lunes, 14 de septiembre de 2015

( Episodio 52 ) Muertos de novela.


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Llamada telefónica del comisario Stevenson al agente especial Bolton mientras este contempla el cadáver de Evaristo Briceño, aunque aún no sabe que se llama así. ( El patrullero Jones le ha volado la cabeza de un tiro )
- Creemos que tu pájaro ha volado, Bolton. Una pareja de españoles locos, un hombre y una mujer que ayer detuvimos por escándalo público, afirman haberle visto en el aeropuerto.
- ¡Joder, qué noticia  más rara me estás dando! Explícate, Stevenson, please.
- Los patrulleros detuvieron a un hombre con mirada de poseso que daba gritos y empujaba a la gente mientras corría por la planta baja del aeropuerto. Era español, no entendían lo que decía, aunque señalaba a las escaleras de acceso a la primera planta. En su carrera empujó a varias personas. Un anciano cayó al suelo y está hospitalizado. Una señora se asustó al verle venir y, al echarse a un  lado, la atropelló un scooter de discapacitado que venía embalado. También acabó en el hospital. Cuando le conducían al coche policial, ya en la calle, una mujer intentó pegar a los policías. Es amiga del loco y está tan zumbada como él. Por supuesto, ninguno de los patrulleros les entendía, se da la circunstancia de que dichos agentes no veranean en España.
En comisaría han sido identificados como Desiderio Bertolaza San Simón y Amor de Dios Arenillas Almendrales. Están perfectamente documentados, son ciudadanos comunitarios residentes en Madrid. Gracias a la ayuda de un intérprete hemos sabido por boca del tal Desiderio que estaba persiguiendo por el aeropuerto a David Andrés Ascaso Durruti, pero que este se le escapó subiendo de dos en dos los peldaños de la escalera de acceso a la primera planta porque tiene las piernas muy largas y apenas contaba con unos bultos pequeños de equipaje, una mochila enana y un bolso de deportes también de reducido tamaño. Fue en ese momento cuando aparecieron los guardias de seguridad de aeropuerto y una pareja de bobbys, que detuvieron al instante al tal Desiderio. Y después a la mujer, como ya te he contado.
- ¿Y cómo coincidieron estos majaras en el aeropuerto con nuestro personaje?
- Pues, en palabras de ellos, Desiderio venía a cobrarle a David Andrés un dinero que le debe, y Amor dice que David Andrés era su pareja sentimental, pero que la dejó por alguna putona y quería vengarse. Yo me temo que, efectivamente, vieron  al tal Ascaso Durruti y este les dio el esquinazo.
- ¡Vaya película!
- ¿Y tú qué haces?
- Yo también tengo mi película: un muerto por disparo policial y un herido que se ha cagado de miedo. Y esto ha ocurrido en donde vivía el fugitivo David Andrés.
- ¡Hostias!
- Anda, mándame al forense, al juez, a los de las huellas y a una ambulancia, please.
- ¡Marchando!, ¡jajajajaja!



El día anterior ( A 12.000 metros de altura sobre el Canal de La Mancha )

