lunes, 22 de junio de 2015

El Mensaje ( Episodio XXIV )









Doña Enri durmió intranquila esa noche, tuvo una pesadilla en la que se le aparecían el odioso cura, el navajero que la quiso atracar y una jauría de beatas que la insultaban y hacían lo imposible por arañarla. "A la hoguera con ella, a la hoguera!", gritaban las arpías furibundas.
Pero de madrugada se durmió profundamente, tanto que no oyó el despertador y tuvo que salir corriendo o llegaba tarde a las exequias fúnebres del malogrado Miguelín. Y para "facilitar" las cosas se le cruzó en la carretera un rebaño de ovejas. Bueno, la verdad es que, más que cruzarse, el rebaño hizo uso de la calzada a lo largo de doscientos metros, el tramo que necesitaban para enlazar el camino por el que llegaron y el que las conducía a otros pastos. Tras el coche de Enri, y al paso que marcaban las ovejas, avanzaba un tractor amarillo, un autobús de línea de la empresa La Coscojuelense y varios utilitarios.
"Seguro que algunos de ellos se dirigen también al entierro", pensó Enri observando por el retrovisor la cola que se había formado.
El cementerio de Allendelvino de los Infantes es pequeño y de aspecto acogedor, muy blanqueado y con una hermosa rosaleda, además de media docena de cipreses altivos. A los allendelvinenses no les importa morirse porque van a descansar a un cementerio muy chulo, pero siempre y cuando vivan hasta los ochenta y muchos o los noventa años, sin necesidad de que les asesinen antes.
Vio el cementerio porque le pillaba de paso y porque la manera más grata de disfrutar visualmente de un cementerio bonito es cuando está vacío o, en su defecto, no muy concurrido, lo mismo que las catedrales o los museos. Siguió su camino a la iglesia.
Alrededor de la pequeña iglesia románica de Santa María de la Asunción apenas quedaba sitio para aparcar. Tuvo que dejar a Berenjeno a unos doscientos metros y eso la retrasó tanto que llegó cuando la ceremonia ya había empezado. No tuvo otra opción que quedarse de pie en la parte de atrás, entre la puerta y la magnífica pila bautismal del siglo XIII, muy parecida a la de Redecilla del Camino, el primer pueblo burgalés que se encuentra el peregrino conchero tras dejar atrás las localidades riojanas de Santo Domingo de la Calzada y Grañón.
Por encima de las cabezas de los congregados vio las estatuas de algunos de los santos en los que había reparado el día anterior, y entre ellos el que se parecía al Doño, y al fondo, a su derecha, junto al altar, un viejo pulpito al que trepaba en ese momento un cura jovencito.
Un hombre que había a su lado se volvió a mirarla y sonrió. Ella le devolvió la sonrisa. Era uno de los policías jóvenes que había conocido mientras estudiaba los pasos de Miguelín en la calle Andrés Iniesta y aledaños. Era el que charló con ella, no el que la miraba las tetas.
El cura dio unos golpecitos con el dedo índice al micrófono para cerciorarse de que este funcionaba. Enri le preguntó en un susurro a su colega de la pasma:
- No ha venido Don Saturio?
- No, dicen que se encontraba mal esta mañana.
"Je, je, me lo imagino"
- Pobrecito.
- Han tenido que llamar urgentemente a este curo de Albacete.
El curita pronunció unas emotivas palabras:
- Lamentablemente, un acto de violencia nos ha dejado sin un vecino y amigo, es decir, sin un hermano, porque todos somos hermanos en la paz del Señor. En este momento puedo decir que ya se encuentra  en el Reino de los Cielos nuestro querido hermano Miguelín, y seguro que piensa en todos nosotros y también en la persona que le ha matado, y seguro que ya le ha perdonado...
"Hala, como mira el curita para la casa!"
... porque Dios nos enseña a perdonar. Hermanos, Dios nos dice que perdonemos porque Dios es todo amor y misericordia. Dios nos perdona y nos enseña a perdonar, hermanos y hermanas.
"Joder, como te repites, hijo!"
El discurso del curita sigiuió por los mismos derroteros y Enri tomó buena nota de lo esencial: Ninguna mención a la "aparición de la Virgen" Sin duda, el curita, no estaba en sintonía con el grupo de fundamentalistas.
De allí se traslado toda la basca pesarosa al cementerio. Enri se mantuvo a una discreta distancia del grupo especial de personas que se apiñaban frente al nicho, en donde iba a ser instalado el féretro con los "restos mortales" de la infausta criatura. Enseguida se percató de quién era la madre del difunto, Doña Aurora, una mujer cincuentona de apariencia fuerte que intentaba esbozar una sonrisa cuando alguien le daba el pésame. Por allí vio también al teniente Vallejo, al alcalde Genaro y a algunos vecinos que había conocido en las calles del pueblo y en el bar de Manolo, y entre ellos al gordo Salomón, el carretero, a los dos beatas que se confesaron, a otras cinco beatas y a todos los jugadores del equipo de fútbol "Deportivo Vallendelvinense" que lucían camisetas con el apígrafe "JUSTICIA PARA MIGUELíN!"
No todos los asistentes se hallaban cerca del nicho. Miró con discreción a varias personas que había detrás de ella. En ese momento el cura se despedía del finado con una oración y breve. Y entonces descubrió al navajero albaceteño que intentó atracarla en la Ciudad Paraíso. El también la vio a ella y echo a correr hacia la salida del camposanto.
"Ya te pillaré, chiquilicuatro!" Pero no le iba a pillar ella precisamente.  ( Oh, no adelantemos los acontecimientos! )
Un minuto después oyó el petardeo de un ciclomotor que se alejaba.
Al terminar el acto se acercó a Doña Aurora.
- Puede atenderme un momento, señora?
- Dígame usted.
- Soy Enriqueta Jiménez Herrera, inspectora de la Policía Nacional. Podría recibirme en su casa para hablarme sobre Miguelín? Sé que está pasando usted por un momento delicado y...
- Soy fuerte, inspectora, la vida me ha encallecido el corazón. Venga a mi casa esta tarde. Dentro de una hora o así se van unos familiares que han venido de Murcia. Tomaremos café.
- Muchas gracias. Nos vemos entonces.

( Por la mente de Enri pasó la idea de que ya se acercaba el momento de la resolución del caso. Su entrevista con la madre del diufunto, lo que el chiquilicuatro podría contar y los resultados de la búsqueda de huellas del padre Saturio en el caminejo cenagoso, más la confesión de este, marcaban la pauta del desenlace. Pero aún quedan algunas sorpresillas. Tachán, tachán! )

5 comentarios:

  1. Espero que el cura este bien, el nuevo muy pesaico con su sermón, la madre un poco mosca me ha dejado, aquí te cruzas con los rebaños de vez en cuando.

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  2. La empresa de autobuses me suena, pero ahora mismo no caigo de qué... Cabesalamía.

    ¿Sabe la inspectora que el navajero es hermano de Manolín? Creo que no, o sus reflexiones habrían sido distintas.
    Voy a ver qué cuenta doña Aurora. Ta ta ta ta... ¡tan!

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