerles unas preguntas... ¡a los dos! — dijo imperativa.
— Ya hemos contestado a sus preguntas — balbució miedoso — y a las de los guardias civiles.  ¿Nos van a estar preguntando toda la vida?
— ¡Sí, hasta que aparezca el asesino! Si tu mujer no hubiese ocultado lo que sabe, no os estaría molestando ahora.
Se asomó Jesusa Sánchez por una de las ventanas.
— Le han hablado de la discusión de esta mañana entre mi marido y yo, ¿verdad? — dijo Jesusa — Vale, vi a alguien la noche del crimen, pero no le vi bien. No tengo más que decir.
— Sí, sí tienes más que decir.
— ¿Ah, sí?
— Pues sí, y tú eliges en dónde. O vuelves a hablar conmigo, aquí y ahora y contándomelo todo, o deberás hacerlo en la comisaría, y puedes ser retenida las horas que hagan falta. Eso te perjudicará a ti y al circo. Eres la única persona que vio al asesino y estás ocultando tu testimonio, mientras él sigue libre y puede volver a asesinar.
Jesusa y Mateo cruzaron una mirada fugaz. Mateo sabía que su mujer le engañaba, pero el matrimonio ya estaba muerto hacía tiempo, aunque a él le dolían las infidelidades de ella mientras no tuviesen más remedio que compartir el techo de la caravana y el trabajo en la pista. Sabía que le había puesto los cuernos con algunos vecinos de los pueblos y que amaba a Abdel Alim, si bien el argelino pasaba de ella. Mateo Santos era competente en su faceta de mago, un buen artista, pero como ser humano estaba en la categoría de los hombres más apocados. En cierta ocasión ella le dio una paliza. No podía decirse que hubiesen nacido el uno para el otro, aunque compartiesen una vivienda y un número circense y todavía se hablasen, pero lo mínimo. "El Mago Shaoran and partenaire" eran un caso patético de matrimonio desavenido.
— Está bien — dijo ella sin perder su expresión avinagrada. Volvió a sentarse en el lugar en donde estaba comiendo, sobre una silla de plástico de Coca Cola y junto a una pequeña mesa de patas plegables, y señaló a la inspectora una silla sin abrir la boca. La teniente dispuso la silla de forma que quedasen frente a frente las dos mujeres. Era una silla vieja de tijera, media rota, con un cojín encima para darle más comodidad al culo. Le llegaba el olor del guiso que estaba comiendo la artista y que, sin duda, debía estar muy sabroso. Mateo se sentó en un pequeño sofá, un poco apartado de las mujeres.
— Si usted lo desea... ha sobrado estofado.
Lo cortés no quita lo valiente, y la hospitalidad de los circenses es algo que los distingue y los honra, incluso ahora mismo a una enfurruñada Jesusa Sánchez.
La inspectora no pasó por alto que la artista había empleado el "usted" para dirigirse a ella. "Intenta mantener una distancia porque le viene mejor para callarse algo"
— No, gracias, suelo cenar solo un vaso de leche y unas galletas. Por favor, dime con pelos y señales lo que viste y oíste esa noche.
— ¿Te sirvo entonces un vaso de leche?
"Vaya, ha vuelto al tuteo"


El asesino estaba inquieto. ¿Qué pintaba aquel sujeto rondando su caravana? No se esperaba que alguien viniese a recordarle lo que hizo aquella noche, a recordárselo con su presencia, simplemente eso, nada más que eso, porque nadie le había visto matar a la niñata asquerosa. ¿O sí? No, no, imposible, solo estaban despiertos los tigres, los únicos testigos de que él estuvo allí e hizo lo que hizo.


(Continuará)

viernes, 16 de diciembre de 2016

(41) El caso de la domadora asesinada.