- Seguro que en Manchester está nevando, ¡qué horror!, y estamos en Julio.
- No digas eso, Amor, ¡¿cómo va a estar nevando, por Dios?!
La mujer despechadísima estaba nerviosísima porque no pudo dormirse en el avión, y es que en el último momento se olvidó de meter en la maleta el neceser en el que iba la cajita de los somníferos.
- Mira, ya dejamos el Canal de la Mancha atrás. Esto de aquí abajo es Inglaterra.
- ¡Ni me insinúes que mire, Desiderio!... Lo último que haría es mirar por esa ventanilla. Mira tú todo lo que quieras si te gusta. ¡Oh, ya ha pasado la guarra otra vez! - se refería a la azafata, una inglesita veinteañera rubia y coloradota - ¿por qué tiene que sonreirte cada vez que pasa?
- Mujer, es una sonrisa profesional, les enseñan a sonreír a los pasajeros, forma parte de su...
- ¡Pero a ti no te sonreiría si no la estuvieses mirando cada vez que se acerca!
"Empiezo a comprender a ese hijo de puta, la ha abandonado por lo insoportable que es"
- Perdona, Desiderio, pero estoy muy nerviosa.
- Perdonada. Ego te absolvo in nomine patris et filiis et spiritus sancti.
- ¡¿Qué dices?!
- Es latín, que te perdono.
Unos minutos después el aparato empezó a descender y la megafonía advirtió de la obligatoriedad de ponerse el cinturón de seguridad y asegurarse de que el respaldo del asiento quedaba en posición vertical y la mesita del lunch plegada.
- ¿Qué están diciendo, Desiderio?
- Que nos abrochemos el cinturón de seguridad, lo mismo que cuando hemos despegado.
- Pero antes no has entendido ni jota cuando han venido con el carrito de los bocadillos y los refrescos y nos hemos tenido que comer dos sandwiches asquerosos.
- Es que ahora es más fácil. Mira, se ha encendido esta lucecita, que es la del cinturón de seguridad, y el avión está bajando. ¿No notas como baja?
- ¡Desiderio, no me recuerdes lo que hace el avión, que se me revuelven las tripas!
- ¡Vale, vale!
"¡Joder, está claro que no estoy en la película Emmanuell ni esta mujer es Sylvia Kristel! ¡Paciencia!"
- Y ahora que digo lo de las tripas, necesito ir al aseo. Aquí habrá aseo, supongo.
- Sí, pero no puedes ir hasta que aterricemos.
- ¡No puedo esperar, Desiderio!, ¡tengo muchas ganas!, ¡no me puedo aguantar!... Me parece que ha sido esa mierda de sandwiches que hemos comido. ¡Jesús, qué horror!
Y se levantó de su asiento.
- ¡Ponte el cinturón, Amor, por Dios!... ¡Siéntate, coño!
- Si me pongo el cinturón... ¡Ay, Dios, que me lo hago encima!
Tres azafatas acudieron presurosas a solucionar el problema, es decir, a obligarla a sentarse y abrocharse el cinturon, no a permitirla que fuese a la toilet, que ni entendiéndola se lo hubiesen permitido.
Y ahora el colmo, el avión empieza a inclinarse para realizar un giro. Amor contempla horrorizada, a través de la ventanilla de Desiderio y mientras las azafatas la sujetan y la gritan en un idioma extraño, que el ala izquierda del aparato sube y sube y ella siente que se cae.
- ¡Ay, qué horror!... ¡Ay, qué horror!
Las azafatas se ponen muy serias. Una la acomoda violentamente en el asiento y otra la abrocha el cinturón.
- ¡Ay, Dios mio!... Desiderio, me he cagado un poquito.
Desiderio se ha puesto a mirar por la ventanilla. Los verdes campos de las afueras de Manchester y las hileras de casas rojas de dos pisos con jardincillo se van agrandando a medida que el pájaro de hierro orienta su morro en descenso hacia el nido. Desiderio está avergonzado. Las tres aeromozas han corrido a sentarse en su cabina al comprobar que la loca no hace ningún amago de desabrocharse el cinturón. Amor aún debe esperar un largo rato para entrar en la toilet del aeropuerto, limpiarse la caca y cambiarse de braga.


David Andrés llega al aeropuerto.

Se ha permitido un capricho de veinte libras. En lugar de hacer el viajecito en tren o en bus, lo ha hecho en taxi. El black cab se detiene ante la terminal 3 y el viajero le extiende al taxista un billetito de fifty pounds ( 50 libras ) y recibe la vuelta en tres billetitos que suman thirty pounds ( 30 libras ) Se ajusta la gorra negra de "I Love London" que se compró en Arndale, en la misma shop en donde compró las zapatillas deportivas blancas que ahora le van a servir para correr, y se dispone a salir del taxi.

Dos personas por él muy conocidas han decidido también viajar del aeropuerto a la city en taxi: Amor y Desiderio, y esperan su turno pacientemente en la cola pertinente. Llegado este momento ya han pasado por el control de policía, la sala de recogida de equipajes facturados y la toilet. Amor se siente una mujer nueva con su braga limpia.
- Claudio me ha parecido un hombre serio y honrado, ¿y a ti?
- Por lo menos nos ha comprendido y nos va a recibir. Yo no creía que iba a ser tan fácil, pero hemos tenido a favor que a él ha intentado robarle. Tu ex terminará en la cárcel, Amor, y si no al tiempo.
- ¡Y se lo tiene bien merecido!... ¡Ay, hijo, qué miedo he pasado en el avión!, ¡y esas azafatas tan pegajosas!... Perdona si te he hecho pasar vergüenza, cariño.
- Nada, no le des más vueltas.

Nada más salir del taxi, este se pone en marcha y David Andrés queda al descubierto para los viajeros que aguardan su turno de taxi en la acera de enfrente. Y entonces descubre horrorizado que allí se encuentran dos viejos conocidos suyos, ¡Amor y Desiderio!, y están ubicados muy pocos metros del tramo de acera por donde él camina. Varios taxis se mueven y le tapan. Por un momento respira tranquilo.
"¡No me han visto!"
Se baja la visera hasta los ojos y camina acelerado hacia el paso de cebra que queda justo enfrente del acceso a la Terminal Tres.

- ¡Te juro que le he visto, Amor!... ¡Es él, coño, es él!... ¡No te muevas de aquí!, ¡no te muevas, eh!, ¡voy a por ese cabrón!

