jueves, 9 de julio de 2015

Fábrica de sueños







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Para el concurso veraniego de relatos cortos de El Periódico del Prat.


El hombre de la gabardina que recordaba a Humphrey Bogart se paró junto a la verja del colegio privado San Guardiano de Almonzordillo, en donde los reverendos padres guardianos instruían a los futuros votantes de derechas en el amor a Cristo y a su Santísima Madre y en el odio al comunismo, además de impartir las asignaturas que imponía la actual ley de enseñanza.
El hombre de la gabardina era un bicho raro porque no estaba el día para gabardina. Con casi treinta y cinco grados a la sombra era un incordio la susodicha prenda. Demasiado calor a las dos de la tarde, incluso en Almeria capital, y un verdadero castigo para los muchachitos que habían suspendido en Junio y ahora pasaban sus horas de playa en el colegio, soportando a los exigentes curas y sus clases de recuperación.
Pero el hombre de la gabardina de gangster chupaba un helado de tutti frutti. Osea, algo tenía este hombre para identificarse con el verano.
Los niños habían salido al patio a jugar con la pelota o a intentar fumar sin que les viesen los curas. Y todos sin excepción, peloteros y fumadores, echaban vistazos a sus teléfonos móviles o tecleaban en ellos.
Y fue Alvarito, un moreno chaparrete de doce años, el único que reparó en aquel hombre que miraba a través de la verja. Miraba al conjunto de críos que jugaban en el patio. Pero, de pronto, le miró a él. Las miradas del hombre raro y de Alvarito se cruzaron a través de la verja. Alvarito era el único niño del cole que podía establecer una semejanza entre aquel sujeto y Humphrey Bogart porque era cinéfilo prematuro. Había heredado la cinefilia de su padre.
El hombre de la gabardina le hizo una seña a Alvarito para que se acercase. No era lo normal, solían ser los niños los que llamaban la atención de los adultos pidiendo que les echasen por encima de la verja las pelotas que se les escapaban a la calle. Alvarito se acercó sin miedo, quería ver de cerca al hombre que se parecía a Humphrey Bogart y no solo en la gabardina, pues también su cara le recordaba al astro de Hollywood. Solo le faltaba el sombrero.
Cuando estuvieron ambos tan cerca que se podían tocar, pero no abrazar, porque la verja lo impedía, el hombre sonrío al niño con una sonrisa un tanto especial, una sonrisa fascinadora de detective amoroso. Era la sonrisa con la que "Bogie" conquistaba a las mujeres?...
Ya había terminado el helado y ahora encendía un pitillo con parsimonia, sin dejar de mirar al niño. Alvarito tampoco apartaba su mirada de los ojos de "Bogie" Los demás niños permanecían ajenos, alejados un montón de metros del hombre de cine y el niño curioso, entregados a la pelota o a los cigarillos. Y en ese momento el hombre comenzó a desabrocharse los botones de la gabardina, lentamente, muy lentamente, como si no tuviese ninguna prisa, pero es que los botones quedaban muy justos para los ojales y había que presionar un poquito. Y al final se descubrió bajo la gabardina una camiseta serigrafiada. Alvarito leyó: "Fábrica de sueños. Cine de Verano. Junto a la playa. Todos los días, a las 7, dos películas para todos los públicos. Solo por tres euros!" Y Bogart habló:
- Díselo a todos tus amigos, OK?
Y era la mismísima voz de Bogart!
El rey de la pantalla grande en blanco y negro le guiñó un ojo y se marchó. Alvarito le siguió con la mirada. Continuaba pasmado. Y de pronto descubrió algo que le impactó más todavía. Al otro lado de la calle le esperaban a Bogart otros tres grandes personajes: Charlot, Cantinflas y Marilyn Monroe.
Se acabó la magia cuando la voz de un cura guardiano atronó junto a su oído:
- Alvaro Coscojuela, usted siempre está solo. Mala cosa, muy mala cosa, el demonio anda cerca de usted y le impide oír la campanilla de regreso a clase. Venga, zumbando Coscojuela!
Por supuesto, no pensaba perderse ninguna película del cine "Fábrica de Sueños" de su pueblo.

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