jueves, 20 de agosto de 2015

( Episodio 32 ) Muertos de novela.



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( Rabino Salomón Parker y autobús X41 ) 

Suben al autobús detrás de los orondos judíos y sus igualmente rollizas criaturas. Abajo está lleno y arriba no hace falta comprobarlo porque las personas que ocupan la escalera son el mejor indicativo de que el bus está full, lleno.
Para mayor desesperación de la pareja conversa, otros barbudos ortodoxos les miran. En el autobús viajan unos cuantos.
"Joder, esto es como viajar en un autobús de Jerusalén en la hora punta", reflexiona deprimido Alí. 
El matrimonio fat, gordos, están casi cuerpo a cuerpo con ellos, en la parte delantera del vehículo, junto a un discapacitado, también judio ortodoxo, en su weelchair, silla de ruedas, que ocupa un buen espacio, lo mismo que el cochecito del bebé gordo, lo cual ha obligado a estrujarse más al personal. El discapacitado se halla ajeno a todo lo que le rodea, leyendo en un pequeño ejemplar de La Tora. Debe ser el único en todo el autobús que no les mira a los "disfrazados"
El bus X41 se desliza veloz con toda su carga humana de religiosidad extrema por la carretera de escaso tráfico a esta hora. La mitad del trayecto hasta Manchester City es cuesta abajo, justo hasta llegar a la populosa zona de tiendas de emigrantes, mayormente indios y pakistanís, venta al detalle y al por mayor. De allí parte una carretera hacia Cheetham Hill. Un poco más adelante, a la izquierda, está la vieja y colosal prisión de Manchester, y a ambos lados de la carretera tiendas, almacenes y dos restaurantes de lujo para bodas y otros fastos. Todos los edificios son antiguas casonas de dos plantas, viejos talleres, residencias, cooperativas de obreros... Hay también lavaderos a mano de coches y puestos de venta al aire libre de accesorios para el automóvil.
Alí y Hamed se sienten incomodísimos por los continuos roces con los gordos en los vaivenes del autobús. Hamed observa con que concentración lee el libro sagrado el judio discapacitado. Después gira la cabeza para posar la mirada golosa en el hermoso perfil árabe de la conductora del autobús, una mujer joven de expresivos ojos negros, tan negros como su velo islámico, aunque Hamed no alcanza ahora a verle los ojos, pero se los vio al entrar en el bus y le impactaron tanto como su sonrisa de hermosa hurí.
"Es una mujer muy inteligente, me ha sonreído al verme subir al autobús, sin duda porque se ha percatado de que soy un hermano en la fe de Alá y estoy disfrado de mujer para cumplir una misión divina" - La mente de Hamed da para eso y para más - "Oh, Ala, tú que eres el más grande y misericordioso, si muero hoy quisiera encontrarme al menos una mujer como esta en el Paraiso, o en su defecto una española" Sintió ganas de arrodillarse a rezar pero imaginó que iba a molestar a los pasajeros más próximos, es decir: a los gordos, además no sabía en qué dirección caía La Meca desde esta ubicación.
Alí se sobresaltó al notar que la barba se le iba de la cara. La gomita se había desprendido de la cosa peluda. Se llevó la mano a la barba en un gesto instintivo, justo cuando el bus dio un frenazo para evitar a un coche que le había adelantado arriesgadamente. El cuerpo de Alí se desplazó hacia adelante, viéndose obligado a dejar la barba para protegerse con la mano, y con tan mala fortuna de que esta se le fue directa al pecho derecho de la judia ortodoxa. Hamed tampoco tenía una barra de sujeción cercana y cayó sobre la silla de ruedas del judio discapacitado, el cual se llevó un susto tremendo, y a Hamed se le descolocó la peluca. La judia gorda pegó un grito al sentir la mano del gentil en tan íntima zona de su rebosante anatomía. Su marido intentó pegar un puñetazo al maldito gentil carnavalero, pero este ya avanzaba a empujones hacia la puerta, gritándole a Hamed que le siguiese. 
Aquella parada fue providencial, solo estaban a un paso de la estación de Shudehill. Harían el camino restante andando.  Pero estuvieron en un tris de caer de morros en la acera al apearse precipitadamente, mientras escuchaban los improperios que les lanzaban los hombres del pueblo elegido y veían a través de las ventanas sus puños amenazantes.
Los dos niños de los gordos se habían echado a llorar y, para completar el trío, el bebé también se despertó llorando.
- ¡Vamos de prisa, Hamed, la estación de Shudehill no puede estar muy lejos!
- ¡Que Alá nos proteja!

El rabino Salomón Parker cree tener una corazonada.
"¿Y si fuesen los dos terroristas que buscan?"
No considera muy ortodoxo dejarse llevar por una corazonada, pero, ante la duda, decide llamar a la policía.
- Comisaría de centro, dígame.

( ¡Continúa, apreciados lectores! )

4 comentarios:

  1. ¡Oh, el rabino ha acertado! A ver si le hacen caso o algún patoso piensa que es una denuncia más sin fundamento, je je je...
    ¡Se está poniendo cada vez más divertido!

    Abajo le he dejado sobre la peli de De Funes y sí, también hay un musulmán disfrazado de rabino, ¡juas!

    Buenos días.

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  2. Pues le juro que no estoy influído por esa peli porque no la vi, y lo mio es más cachondo porque originalmente son ingleses de pua cepa, luego conversos al Islam y ahora travestidos de judios ortodoxos, ¡y aún falta una caracterización!, para esta tarde, jeje!

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    Respuestas
    1. Esta muy bien, pero yo estoy mas centrada en otros protagonistas.

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    2. Esto es un culebrón, Doña Enri. Los protagonistas van y vienen. Enseguida aparecerán esos otros en los que usted está más centrada.

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