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El capitán Llorente escuchó el relato de su subordinada y, cuando esta acabó, le dio las órdenes pertinentes:
— Aún no podemos cursar una orden de búsqueda de ese empleado desaparecido, no ha transcurrido el tiempo que marca la ley para tal fin, pero a esa mujer a la que le han oído decir que en la noche del crimen vio al asesino y oyó su voz, debe usted interrogarla otra vez e inmediatamente, aunque la saque de la pista del circo arrastrándola por los pelos
— "¡Jo, que exagerado eres, tío!" — y en el caso de que se niegue a colaborar llámeme y mandaré una patrulla para que la traigan a comisaría.
— A la orden, mi capitán. ¿Manda alguna cosa más?
— No diga esa chorrada, que no estamos en la mili. Escuche, en el caso de que haya noticias del desaparecido llámeme también. Puede telefonearme al móvil aunque sean horas de estar en la cama. Este caso me intriga mucho, no es normal que el asesino haya escurrido el bulto tan faclmente, y lo que ya resultaría una calamidad total para todos nosotros, los policías de Almería y Murcia, es que se nos revelase como un asesino en serie. Ya me imagino el alboroto que armarían los medios si apareciesen más cadáveres de mujeres circenses jóvenes. Enriqueta, estruje a esa tal Martinelli hasta que le diga todo lo que vio y escuchó aquella noche, y no olvide de ponerles las pilas también al dueño del circo y al enano. Me ha dicho usted que el enano es un intrigante y que le proteje el viejo, ¿no?
— Así es, mi capitán.
— Alguno de los circenses, sean estos u otros, saben lo que ha pasado. ¿Usted qué piensa?
— Tengo mis dudas, mi capitán.
— Pues venga, intente despejarlas. Esta vez no lo tiene tan claro como cuando lo del cura asesino de Albacete, ¿eh? ¡je, je!
— Pues no, aquella vez sabía quién era el asesino desde el principio, como en los casos del teniente Colombo.


Se dirigió inmediatamente a la roulotte de Miss Martinelli, pero esta ya se encontraba en el "control", con su bandera en la mano, esperando a que se iniciase el desfile que abría la segunda función.
La inspectora recordó las palabras del enano: "Miss Martinelli es la ideóloga del crimen y yo sé quién es el ejecutor"


(Continuará)

jueves, 15 de diciembre de 2016

(40) El caso de la domadora asesinada



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— Queridos niños del público: ¡¿Creeis que averigurá Incitatus el nombre de nuestra ilustre invitada?!
— ¡Sííííííí! — respondieron todos los niños al unísono.
La inspectora Jiménez Herrera estaba hecha una furia por dentro y hacía un esfuerzo por controlarse y no estrangular al viejo entrometido.
"Esto ha sido cosa del cabrón del enano que le ha hablado de mi presencia en el circo, diciéndole como me llamo"
— Nuestra ilustre invitada se llama... ¿se llama Gervasia?
Incitatus negó, al igual que hiciera antes, moviendo la cabeza de un lado a otro, y el concienzudo "profesor" volvió a preguntar:
— La importante dama que nos acompaña... ¿acaso se llama Pascasia?
Los niños se rieron porque nunca habían escuchado unos nombres de mujer tan extraños. El "caballito sabio" volvió a negar y el viejales insistió:
— ¿No se llamará Rita?
Pues no, Incitatus dejó claro con su gesto que la ocupante del "palco de honor" tampoco respondía por Rita.
Sonó entonces un redoble de tambores, como si algún valiente trapecista fuese a realizar el triple salto mortal sin red.
— Quizá su nombre sea... ¿Enriqueta?
Solo quien estuviese en el secreto del truco pudo apreciar que el viejo domador inclinó su cuerpo hacia delante al formular la pregunta, y el "caballito sabio" movió la cabeza de arriba a abajo en señal de afirmación.
— ¡Sí! ¡Incitatus ha dicho que sí!
El público inició un aplauso, pero el domador lo interrumpió:
— ¡No, no, un momento, un momento! Antes debemos preguntarle a nuestra ilustre invitada si el caballito ha acertado — se dirigió a ella: — Señora, ¿podría decirnos su nombre?
— Sí, me llamo Enriqueta — respondió tan avergonzada como confusa al micrófono que el viejales puso en su boca.
Ahora sí, el aplauso sonó muy fuerte bajo la carpa de Gran Circo de la Atlántida. Un rato después, tras finalizar la función, Enriqueta salió de la carpa con un mosqueo de campeonato, pensando en la satisfacción que le daría darle una buena patada en el culo al viejo y un patadón en los cataplines al enano. Se lo había pasado fenomenal con la función circense, los artistas eran buenos a pesar de ser humildes, pero el ridículo al que la había sometido el carcamal con ínfulas de domador no tenía perdón de Dios.
"Habría que denunciarle por malos tratos al animal, el pony estaba lleno de mataduras. ¡Dios, qué horror!"
Trató de olvidar lo sucedido para centrarse en el trabajo que la había llevado hasta allí. Disponía de muy poco tiempo, pues la segunda función no tardaría en empezar. Su objetivo principal, el viejo, iba a quedar apalancado de momento, ya que lo más urgente era comunicarle a su superior la desaparición del empleado Abdel Alim y obligarle a Miss Martinelli a que le contase lo que oyó y vio exactamente la noche del crimen.
"Esa imbécil me va a decir la verdad o mando que la detengan ipso facto"
Buscó un lugar tranquilo para telefonear al capitán Lutgardo Llorente.


