domingo, 9 de agosto de 2015

Saque de honor.









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Para el concurso de relatos veraniegos de El Periódico del Prat.


Este relato no se lo recomiendo a las personas muy sensibles. Lo digo absolutamente en serio. No es un relato de humor.


18 de Julio de 1.937


Había transcurrido un año, justo un año, desde el día del "Glorioso Alzamiento Nacional" Los rebeldes ganaban posiciones, pero muy lentamente. La guerra se eternizaba. En la retaguardia tenían tiempo para todo.
En aquel campo de prisioneros era rara la noche que no sacaban a una docena de hombres de sus celdas, los trasladaban en un camión un par de kilómetros, los fusilaban y los arrojaban a una fosa común.
Pero aquella noche fue distinta porque no lo hicieron exactamente de noche y no "pasearon" a una docena de hombres. Un cielo amarillento y rojizo entre nubes dispersas anunciaba el nuevo día. Un día entre muertes y muertes en la España de los dos "bandos irreconciliables".
Solo sacaron a un hombre. Le obligaron a subirse al volquete del camión. Pero el camión tardó en arrancar porque los hombres que se llevaban al prisionero querían que amaneciese del todo.
Finalmente arrancó. Se dirigió a una playa. Detrás, en un par de coches, seguían al camión los hombres que iban a participar en algo incalificable cuyo perjudicado iba a ser aquel prisionero.
El camión se desvió del camino de tierra, llegando al linde de la playa y aparcando allí. Le hicieron bajarse a la víctima. Un republicano. Ellos eran falangistas.
El hombre lloró y suplicó por su vida, recordándoles a sus verdugos que tenía mujer e hijos y que nunca había empuñado un arma.
- ¡Eres un rojo de mierda!, ¡puta basura!, ¡puta basura!... ¡y tu mujer y tus hijos son tan mierdas y tan basuras como tú!
- ¡Me cago en tu puta madre roja! - le gritó otro que no tendría más de 16 años, un imberbe niñato con cara de odio, que hoy en día bien podría ser un ultrasur, un yihadista o vayan ustedes a saber qué otro tipo de monstruo.
El hombre siguió suplicando y, como respuesta, le tumbaron en el suelo y empezaron a propinarle patadas.
- ¡Alto ahí, hostias!, ¡lo quiero vivo!, ¡vivo!, ¡bien vivo!... ¡Me cago en mi puta madre si lo matais!, ¡os fusilo inmediatamente!
Era el que mandaba y nadie osó rechistar. Mientras tanto, otros cavaban un hoyo en la arena, un gran hoyo, o al menos lo suficientemente grande para enterrar al hombre en posición vertical. Cuando lo acabaron, arrojaron al hombre y volvieron a llenar el hoyo de arena hasta cubrirle entero, casi entero. Le dejaron la cabeza fuera. Ya no era un hombre, era una cabeza en el suelo.
La atención de los falangistas se desvió ahora hacia el vehículo que acababa de llegar, un citroen con emblemas del ejercito franquista, el mismo modelo de coche en el que se movía Hitler. El soldado conductor abrió una de las puertas traseras para que saliese su ocupante, un capitán legionario que había participado en la escabechina de Sevilla a las órdenes de Queipo de Llano. Los falangistas le aplaudieron y el sonrió complacido. Era el homenajeado. Después habría una paella en su honor. Ambos actos conmemoraban la gesta del 18 de Julio.
Se dirigió al lugar en donde estaba la "pelota" Él iba a realizar el saque de honor.
El hombre miró aterrorizado a aquellas botas porque intuyó lo que iban a hacerle. Preferiría haber perdido el conocimiento. Mejor aún: preferiría haberse muerto de un infarto. Pero su corazón estaba resistiendo durante todo el prolegómeno de la atrocidad. Seguía vivo y los segundos se le hacían eternos. Ya no le importaba la muerte, quisiera estar muerto, le importaban el dolor y la vejación. Cerró los ojos, pero volvió a abrirlos en un acto reflejo. Allí seguían las botas, grandes, lustrosas, ¡letales!
Retrocedió dos pasos para tomar impulso. Iba a ser un saque de honor, pero él quería que pareciese un penalti. ¡Un cañonazo! Eso iba a ser, un potente cañonazo que dejase boquiabiertos a los mierdecillas falangistas. Tomó impulso y...
Se paró en seco. De pronto había tenido una idea para que a la función no le faltase su pizca de suspense y los falangistas le aplaudiesen de nuevo. Sacó de un bolsillo del pantalón una petaca alcohólica y se echó al cuerpo un largo trago de coñac, mientras que con la otra mano se reajustaba los cojones en un gesto de muy macho español. Los falangistas prorrumpieron en una espontánea ovación, acompañada de gritos de "¡Viva España!" y "¡Viva la Legión!", entusiasmados ante aquel rasgo de campechanía y virilidad española del valiente soldado que había sometido a toda la población roja de Sevilla.
Tomó impulso y propinó un punterazo en aquella cara espantada, en aquella cabeza que se despegó del tronco desplazándose varios metros sobre la arena.
Los servidores de los salvadores de la patria volvieron a aplaudir al héroe de la Legión, esta vez con mayor frenesí.
Seguidamente comenzó el partido. Cuando la cabeza quedase inservible se sustituiría por una pelota de verdad.


( Dedicado a todos los que luchan porque se conserve la memoria histórica para evitar que se repitan hechos execrables como este )

6 comentarios:

  1. Como es posible, a donde puede llegar el ser humano, me cuesta entender las coasa que ocurrieron y ocurren, no entra en mi cabeza, he visto muchas peliculas de echos reales, dificil de entender, buenas tarde.

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    1. Enriqueta, te agradecería que dejases de publicar en el face los relatos de Iñaki que todavía no constan en el blog del concurso.
      El protagonista es el concurso, no Iñaki.

      Besos.

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    2. Otra vez mil perdones¡
      Besos.

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  2. Pues porque todos los seres humanos no están igualmente humanizados, los hay que son bestias de la peor ralea.

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  3. Gracias, Iñaki.
    Luego o mañana lo publicaré en el blog del concurso.

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