( Ustedes ya conocen el final, pero disfrútenlo ahora desde otra perspectiva. ¡Vivan la emoción de un final espectacular!, ¡tachán, tachán! )

Este episodio se lo dedico a mi girl friend Enriqueta Jiménez Herrera, la más valiente aviadora del mundo.

8 comentarios:

  1. "Empiezo a comprender a ese hijo de puta, la ha abandonado por lo insoportable que es"
    "¡Joder, está claro que no estoy en la película Emmanuell ni esta mujer es Sylvia Kristel! ¡Paciencia!"

    ¡Juas juas juas! ¡Muy bueno, me desternillo! Una mujer celosa, aparte de mostrar su nula autoestima, ahuyenta a su pareja por pesada e inaguantable.

    Oiga, a mí me pasó lo contrario con el primer novio que tuve. Decía que no le quería porque no era celosa. Pesadito el tío, oiga. Al final le di el pasaporte porque el celoso era él y me amargaba la vida.
    Sentados en el sofá de casa de mis padres, pelando la pava, se acercaba mi Bobi, el pointer, esperando una caricia mía y el burro la emprende a patadas con él.
    Ahí se acabó la historia, puestos a escoger, me quedé con el perro y a él lo puse de patitas en la puerta.
    Las personas celosas son enfermizas y cuanto más lejos mejor, porque es totalmente imposible establecer una relación así, basada en la desconfianza.

    ¡Ja ja ja! ¡Felicidades por la dedicatoria como la aviadora más valiente del mundo, Enriqueta!
    Doy fe de ello.

    Besossssssssssssssssssssssss...

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  2. Jo, tener celos del perro y además reaccionar con violencia ya riza el rizo de los celos patológicos. Se libró usted de un futuro marido cafre.
    A Doñe Enri el valor se le supone, ahora de pasar la gran prueba!

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  3. Muchas gracias¡¡¡¡¡¡ y la prueba pues como que no quiero pensar, el avion de una manera u otra tiene que bajar¡¡ muchos abrazacos.

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  4. Muchos besos para ambos¡¡¡ Teresa¡¡ espero sobrevivir.

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  5. ¡Joder, "de una manera a otra tiene que bajar",qué tétrica se nos ha puesto!... A lo mejor le abducen los extraterrestres y sube más.

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  6. ¡Joder, "de una manera a otra tiene que bajar",qué tétrica se nos ha puesto!... A lo mejor le abducen los extraterrestres y sube más.

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  7. ¡Ja ja ja!
    Nuestra querida Enriqueta es la monda.

    Venga, niña, repite conmigo: No pienso, no pienso, no pienso, no...
    Y ya está. Si no piensas ni te enteras.

    He volado muchas veces, por cierto, la primera a Londres. Y sola, y sin saber un boniato de inglés. Ningún problema, me desenvolví estupendamente.
    Sólo una cosa de narices, oye, cuando llegué a mi alojamiento dejé el equipaje en la habitación y bajé al comedor, esperando la cena.
    ¡Ja! esos guiris cenan a las siete de la tarde o así, conque mi cena fue mirar la televisión un rato. Cuando fui consciente de que no habría manduca porque nadie se acercó a tomar el pedido, me despedí amablemente del dueño y subí a dormir. Arggggggggggg...

    Volar es agradable, siempre y cuando el piloto no se crea un kamikaze, je je je... Lo digo por una sola vez, volando de Barcelona a Sevilla, que el joío me dejó con los oídos tapados durante días y aún me sigo acordando de su parentela.
    Pero no te asustes, ya te digo que he volado innumerables veces y todo va como una seda.

    Lleváte algo para leer, aunque sea la revista ¡HOLA!, así te entretienes y no piensas. Y no mires por la ventanilla si tanto te asusta, aunque a mí me encanta ver que volamos por encima de hermosas nubes blancas como algodón.
    En una ocasión, regresando de Madrid por la noche, la vista al elevarnos era maravillosa, un tapìz de lucecitas de colores que parecían piedras preciosas. Eran farolas y semáforos, pero a esa altura parecían joyas.
    Oye, quise sacar del bolso la cámara de fotos, pero la cremallera se me atoró en una fina chaqueta que guardaba en él. Perdí la oportunidad. Y el bolso, porque tuve que elegir entre él y la chaqueta y me decidí por esta al ser más nueva, comprada para la ocasión.
    Y no creas, el bolso también me era muy querido, regalo de un buen amigo karateca. Todavía lo tengo y lo uso de vez en cuando, pero sin cremallera, la tuve que romper para salvar la chaqueta.

    Venga, adelante sin miedo, que por ahí arriba, en las nubes, no hay extraterrestres, ¡juas!

    Besosssssssssssssssssssss

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  8. jajajajajaja¡¡ gracias¡¡¡¡ comprare el pronto, muchos besucones¡¡¡¡

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