David Andrés fue madurando su plan mientras ponía cuidado en dejar las cosas del armario como se las había encontrado. Ahora lo más urgente era recuperar el libro. En España podía comprarse otro ejemplar, pero si se ahorraba los 20 euros mejor que mejor. Le envió un mensaje hipócrita al viejo tarado de Liverpool.
"Se le disculpa su debilidad, Mister Altrincham, pero le agradecería muchísimo que le metiese prisa a su nieto a fin de que yo pueda recuperar el libro y devolvérselo al amigo que me lo prestó. Puede usted darme una dirección de Liverpool y paso a recogerlo"
"De puta madre, recupero el libro y me lo voy leyendo en el avión. Pues venga, rumbo a España con la pasta de este pringado y que les den por el culo a los ingleses y a su puto idioma que no tengo ni puta gana de aprender"
Toda la mañana siguiente Manchester estuvo envuelta en una nube de sirimiri, light rain. Como siempre se veía por la calle más ropa impermeable que paraguas. La transición de la primavera al verano había obsequiado a los manchesterianos con más sol del acostumbrado. El renacer del verano era distinto, más bonito, pues al sol ardiente inhabitual se sumaba un reverdecer envidiable. Muy pronto toda la naturaleza había adquirido ese tono verde oscuro característico de la Gran Bretaña que tanto les gusta a la gente de los países áridos. La Gran Bretaña es Asturias pero sin montañas.
Fueron muchos también los ingleses que se pusieron como gambas cocidas, talmente como si estuviesen en Benidorm o en la costa murciana, guiris colaradotes, saciados de cerveza y "paelo", paella.
Pero hoy en Manchester reinaba la lluvia fina, el calabobos. En estos días no faltó el currelo en la emprensa de mudanzas y tanto Claudio como David Andrés sudaron la gota gorda trasladando de las casas al camión y del camión a las casas pesadímos armarios, camas, sofás, frigoríficos y todo tipo de monstruosidades de madera o metal. David Andrés admiraba la fuerza y energía de Claudio, le parecía inverosímil que siendo tan bajito y rechonchete pudiese estar al nivel de sus curtidos compañeros, tipos altos y musculosos por lo general. Él, sin embargo, era más flojo, pues aunque hubo una época en la que descargó camiones de fruta en el antiguo mercado madrileño de Legazpi, el resto del tiempo se lo había pasado con la bandeja en la mano en baretos y cafeterías de la Villa y Corte, además de algunas temporadas en la Costa Brava y Costa del Sol.
Y ahora su comedura de coco era la llavecita dichosa.
"En dónde guardará este jodido la llave del cofre?"
Y justo en el momento en el que se esforzaba en levantar con otros colegas un pesadísimo sofá para colocarlo en el camión, se le encendió una lucecita en el cerebro.
"Joder, seré gilipollas!... si estoy viendo la llave todos los días!"
( Continuará, of course )
¡Oh! ¿Llevará Claudio la llavecita en una cadenita al cuello?
ResponderEliminarTambién es una tontería, puesto que el cofre ese se lo puede llevar cualquier ladrón y no hace falta llave, pero en fin.
¡Buen finde!
Hola, vengo de dejarle un comentario en La Comunidad de Blogs. Ya le he explicado el motivo de que esté levantado a estas horas.
ResponderEliminarEs cierto que el cofrecito se lo puede llevar cualquier ladrón, pero a veces detrás de la lógica que tratamos de imponer al relato para que los lectores no lo encuentren difuso, hay otra lógica, la que nos "humaniza" de verdad, la de las estupideces, errores, empanadas mentales, como prefiera. Claudio puede dejarse robar porque es tan gilipollas como yo, que también me dejé robar. Dentro de varios capítulos explico la absurda lógica de porqué Claudio tiene el dinero tan a huevo para los ladrones.
¡Feliz noche!
Es verdad, no siempre razonamos como es debido, por un motivo u otro.
EliminarA mí me robaron tres veces, en realidad, se le llama hurto.
El móvil en mi oficina, porque cometí el error de dejar allí a un chaval que había venido preguntando por unos libros escolares "para su hermano"... Salí a abrir la puerta de la calle a unas madres y al volver a la oficina ya no estaban el listo ni mi móvil.
Un estuche de maquillaje que dejé en mi vestuario del gimnasio, la puerta abierta mientras iba a mear. Demasiado confiada, segura de que todos son honrados.
Y el tercero, el monedero con todo el dinero del mes. Me lo birló una niña de apenas seis años en la caja del supermercado. Lo dejé allí encima mientras metía la compra en las bolsas y al ir a cogerlo ya no estaba. Ni el monedero ni la niña y su madre. Fue la niña porque era la que estaba a mi lado, pegada a mí, como hacen los críos pesados que te pisan y todo. Brillante historial delictivo, empezando a esa edad.
Abajo tiene un comentario. Voy arriba.
Pues ahora que dice lo de la niña, lo que me pasó en el probador de una tienda de Murcia fue de tebeo. Estaba yo probándome un pantalón. Antes de entrar en el probador vi a una madre y una niña que entraban en la tienda. Bien, pues mientras me probaba el pantalón, la madre hacía que le consultaba algo al dependiente para distrearle y la hija, una niña de ocho o diez años... Bueno, miré casualmente hacia abajo en el momento en que una manita pasaba bajo la cortina y tiraba de mi bolso hacia afuera. Salí del probador en calzoncillos y le puse a la madre de hija de puta para arriba. El dependiente alucinaba.
EliminarLo tengo que aprovechar para algún relato, ja,ja!
Eliminar¡Ja ja ja! Habría sido digno de verse, usted saliendo del probador en gayumbos como si nada, para clavarle la bronca a la tía esa.
EliminarPues una vez hizo una aparición espectacular en pelotas en una playa. No sé si se lo he contado. Si recuerdo que en el trabajo de Murcia lo conté y se revolcaban por el suelo de risa. ( y no se trata de cuando estuve en una playa nudista )
EliminarLuego no quiere que le pique un mosquito¡ no se como saludar, hola adios hasta mas ver, besos ,abrazos, bueno saludos¡¡ en general¡¡¡
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