domingo, 13 de septiembre de 2015

( Episodio 51 ) Muertos de novela




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Claudio se sentía cornudo y apaleado, sufría intensamente por ambos estados oprobiosos, cornudo porque le había brindado su amistad y hospitalidad a un amigo de siempre y le había traicionado. Apaleado porque se habían ido a la mierda sus ahorros. Era como si tuviese una esposa y esta le hubiese plantado por otro tío y, al mismo tiempo, ambos se hubiesen fugado. Pero lo que menos podía imaginarse el cornudo sufriente era que, dentro de breves minutos, iba a ser apaleado otra vez.
Se preparó una tila como si el pensamiento del detective Boltón le llegase en diferido. Llamaron al timbre. Acudió con la taza de tila en la mano.
"¿Quién coño puede ser ahora?"
Ante sus ojos apareció un individuo rubio sonriente, pero de sonrisa cínica; peor, cruel.
- ¿Qué quiere? - preguntó hóscamente Claudio.
- ¿Vive aquí David Andrés Ascaso Durruti?
- ¡Vivía!, ¡ya no está!, ¿qué quiere usted?
- Oiga, ¿porqué me habla en ese tono?
- Perdón, perdón... - Se echó atrás, intuyó que iba por muy mal camino si seguía escupiendo su ira contra personas que no tenían ninguna culpa de lo que le pasaba a él - Se lo digo con buen tono, no está, se ha marchado de esta casa.
- ¿Pero esta no es su casa?
- No, es mi casa, ¡la mía! - volvió a mosquearse - y no tengo que dar más explicaciones a un extraño. Localícele por teléfono. ¡Adios!
Fue a cerrar la puerta pero el intruso se lo impidió empujándola hacía dentro, al tiempo que se colaba en la casa y le agarraba por el cuello al anfitrión, dando seguidamente una coz a la puerta que terminó en portazo. Y, agarrado del cuello, se llevó al asustadísimo Claudio hasta el salón de la casa, empujándole para que cayese sobre un sofá y echándose sobre él al mismo tiempo que abría una navaja automática y le pinchaba un poquito en el cuello.
- ¡¿Sabes que esto, mamón?, ¿lo sabes?!... En mi tierra la llaman "albaceteña" y es una maravilla cortando carne, ¡matando!... ¡¿Dónde están David Andrés, su mujer y sus hijos?!, ¡Venga, contesta, cabrón!
- Se ha escapado de aquí y no tiene mujer e hijos, ¡se lo juro! - respondió un Claudio con la cara tan pasmada que le recordó a los muertos de novela de Camilo Coscojuela.
- ¡¿No tiene mujer ni hijos?!
- ¡No, no los tiene!... ¡No me mate, por favor!, yo tengo una madre que...
- ¡¿Qué hacía en esta casa?!
- Lo tenía de invitado mientras encontrase un sitio para vivir.
Claudio era presa del terror. Jamás en su vida se había encontrado en una situación similar ni por aproximación. ¡Dios, ya podía ser una pesadilla y despertarse ahora mismo!
Pero no, no lo era, había dado con un sujeto peor que el indeseable David Andrés, una rata de cloaca pero de peor catadura. Y en esta ocasión la rata estaba herida porque acababa de comprender que el narizón hijo de puta se había reído de él a conciencia, que había planeado la broma mientras guardaba silencio escuchándole al teléfono el día anterior.
- ¡¿Dónde guardas el dinero?!
- ¡No tengo dinero!, ¡me ha robado!, ¡me ha robado!
Y rompió en sollozos.
- ¡Lo que me faltaba, una maricona llorona!... ¡¿Me estás diciendo que ese hijo de puta te ha robado?!... ¡Deja de llorar, hostias! - y le dio dos bofetadas bien fuertes - ¡Deja de llorar o te rebano el cuello, maricón!... ¡¿Dónde tienes la tarjeta de crédito?!
- No tengo dinero en el banco. ¡Se lo juro!, ¡se lo juro por Dios!
- ¡Me cago en la hostia!, ¡tú eres una puta mierda! - y le propinó cuatro bofetadas más, esta vez fortísimas - ¡Me cago en tu puta madre!, ¡te has cagado!, ¡apestas!
Iba a volver a pegarle pero oye el  estrépito de la puerta de la calle al abrirse violentamente. Bolton había oído gritos en la casa mientras subía la escalera, y uno de los patrulleros que le acompañaba ( tuvo la prevención de ponerse en contacto con una patrulla ) abrió violentamente la puerta pensando que estaba cerrada con llave.
Bolton y un patrullero apuntaron con sus pistolas al malvado. El otro patrullero estaba pendiente de la habitación de al lado, por si aparecía alguien.
- ¡Suelta esa navaja o eres hombre muerto! - gritó el detective.
- ¡Y una mierda!, me dejais salir de la casa o le corto el cuello a este.
( Este diálogo hubiese sido imposible con Andrés David, dado su desconocimiento del inglés. Y tampoco es que Evaristo lo hablase correctamente, pero se defendía )
- ¡Tira la navaja, te estamos apuntando!, ¡¿o es que no lo ves?!
Su respuesta consistió en hendirle otra vez la punta de la "albaceteña" a su cagada presa, cagada literalmente. Ahora el chorrito de sangre fue más copioso.
"¡Me muero!, ¡me muero!" - Claudio ya se veía en el otro barrio.
- O me dejais libre el paso o le rebano el cuello y se acabó todo. ¡Finito!
La respuesta policial fue una detonación de pistola Glock con salida de bala de calibre 40 que provocó el desparrame de la masa encefálica de Evaristo Briceño sobre la cara y parte del cuerpo del alucinado Claudio, el sofá y la moqueta. No le dio tiempo a comenzar su carrera delincuencial en Inglaterra al hombre que dejaba en herencia para la Justicia un pasaporte falso a nombre de Salvador Terradillos.
El patrullero Jones era campeón de tiro y lo tuvo muy fácil en tan corta distancia. El patrullero Madden hizo la señal de la cruz ante el cuerpo presente del fallecido, pues era católico y observaba el seguimiento de los ritos de su religión.
Claudio Gutiérrez perdió el conocimiento y John Bolton respiro aliviado, aunque asqueado por el repugnante espectáculo de un hombre descerebrado, literalmente descerebrado.
En ese momento recibió una llamada de su amigo, el comisario Stevenson.
- Creemos que tu pájaro ha volado, Bolton. Una pareja de españoles locos, un hombre y una mujer que ayer detuvimos por escándalo, afirman haberle visto en el aeropuerto.
- ¡Joder, que noticia más rara me estás dando!
Eran los gages de su oficio, podía recibir una "noticia rara" mientras contemplaba un cadáver reciente con la cabeza hecha puré de sesos y, a su lado, un gordo inconsciente con el cuello sangrando y cagado.

( ¡Quienes son esa pareja de locos que afirman haber visto a David Andrés?!... ¡Seguro que los lectores más sagaces ya se lo suponen!... ¡Estamos a un paso del final, amadísimos lectores! )

2 comentarios:

  1. Buen final para Evaristo Briceño, el que se merecía. Si se hubiera quedado en España habría conseguido huír porque aquí se procesa a la policía aunque sólo hagan un tiro al aire.

    Voy arriba.

    (Nuestro amigo Jesús tiene una noticia para usted. Nada nuevo)

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  2. Hay que matar a algunos para intentar demostrar que esto se parece un poco a la novela negra, jeje!
    ¡Bienvenida a la recta final!... Hoy publicaré el último episodio y mañana una sorpresa extraña, una chaladura que se me ha ocurrido.

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