viernes, 14 de agosto de 2015

( Episodio 28 ) Muertos de novela.



Resultado de imagen de Cheetham Hill
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Cheetham Hill

La cruel amenaza del terrorismo seguía presente en Manchester. Los sabuesos de la pasma tenían muy claro que las alimañas no abandonarían sus escondrijos si detectaban el "peligro policial" El sargento Nelson Taylor, al frente de cuatro hombres husmeaba en apartamentos de Cheetham Hill de los que se tenía información de que habían sido alquilados en fechas recientes por parejas, hombre y mujer o dos hombres, generalmente estudiantes o currelas. En el caso de los terroristas lo habían hecho con nombres falsos. 
En el número 4 de Hill Street no les abrieron la puerta. Preguntaron a un vecino y este les dijo que los inquilinos eran dos hombres ingleses de entre treinta y cuarenta años, lo cual corroboraba la información recibida por Taylor.
- Pues ahora que caigo en la cuenta, uno de ellos podría ser el de la foto que han publicado ustedes.
- ¿Se parece mucho al de la foto el que usted ha visto?
- Pues... sí, creo que sí.
Una  vecina que bajaba por las escaleras con el carrito de la compra, también quiso dar novedades.
- Yo me crucé un día con ellos, pero esto fue a poco de que se alojasen aquí. Luego no les he vuelto a ver el pelo.
- Usted no ve muy bien, Dory, también hay que decirlo. - señaló el vecino.
- Seguro que salían muy poco de casa. - siguió hablando ella. - La gente mala se esconde, yo tenía un vecino...
- Perdone, - atajó Taylor - ¿da usted por hecho de que ya no están aquí?
- ¡Uy, ya quisiera saberlo!


Liverpool.

- Es muy importante para la investigación ver los objetos que llevaba encima su padre en el momento de la agresión.
- Todavía no le hemos enterrado... ¿y ya tengo que soportar esto?
- Señora, sé que es muy desagradable para usted que yo esté aquí incomodándola, pero de todas las personas a las que he interrogado, incluído su hijo Paul, ninguno considera que tuviese enemigos. Por lo tanto, necesito una pista, algo en lo que apoyarme para investigar, principalmente su teléfono móvil, algún documento, alguna carta, tickets de autobús y de tren, etc. Cualquier cosa puede ser un indicio, algo que quizá nos sirva. Si dejamos pasar el tiempo, ese hombre puede largarse muy lejos, e incluso agredir a más personas.
- Aguarde un momento, ahora le traigo todo lo que tenía en los bolsillos.
- Ah, mire si llevaba también un libro, una novela escrita en español.
La señora hija del difunto se quedo mirando al agente John Bolton como si este hubiese dicho una estupidez.
- ¿Una libro?
- Si, eso he dicho.
- Lo siento, pero entre las cosas que me entregó la policía local no hay ningún libro.
"¡Inútiles!... ¿Por qué han tenido que devolver los efectos personales tan pronto, tratándose de un caso de homicidio?"
- ¿Y quién le ha dicho a usted que mi padre tenía un libro en español?
- Su hijo Paul, dice que se lo regaló porque está estudiando español, y que le pidió después, al de pocos días que se lo devolviese.
- ¡My God, qué cosas más raras hacía mi padre!... Ah, tampoco me devolvieron el móvil.


Comisaría de policía en Manchester.

El comisario Stevenson aún no podía sustraerse a la fascinación que le provocaba aquel hombre tan parecido a uno de los dos terroristas buscados.
- Un parecido asombroso, pero se ve que el malo es más joven que usted.
- Esa es la diferencia que yo vi también en la foto.
- Pues le agradecemos mucho que se haya presentado usted aquí, Mister Andrés David.
Lo de Andrés David le salió como un churro por culpa de la pronunciación de la que no era culpable.
- Gracias, comisario.
- Nosotros lo descartamos desde un principio. No estaba entre los pocos españoles fichados por extremistas islámicos, además de la diferencia de edad con ese individuo. Los españoles conversos al Islam van a Syriza siguiendo otra ruta, no hacen escala en el United Kingdom, ¡je, je" Bueno, pues voy a redactar una nota con el sello de la policía en la que explico en breves líneas que usted es un ciudadano libre de sospecha, ciudadano comunitario con residencia y trabajo legal en Manchester City.
- Muchas gracias.
- No tiene porqué dármelas.
"¿Hubiesen sido tan amables los policías del aeropuerto?... Prefiero no atormentarme con la duda"
El pajarraco David Andrés experimentaba una sensación agridulce. Su problema de que pudiese ser confundido con el canalla aquel ya estaba solucionado, pero había perdido la gran ocasión de largarse con viento fresco, el dinero del billete del avión y el dinero que "tomó prestado" del cofrecito de Claudio. Y debía dejar de soñar con la idea de que no hiciese desaparecer el cofre de su vista. No le imaginaba tan tonto.Y otro problema más gordo se sumaba al resto de las comeduras de coco:
"¿Llegarán a detenerme por la muerte del viejo?... ¿Llegarán a relacionarme?"
Ya sabía que el viejo estrambótico había palmado porque lo vio esa mañana en un periódico digital de Liverpool: 
"MUERE UN ANCIANO DESNUCADO DESPUÉS DE RECIBIR UN PUÑETAZO BRUTAL"



Manchester Airport, centro de coordinación de la "Operación July"

Simpson le pasó el teléfono al teniente Walker.
- Es el sargento Taylor, teniente.
- ¿Todo listo, Taylor?
- Sí, señor, los vecinos han sido desalojados y acaba de llegar el mini-bus de las fuerzas especiales con diez hombres.
- ¡Procedan!
- ¡A sus órdenes!

( Continuará )



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