domingo, 19 de julio de 2015

( Episodio 7 ) Muertos de novela.





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Observaba uno a uno a los viajeros que avanzaban por el andén 4 en dirección a la salida de la estación de Liverpool Line. Ninguno llevaba un libro en la mano, ¡el libro!, su preciadísima novela. En realidad era absurda la pretensión de pillar al ladrón con el libro en la mano,  pretensión propia del calentón del momento. Las mujeres llevaban bolsos y raro era el que no utilizaba una riñonera, un macuto, una mochila o remolcaba una maleta de ruedines. En algún pequeño compartimento de aquellos artefactos de viaje se iba alejando su adorado libro y con él el hijo de puta ( o "la" ) que se lo había robado.
Por un momento dejó volar la imaginación en su vertiente más fantástica. Extrajo del bolsillo su pistola semi-automática Glock y obligó, uno a uno, a los viajeros a que abriesen sus maletas, bolsos, riñoneras, etc. Pero no tuvo éxito. Posiblemente el ladrón había huído atravesando las vías hacia otras salidas. De pronto lo vio, era él, aquel tipo de aspecto oriental que vestía una camiseta del Manchester United y corría desesperadamente con "18 asesinatos en el tren de Mataró" en la mano. Inició la persecución del maldito delincuente por las laberínticas instalaciones de la estación. Disparó repetidas veces, pero dejó de hacerlo cuando una de las balas destruyó el balloon de un niño, el globo. Temió matar a algún inocente, contando que existiesen seres inocentes aparte de la Infanta Cristina. Hoy ni siquiera los niños son inocentes. Y el ladrón aprovechó la cobertura para escurrirse. Desapareció de su vista. Volvió a la realidad al chocar contra una señora gorda que arrastraba una maleta tan gorda como ella y un diminuto perro chihuahua.
- Sorry!
La señora le lanzó una mirada iracunda y una frase en inglés que no entendió ni falta que le hacía, pero que sonaba algo así como "gilipollas de mierda!", "fucking asshole!"
Paseó por las concurridas calles de la zona peatonal, turística y comercial de Liverpool, bajo la alta torre de Radio City, observando el artisteo callejero y flanqueado por las shops de todas las firmas comerciales habidas y por haber y los quioscos de hot dogs, ice cream, parafernalia de los clubs de fútbol y chucherías diversas.
El cielo se nubló y, en pocos minutos, descargó la anunciada tormenta, justo cuando introducía una moneda de veinte peniques en el torniquete de una toilet pública. Ahora las meaditas ya no le salían gratis como en el tren, a no ser que entrase en cualquiera de los dos museos del puerto turístico, el Museo del Mar y el Museo de Liverpool. Pero la tormenta hacía que los dos cercanos museos estuviesen lejanos.
Cuando concluyó la micción sonó su móvil.
"Coño, quién me llama a mi en esta tierra?"
Claudio no podia ser, no le llamaba nunca, se veían siempre en casa.`
- ¡Dígame!... ¡Diga!... ¡Oiga, quién es?!
Nadie le respondió. Unos segundos después, el autor de la llamada cerraba la comunicación.
"¡Pues qué cosa más rara! Vaya día, me roban el libro y recibo una llamada misteriosa.

( Este es solo el principio de una intriga que irá in crescendo, queridos lectores )

2 comentarios:

  1. ¿? ¿Móvil nuevo, cuyo número no tiene nadie?
    Esto sí que es harto misterioso.

    ¡Ja ja ja! Mira que imaginarse con una Glock y obligando a los viajeros a abrir sus bolsas, ¡Don Quijote! A David Andrés no le prueba tanta literatura negra, je je je...

    ¡Voy para arriba!
    Por abajo hay unos pocos comentarios más.

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  2. Con la imaginación y deseos de agradar se pueden conseguir todo tipo de situaciones e historias tan ridículas como fantásticas, pero siempre con referencias a la realidad. Yo voy para abajo, je, je!

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