miércoles, 7 de octubre de 2015

( III ) Un asesino más listo que el hambre.


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Nicolás

Se llamaba "Cementerio Municipal Virgen de La Cañada" en honor al barrio del mismo nombre. A principio de los años sesenta comenzarse a poblarse de gentes venidas de Extremadura, la mayoría de ellos de La Cañada, un pueblo en donde antiguamente se les había aparecido la Virgen a unos vecinos.
Nicolás Fuentes era el conserje del santo lugar, el sepulturero o enterrador, un cincuentañero delgadito y calvo, solterón perpetuo.
En esta mañana otoñal de cielo despejado y algo de frío, Nicolás se encontraba de un humor excelente, pero no sabía porqué. Simplemente se encontraba a gusto. Pero esta situación de dicha le iba a durar muy poquito. Se sorprendió al ver que la puerta del panteón de la familia Galíndez de Osuna y Girón estaba completamente abierta. Se acercó al panteón y entró. Lo que vio le revolvió el estómago. Retrocedió unos pasos y vomitó todo lo que había desayunado.



Fulgencio

Fulgencio Hermoso Gallardo jamás se lamentó por tener este nombre y apellidos, ni siquiera cuando era un niño en un mundo de niños crueles, niños ávidos de burlarse de las desgracias de otros niños y golpearles incluso. Su desgracia no era llamarse así, sino que acompañaba a su nombre un físico nada favorecido, pues Fulgencio juntaba en su persona varias cualidades que hubiesen hecho sonreír a Quevedo u otros sátiros creativos. Para empezar era bajito, demasiado bajito, 1`49, muy poca altura para un hombre. Sobre su espalda cargaba con una giba o chepa de lo más antiestética. Su cabeza era grande, la nariz chata, más bien redonda, como un tomatito o nariz de goma de payaso. Y completaban su apolínea imagen un ojo saltón de batracio y la ausencia del otro cubierta con un parche pirata. Esto último no era una negación de la Naturaleza, sino el efecto de una bala de goma disparada por la policía. El agente antidisturbios, según su testimonio, iba a disparar al aire, pero le empujaron sin querer unos compañeros que venían detrás. Era una manifestación no autorizada de estudiantes en la que no tenía nada que ver el detective, simplemente pasaba inoportunamente por allí.
El detective privado Hermoso Gallardo asumía esta relación entre sus apellidos y su físico con total sentido del humor. Solía decir que, de haberse llamado Juan Pérez o Antonio Rodriguez, se hubiese sentido siempre como una piltrafilla, pero que su verdadera personalidad se la daba el hecho de ser enano, cabezón, tuerto y jorobado y poder atender por Hermoso Gallardo.
Atendió al teléfono:
- Hermoso Gallardo, investigación privada, dígame.
- ¿Es usted el detective Hermoso Gallardo?
- ¡Se lo acabo de decir, coño!

( Continuará )

6 comentarios:

  1. Desde luego sacas unos personajes de tebeo

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  2. ¡Hola, Don Jesús!, trato de combinar el esperpento con la novela negra dentro de mi limitado talento, pero me lo paso bien. ¡Un abrazo!

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  3. Fulgencio mide un centímetro menos que yo y si no llego a recuperarme de aquella caída por las escaleras, casi que seríamos iguales porque me hice un ojo a la funerala, me rompí una costilla y... ¡Uf! Bueno, me ha quedado el tajo en la pierna, eso me lo llevaré a la tumba, pero me tiene sin cuidado, cuando uso falda lo luzco con orgullo, como Fulgencio lo suyo, je je je...

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  4. Así, hay que ser desinhibidos en esta vida, aceptar las cosas que tampoco son tan duras de llevar. Una cicatriz, el hecho de ser bajito o gordo, etc. no son cosas para atormentarse a no ser que la persona "afectada" este dominada por los complejos.

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    1. Yo no tengo ni un solo complejo, amigo mío. Mi carencia de audición la voy pregonando a cada paso, orgullosa de que no sea una losa.
      Hace poco he sabido que una compañera de los foros de 'D'Espanya i Catalans' va en silla de ruedas al verla en una foto del 12-O. No lo sabía, nunca lo ha dicho. La he reconocido por la foto, la suya de perfil y la de ese día.
      No sé, puede que a ella no le apetezca decirlo, pero en mi caso, creo que es necesario por según qué cosas cuento que si no, no se entenderían.

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  5. También hay que pensar que es mucho más fácil para las personas que están trabajando en algo que les gusta, porque para las personas muy sensibles los trabajos que solo son "alimenticios" pueden suponer una tortura, por ejemplo si se trata de un gai en un ambiente muy machista.

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