sábado, 8 de agosto de 2015

( Episodio 23 ) Muertos de novela.





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Al gordito pero resistente currante Claudio Ferreiros le había fatigado física y psíquicamente este soleado día juliano de currelo. Estaba agotado por partida triple. La carga y descarga de muebles, la discusión con sus compañeros más obtusos tratando de convencerles de que su amigo no era un terrorista y la duda razonable, o comedura de coco, de que su "amigo" ( ahora se impone el entrecomillado ) no le hubiese robado el dinero del cofre. Esto último se lo quitó de la cabeza varias veces durante el día, teorizando sobre la bondad de David Andrés, la amistad que les unía desde hacía muchos años, la imposibilidad de que le hiciese una putada ahora que tenía un trabajo y le había abierto las puertas de su casa de par en par... No, no podía ser. Pero también podía teorizar con la posibilidad de que era factible el robo porque "el dinero es muy goloso" y gente mucho más acomodada cae rendida ante su poderoso influjo. Pensó en Urdangarín y en otros corruptos "acomodados"
Sin proponérselo se encontró subiendo de dos en dos las escaleras que le llevaban a su vivienda, golpeteándole el corazón, anhelando encontrarse su dinero...
"¡Dios mio, porqué no lo ingresé en el banco?!... Me habría evitado el sofoco y la comedura de tarro que tengo desde esta mañana"
Había sido una forma de identificarse con su difunto padre al que tanto quiso y admiró. Don Glorialdo guardaba el dinero en casa porque decía que no se fiaba de los bancos. Pero Claudio ignoraba un "pequeño detalle": Su padre trabajaba en un tallercillo propio de guarnicionería que ocupaba la planta baja de la casa en donde vivían, y, siempre tenía a mano su escopeta de caza, un arma que le ofrecía mayor seguridad que cualquier entidad bancaria.
Entró en el flat y corrió a su habitación. Abrió el cajón en donde guardaba su "tesoro" y apartó de dos manotazos la manta y los calzoncillos sucios.

David Andrés hizo un examen de su situación mientras escuchaba por los cascos viejos éxitos de Frank Sinatra. No podría ser un hombre libre de verdad mientras se viese obligado a huir, y lo peor es que huía de la gente que no le había hecho ningún daño. Huía por no dar la cara, por no trabajar, por creerse que el tiempo y la distancia lo borran todo. Mentira. El tiempo y la distancia solo podían acentuar el odio o el rencor de otras personas hacia él.


El tardío anochecer del verano proyectaba sus primeras sombras sobre los aviones y los distintos edificios aeroportuarios. Eran varios los lugares de la city estrechamente protegidos, pero especialmente lo era el aeropuerto por la densidad del tráfico humano en sus instalaciones. Y más especialmente la Terminal 3. Y allí estaba el teniente Walker, muy pendiente de todo, muy jodido por retrasar sus holidays y muy escéptico ante la idea de que esa misma noche pudieran presentarse los terroristas a colocar las bombas o a autoinmolarse.
- La verdad es que se lo hemos puesto muy jodido con todo este despliegue.
- Y tanto, teniente. - repuso Simpson.
Sam Simpson le servía de enlace con los demás oficiales, cada uno de ellos responsabilizado de un cometido diferente.
No se había interrumpido el tráfico aéreo en toda la jornada, pero los vuelos despegaban con cuentagotas a fin de que no se acumulase demasiada gente en las diferentes zonas de cada terminal. A los viajeros se les hacía esperar en áreas alejadas del aeropuerto, plazas y parques, y allí les era anunciado por megafonía cuando podían subir a los autobuses porque ya llegaba el momento de su vuelo. El buen tiempo hacía posible esta estrategia, y a la noche se les pagaría la habitación de un hotel a los viajeros no residentes en Manchester, lo cual provocaría más de un conflicto, pero esa ya es otra historia.
Gran parte de las llegadas eran desviadas al aeropuerto John Lennon de Liverpool, distante a solo 70 kilómetros, un aeropuerto mucho más pequeño pero que también estaba controlado por la policía.
La gran pregunta era: "¿Cuánto tiempo puede durar esta mierda?"
Era la pregunta del millón para el teniente Walker, la que se estaba haciendo todo el día, porque lo ideal era atrapar a los dos hijos de puta, no tener a toda la población de Manchester y a los visitantes en vilo por los siglos de los siglos.
- Two sons of bitches are playing us good balls, Simpson.
- Dos hijos de perra nos están tocando bien las pelotas, Simpson.
- Y usted que lo diga, señor.


( Continuará, respetables lectores )

2 comentarios:

  1. Me gusta Claudio, pobrete el confiando tanto en su amigo, defendiendo la inocencia de David, hantes guardaban el dinero en cas y ahora en la actualidad estamos haciendo igual, esta mas seguro en casa que en el banco.

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  2. En un calcetín o debajo del colchón, Doña Enri, je, je!

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