sábado, 18 de julio de 2015

( Episodio 6 ) Muertos de novela





Resultado de imagen de pendleton gatewayResultado de imagen de pendleton gateway




David Andrés buscaba siempre su acomodo en los trenes en un asiento próximo a la toiletel aseo, pues su endemoniada prostatitis le obligaba a mear cada dos por tres, y los señores urólogos no se decidían a operarle porque confiaban en la pastillas. "A ver qué pasa con las pastillas" Ya tenía su "National Insurance Number" y le correspondía el medical centre de Pendleton Gateway, pero la operación debía esperar, de momento tocaba conformarse con la medicación de marras.
Se levantó de su asiento de ventanilla - le gustaba contemplar las grandes praderas y las casas dúplex perfectamente alineadas de las pequeñas ciudades - y entró en el aseo, a solo dos metros de su asiento. Antes dejó sobre el asiento el libro y las reading glasses, sus gafas indispensables para poder sumergirse en los mundos de ficción de las novelas. El hecho de dejar en el asiento estos objetos era una clara advertencia a otros viajeros de que esa plaza ya estaba ocupada, pues aún se movían por el tren personas que habían subido en la estación de Warrington.
Orinó y se quedó a gustito para unos cuarenta minutos o una hora más. Se dirigió a su asiento y se quedó estupefacto al descubrir que había desaparecido el libro. Era su asiento, no cabía ninguna duda, y allí seguían sus gafas de cerca.
"¡Pero quién puede ser tan hijo de puta para robar un libro en un tren!"
Era como si le hubiesen quitado parte de su vida. No le importaban los 20 euros que le había costado, sino el hecho de perderse el final. Aquel final era tan necesario para él como respirar o desayunar.
"¡Joder!, ¡Joder!, ¡Joder!"
En dónde encontraba en Manchester una novela en español, y precisamente esa novela? Y, desde luego, no tenía a nadie en España a quien pudiese pedirle que se la comprase y se la enviase. Aún ignoraba que en la "library" de la city, la biblioteca, había un estante largo con novedades editoriales en español, e igualmente en el Instituto Cervantes. En la library abundaban las novelas negras.
Corrió hasta la punta del tren para salir al andén el primero.
"Como pille al hijo de puta...!"


( Continuará, amigos lectores )

4 comentarios:

  1. ¡Otia! Esto sí que es un pecado muy gordo, robar un libro empezado.
    El ladrón ha de ser español, fijo. Bueno, o alguien que quiere leer en español para practicar. O... Ya veremos, ya veremos.

    Una nécdota. En una ocasión estaba en la sala de espera de un aeropuerto. El de Son Dureta, en Palma de Mallorca.
    Había llegado muy temprano y me pasé un par de horas esperando mi vuelo a Barcelona.
    En una de las sillas había un paquete primorosamente envuelto en papel de estraza y al ir pasando el tiempo, siendo evidente que había sido abandonado allí, el temor hizo mella en los viajeros. Todos preguntando si era de alguien y siempre un no por respuesta.
    Risitas nerviosas y apresurado alejamiento de algunos. Yo no me movi, recordé 'Cita en Samarra' y allí me quedé.
    Finalmente, un chaval lo tomó y rasgó el papel. Eran dos o tres libros. Ignoro si nuevos o usados, no acerté a verlo porque el chaval se reía y no dejaba ver desde mi asiento.

    Por cierto, que con tanto misterio, casi pierdo mi vuelo, tuve que salir corriendo, ¡uf!

    ¡Feliz domingo!

    ResponderEliminar
  2. La curiosidad por poca la deja en tierra, je, je!... Hablando de libros, le voy a recomendar uno en el correo privado de Facebook.
    La psicosis en los aeropuertos y otras instalaciones fue enorme en los días posteriores a la voladura de los trenes de Atocha. Recuerdo a los seguratas de los cercanías de Murcia mirando en las papeleras de los vagones, muy tensos ellos, sudorosos...
    Voy para abajo que veo que también me ha comentado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo mío fue muy anterior a la desgracia de Atocha, era soltera y fui a la Jura de Bandera de mi entonces novio, pero lo de los explosivos ya era conocido porque viene de lejos :(

      Eliminar
    2. De muy atrás, sí, recuerde que palmaron veinte personas cuando Mateo Morral le tiró una bombita a Alfonso XIII y esta chocó contra un cable de la luz, desviando su trayectoria, y mató a todo dios menos al rey. Dejamos de masacrarnos con espadas y cimitarras para hacerlos con explosivos. Tiempos modernos, tan crueles como los antiguos.

      Eliminar