sábado, 11 de julio de 2015

Risa cantarina




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Para el concurso veraniego de relatos cortos de El Periódico del Prat.

Fabiana tenía una risa cantarina. Contagiosa. Era una buena chica, una estupenda chavala, una educada señorita. Pero Fabiana era distinta porque pesaba 120 kilos a sus dieciocho años. Sin embargo, ella no estaba acomplejada.
"Tú no podrías hacerle nunca mal a nadie, eres muy buena" - le dijo un día su amiga Pepa. Para desconcierto de Pepa, Fabiana la miró muy seria y luego habló: "Yo le haré mal a quien me lo haga a mi, no te quepa la menor duda"
Pepa se quedó flipada. Fabiana había dicho "le haré", no "le haría" La buena de Pepa sintió un escalofrío en el cuerpo porque aquella no era la manera de sentir y de expresarse de "Fabi" y porque sus palabras le sonaron a profecía. Y no se equivocó.
Fabiana era muy feliz en sus veranos playeros. Le gustaba sentirse una "playnauta" en su flotador, un enorme neumático negro de camión. Todo el pueblo la conocía, nativos y veraneantes, y todos hablaban con ella mientras flotaba "a la deriva" a una distancia prudencial de la arena. Pero esta vez fue algo imprudente porque se alejó más de lo debido de los bañistas. Ya no podía tocar con los pies el suelo. Peor aún, la distancia al suelo era como de dos cuerpos. Una fatalidad, pues este era el día para el que habían planeado su "broma" los hermanos Sarmiento. 
Julio y Honorio Sarmiento eran dos gamberros muy conocidos en el pueblo. Y, sin que ellos lo pretendiesen, la broma resultó macabra. Fueron buceando hasta donde se encontraba Fabiana y le pincharon con sendas navajas el neumático. Estaba ya bastante lejos de la orilla, lo suficiente para consumarse la tragedia. Fabiana se ahogó sin que nadie se percatase. Se acabó para siempre la risa cantarina que tanto les gustaba a todos. Los hermanos Sarmiento enmudecieron de pánico, pero después reaccionaron para dar la voz de alarma. Tarde. Muy tarde. Fabiana ya era un cadáver.
Los buenos oficios de un abogado de prestigio y la minoría de edad de los hermanos Sarmiento, libró a estos del reformatorio. Todo se redujo a "una broma sin maldad" según el avispado leguleyo.

Al siguiente verano

Se estaban bañando en la playa, era por la noche, una hermosa noche estrellada de Junio. Existía esa costumbre entre los jóvenes veraneantes y lugareños, bañarse a la luz de la Luna después del copeo por los bares, en pelotas o con bañador, a gusto de cada cual.
Julio le retó a Honorio: "A que llego antes que tú a la boya grande!" El hermano aceptó el reto y nadaron furiosamente durante un buen rato, pues la boya grande estaba muy alejada de la arena, mucho que el punto en donde se había ahogado Fabiana. Nadaban muy emparejados porque en todo se parecían ambos hermanos. Pero antes de que llegaran a la boya, oyeron algo que les puso los pelos de punta: la risa cantarina de la muerta, de la infortunada Fabiana que ya llevaba un año encerrada sin vida en su nicho.
"Ja, ja,ja,ja,ja,ja,ja...!!!
Era un a risa deliciosa, a todos les gustaba, pero ahora era la risa de una muerta, de un ser de ultratumba que había elegido, quién sabe con que oscuras razones del Averno, dar un escarmiento a los dos seres que le habían quitado la vida. Y era como si ella estuviese allí mismo en cuerpo físico. Esa aterradora impresión se apoderó los hermanos Sarmiento muy pronto, nada más oír las primeras risas. La sentían junto a ellos. En las venas de los chicos ya sólo había sangre helada. Estaban a punto de morir aterrorizados e irse al fondo como se había ido ella, pero el espíritu vengativo de Fabiana quiso más, más!
Honorio y Julio recibieron unos cuantos navajazos antes de morir definitivamente.  La risa cantarina de Fabiana les acompañó hasta el fondo. El fondo de la misma playa en donde no debería haberse ahogado nadie.



2 comentarios:

  1. Más que risa cantarina, a mí me suena a risa macabra, ¡uf!

    Menos mal que usted se desahoga escribiendo, porque tiene alma de asesino, je je je...

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  2. Pues a lo mejor. Le voy a contar una cosa, un amigo mio que no se iba a la cama sin una mujer, y me consta que era verdad, un día me confesó que de no conseguirlas tendría que actuar como los violadores. A lo mejor yo soy un asesino en potencia, je, je!

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