viernes, 25 de septiembre de 2015

El remordimiento de un asesino




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Fue el 24 de Diciembre de 2.002. Habían transcurrido 13 años, ¡trece malditos años!, trece años desesperantes desde la noche, Noche Buena, en la que sacó del armario de la cocina el cuchillo que más cortaba y... ¡acuchilló 28 veces a su mujer! Su mujer, la mujer que el quería con toda su alma. Y también quería muchísimo a su bebé de cinco meses.
"¡¿Qué habrá sido de Jorge, Dios mio?!... Jorge ya tiene trece años. ¿Qué tipo de gente le habrá adoptado? ¿Ha heredado mi locura o es un chico normal? ¿Le habrán cambiado el nombre?...
No había respuestas. Nadie le daría jamás una contestación a sus preguntas suplicantes. ¿O sí?
"Todos los años se pone así en Noche Buena", le dijo un funcionario veterano a un funcionario joven con el que compartía la guardia nocturna. "¿Y qué hacemos?, acaba de darse un cabezazo contra los barrotes de la celda". "Nada, no te preocupes, ya están avisados los loqueros" 
Justo en ese momento llegaron dos enfermeros jóvenes que le redujeron con la ayuda de los dos funcionarios y le administraron un fuerte sedante.

Fue el 24 de Diciembre de 2.002. Habían transcurrido 18 años. Recibió una notificación acojonante: al día siguiente, Navidad, iba a recibir una visita muy especial, su hijo de 18 años, ¡Jorge! No le dio la locura de otros años, pero se sintió tremendamente angustiado.
"¡No, no, no puedo verle!, le diré al director que anule la visita, no puedo recibir a mi hijo, ¡no puedo recibir al hijo de la mujer a la que asesiné!

Este sería el principio de un relato más largo o de una novela, pero creo que me es suficiente con haber redondeado un pequeño relato que sirve para hacer pensar al lector.

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