jueves, 1 de octubre de 2015

El secreto de Susana


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De recién nacida les pareció feísima.
"Bueno, muchos bebés son feos, pero luego mejora su aspecto"
Así se consolaba el matrimonio y así les consolaron sus familiares y amigos.  
Pero Susana no mejoró. Peor aún, con cinco, seis y siete añitos ya se fue viendo que decirle "feucha" era ser muy piadosos con ella, porque la verdad es que era muy fea.
Pero a la vez destacaron otras cualidades en ella, quizá por eso de que la Naturaleza compensa lo malo con lo bueno: era inteligentísima y gozaba de un gran sentido del humor. Incluso se tomaba a pitorreo su fealdad. No faltaban en su boca frasecillas tópicas como "la suerte de la fea la guapa la desea"
Sin embargo, llegaron su adolescencia y pos adolescencia y no resultó ser una chica suertuda, no le salieron pretendientes, ni siquiera gozó de esas primeras relaciones de iniciación sexual, los primeros tocamientos nocturnos en los que las parejas se pierden por los pinares o en la oscuridad de las salas de cine. Y eso que Susana había aprendido a arreglarse y compensaba y disimulaba en parte su fealdad.
Al cumplir los dieciocho la dio por viajar todos los domingos a Madrid, que estaba solo a treinta kilómetros del pueblo. Decía en casa que visitaba a amigas del colegio que ahora vivían en la capital y que iba con ellas a discotecas o a conciertos.
Nada de eso, Susana tenía un secreto.
Cierta noche regresó a su casa muy triste. Su madre la sorprendió llorando.
"No pasa nada, mamá, quiero estar sola, déjame"
Esa noche Carmen acudió a la habitación de su hija con la disculpa de preguntarle si quería un vaso de leche. Volvió a encontrarla llorando.
"¿No me quieres decir qué te pasa?... Es bueno desahogarse con alguien, Susana"
Se metió en la cama con ella como cuando era una niña y se hacían confidencias. Para su sorpresa, Susana no la rehuyó. Todo lo contrario, se abrazó a ella y la besó apasionadamente. La besó incluso en la boca.
Era un verano muy tórrido y ambas estaban casi desnudas.
Susana besó los pechos de su madre y luego la acarició el sexo. Carmen se dejó hacer, sorprendida a sí misma de que estaba disfrutando con ello. ¡Su primera relación lésbica... y con su propia hija! Lesbianismo e incesto al mismo tiempo. Pero en ese momento ninguna de las dos cosas le pareció mala.
Al terminar guardaron un largo silencio. Lo rompió Carmen para preguntar:
- Has perdido a alguien, ¿verdad?
- Sí, a mi novia Laura, la única persona a la que he querido con toda mi alma.
Un cáncer se había llevado a la gran amiga de su vida. Susana sollozó nuevamente y su madre la acarició los cabellos, humedeciendo la lengua con aquellas lágrimas de profunda desolación.
Deseó con todo su corazón que su hija volviese a ser feliz.

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