(Continuará)

miércoles, 14 de diciembre de 2016

(39) El caso de la domadora asesinada



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La megafonía anuncia la actuación estelar del "profesor Huang de la lejana China y su caballito sabio", y la inspectora ve aparecer en la pista al viejo Tobías Carretero ("¡tiene que ser él!") caracterizado de chino mandarín y acompañado de un viejo pony. Debía ser muy viejo el animal porque le costaba mucho caminar. El "profesor Huang" le decía: "¡Vamos, perezoso, que los niños quieren verte multiplicar" Y en eso consistía el número, el domador le preguntaba: "¿dos por cuatro?" y el pequeño equino daba ocho veces con una pata en el suelo. Y las multiplicaciones se alargaron durante un buen rato. La inspectora pudo apreciar que el sufrido animalito tenía algunas mataduras en el lomo. Sin duda el "profesor Huang" aplicaba con su "discípulo" la regla de oro del sistema educativo franquista: "la letra con sangre entra" A algunos de los circenses no les gustaba este número, pero a ver quién se atrevía a plantarle cara al patrón. Y llegó el momento cumbre de la actuación del "profesor Huang y su caballito sabio" Ante su estupor, la inspectora Jiménez Herrera vio que se plantaban a un palmo de sus narices el viejo domador y su viejo caballo enano.
— Saluda a la señora, Incitatus — dijo el "profesor Huang" en un perfecto castellano.
"Vaya, se llama como el caballo de Calígula. ¡Jo, qué vergüenza, me está mirando todo el mundo!"
El poney realizó dificultosamente una reverencia al estilo de los caballos de rejoneo. Dificultosamente porque ya no estaba para muchos trotes, más bien parecía que en cualquier momento iba a estirar la pata.
"¡Tierra, trágame!", se dijo la inspectora, convertida ya en el foco de atención del respetable público. Algunos chiquillos se acercaron para verla mejor.
— ¿Conoces a nuestra ilustre invitada, Incitatus?
Incitatus movió la cabeza de derecha a izquierda, negando que conociese a la "ilustre invitada"
— Ya lo ven ustedes, queridísimo público, no conoce a esta importante persona que hoy nos honra con su presencia, pero, como es un caballito sabio, va a averiguar su nombre. Claro que sí, lo va a averiguar. Queridos niños: ¡¿Averiguará Incitatus el nombre de nuestra ilustre invitada?!
— ¡Sííííííí! — respondieron todos los niños al unísono.
"¡La madre que lo parió!, ¡viejo asqueroso!"


(Continuará)



martes, 13 de diciembre de 2016

(38) El caso de la domadora asesinada.





