jueves, 15 de octubre de 2015

( XI ) Un asesino más listo que el hambre.


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Tomasa

"O es una zorra que se calla muchas cosas que sabe o esta chalada. Pero, coño, ojalá que todos los chalados me extendiesen un talón por 500 euros de buenas a primeras"
Mientras abandonaba el palacete, acompañado por el "mayordomo" Mario hasta la verja y seguido visualmente desde las ventanas por Doña Carlota y la "doncella" Mari, el detective Fulgencio Hermoso Gallardo ya sabía cual era su primer paso a dar en este caso tan extraño: comprobar si el talón tenía fondos.
"A primera vista da la impresión de que el caso solo está en la cabeza de Doña Carlota"
Caminó un rato en dirección a Génova, digeriendo en la matería gris que albergaba su voluminosa cabeza todos los detalles de la conversación con la señora del palacete. Se paró ante la puerta de un estanco. Necesitaba surtirse de tabaco.
"El segundo paso, en el caso de que el talón tenga fondos, será hablar con el responsable del cementerio. La verdad es que me gustaría que si hubiese caso. Con una clienta tan rumbosa como esta puedo resolver mi vida por una temporada"
Se cruzó en la puerta del estanco con un parroquiano que salía, un individuo cincuentón muy atildado y perfumado.
- ¡Adios, Tomasa, que sigas tan guapa!
- ¡Adios, cielo!
Saltaba a la vista que Tomasa era una coquetona. Posiblemente tendría muy revueltos a todos los viejales donjuanescos de la calle Zurbano, algunos también con palacete. Cincuentona con melena negra cortada a lo chico, mejillas cargadas de colorete y labios pintados de un rojo escandaloso; ojos castaños muy grandes y pechos como balones de fútbol ceñidos en un jersey rosa. Todo grande para una mujer pequeña, de la altura aproximada de Fulgencio, 1´49.
"Madre mía, qué superdomingas!"
- ¿Qué desea?
Se le había borrado automáticamente la sonrisa con la que había despedido al caballero galanteador.
"¡¿Qué es esto, santo cielo?!, ¡un monstruo!"
El advirtió su zozobra. Era lo más común todos los días con todo dios.
- Una cajetilla de ducados, por favor. Y no muerdo, no se preocupe, soy un monstruo pacífico.
- ¡Pues menos mal! - se le escapó a ella.
- Cada uno es como es, hija mía.
- Ya, ya, pero usted es de lo que no hay. Es que me acabo de llevar una impresión... ¡uf!
- Ya estoy acostumbrado, impresiono a todo el mundo, igualito que los galanes de Hollywood. 
Ella rió exageradamente, como ríen los adolescentes en el cine después de cagarse de miedo con una escena de terror.
Fulgencio se  giró para observar la colección de mecheros antiguos de gasolina expuestos en una vitrina y ella descubrió que también era jorobado. Y tuvo una "idea genial" Sacó de un cajoncito una participación de lotería navideña y, con su mejor sonrisa, le preguntó al monstruo:
- Me permite que se la frote en la chepa. Dicen que da buena suerte.
- Bueno, no deja de ser una superstición más, pero aguarde, a mi también se me ha ocurrido algo. 
Extrajo del bolsillo interior de la cazadora una participación, también de lotería de Navidad, y preguntó con fingida inocencia:
- ¿Me permite que se la frote en las tetas?
- ¡Grosero!
El caballero galanteador, que estaba vigilando desde la calle, pues se horrorizó al ver el tipo de ser humano que entraba en la tienda, respiró aliviado al ver que este ya se iba.
"¡Gracias, Dios mio, no se la ha comido!.

( Continuará )

6 comentarios:

  1. Jajaja¡¡ es muy simpatica, me gusta mucho, imagino conforme voy leyendo y me río, muchas gracias por esto raticos de lectura ¡ besos¡¡

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  2. ¡A usted!... ¡Qué alegría, por fin aparece alguien por aquí! ¡Besos!

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  3. ¡Ja ja ja! De risa, esta escena.
    Me encanta Fulgencio y su desparpajo. Otro en su situación se habría vuelto un ogro. Huraño, tal vez agresivo, si no incluso criminal finalmente, pero Hermoso Gallardo es estupendo.

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  4. Tengo vistos en esta vida a personajes reales que no asumen su "imperfección" y a otros que se rien de su sombra. Un actor con el que trabajé mucho en las cámaras ocultas, Jorge Merino, es de estos últimos, siempre estaba haciendo chistes de su gordura, ¡excesiva gordura!... Y he conocido a un par de "bajitos" que siempre estaban propensos al cabreo por si alguien "les miraba mal"

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    1. Recuerdo a Merino, sí, era un "gordito relleno". Bueno, espero que lo siga siendo, claro, no tengo por qué hablar de él en pasado.
      Yo conozco a un compañero de ese grupo mío del 12-O que es bastante más bajo que yo, que ya es decir, pero ni tiene complejo ni mala leche. Y encima es guapo, coño,

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  5. "Don Jorge" como le empecé a llamar en una de las bromas de cámara oculta porque hacía de encargado, nos contó que sus padres ponían un candado a la nevera para que no siguiese inflándose, jeje!, y me lo creí cuando empecé a verle a menudo comiendo en un restaurante de Atocha en el que yo también comía de vez en cuando.

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