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La gran bandera marciana o reticuliniana era paseada por la pista ante el asombro de unos y el estupor de otros. ¿Qué país representaba esta bandera tan rara? Los niños se lo preguntaban a sus padres, pero nadie tenía la respuesta. Sin duda los circenses estaban logrando su propósito, como siempre, como en cada función: Fascinar y mosquear durante un rato largo a su clientela, pues la presentación ya estaba durando lo suyo, y así el espectáculo se estiraba un montón. Era un circo humilde, muy limitado, y la imaginación suplía la falta de medios.
En esto que se encienden todas las luces y aparece un pequeño robot con más luces intermitentes que un camión y emitiendo unos sonidos rarísimos. A la inspectora le sobra tiempo para percatarse de que el monigote galáctico es el enano Marcial, tiene sus mismos andares de enano acondroplásico.
Suena una voz por megafonía: "Damas y caballeros, niños y niñas, ¡bienvenidos al fabuloso mundo de La Atlántida!"
"Pues vaya, así que esa bandera tan rara es la bandera de La Atlántida, ¡je,je!", se dice la inspectora, "estos circenses tienen más imaginación que Fernando Trueba, y el enano... ¿es un atlante?, jo, pues yo creía que eran más altos"
Al pasar por su lado, el enano díscolo saca la lengua.
"¡La madre que te parió!, ya te cogeré por banda, renacuajo"
El espectáculo resulta muy entretenido para todo el público sin excepción. Los adolescentes que portaban banderas, se muestran ahora como unos consumados malabaristas. Cristino Beniaján hace ver al respetable lo bien amaestrados que están sus chimpancés, los cuales son capaces de jugar al fútbol, patinar, saltar a la comba e imitar a Los Beatles, eso sí: con play back. El público ya ha visto cientos de veces atuaciones de monos, pero los números circenses, como ocurre con las procesiones de Semana Santa o los´desfiles de majorettes o de la Legión, jamás cansan, el respetable se los toma en sobredosis. "Sandro y Antonella con sus perritos ciclistas" son lo mejorcito de la función, al menos para el gusto de Doña Enriqueta: hacen diabluras con las bicicletas. Excelente también "Miss Martinelli", moviendo con sus piernas toda serie de objetos grandes, incluído un enorme piano de gomaespuma, y sin dejar de sonreí. Mateo Santos, "El Mago Shaoran", es ayudado por su  partenaire en un bonito show de magia. "Miss Martinelli", con otro vestido, aparece y desaparece varias veces en un armario, unas veces se la ve con un caniche blanco y otras con chihuaha negro. Finalmente es "serrada por la mitad" "Shaoran" saca palomas y conejos de todas partes. El público más impresionable exclama: "¡Oooooh!" Los adolescentes malabaristas del principio de la función, aparecen ahora como "acróbatas kazajos Troupe Balkhash" Una adolescente equilibrista es muy aplaudida. Dos rubias treintañeras dan brincos en la cama elástica acompañadas de un perro de raza indeterminada. Un "gorila" sale a la pista mientras la megafonía aconseja que no cunda el pánico. El "gorila" que es un hombre disfrazado de gorila, le quita el bolso a una señora del público y esta sale corriendo detrás de él con una pistola, disparándole con tan mala fortuna que no consigue matarle ni a la de tres. Es una señora enana, precisamente el enano Marcial disfrazado de mujer estrafalaria. El público se ríe de lo lindo. El fotógrafo calvo no deja de hacer fotos. Los payasos también son muy buenos, "Casildo y Cirilo", en la realidad: Desiderio Talledo y Cristino Beniaján, clown y augusto respectivamente, combinando las "payasadas de tortazos" con los chistes fáciles para niños.
Pero uno de los números del respertorio del "Gran Circo de la Atlántida" va a hacerle pasar a la inspectora Jiménez Herrera uno de los peores momentos de su vida. Angustia y vergüenza se apoderan de ella a partes iguales cuando...


(Continuará)