martes, 29 de abril de 2014

Uno a uno y sin prisas ( 77 )










MANOLETE ESPECULA


- Vale, Manolete, pero no me entretengas demasiado, que tengo una cita.
- Pues que ayer se pasaron por aquí Engracia "La Piojosa" y Clementina "La Folla Curas", dos beatas de este pueblo. Bueno, lo de los apodos es normal aquí, ya se lo imagina usted. Y me chismorrearon que habían visto al Urbano, el hermano drogota del difunto Joaquinillo, confesándose con Don Bernardo en la iglesia. Y eso es algo rarísimo, es como ver a una vaca volando, algo pero que muy raro.
- Hombre, me parece mucho más raro ver a una vaca volando. Hay gente que cambia a ciertas edades, se hacen místicos, hare krisnas... o se apuntan a la iglesia de la cienciología, que sé yo! O simplemente estaba de charla con el cura, puede que no se trate de una confesión. "Cuidado que es cotilla este jodido!"
- No, no se estaba confesando, segurísimo!, porque le vieron de rodillas y el cura estaba dentro del confesionario. Blanco y en botella: leche. Y hasta ahora el Urbano solo se ha arrodillado ante los veraneantes para chupársela por veinte euros. Oiga, no estaría confesando un asesinato... o varios asesinatos?


BLAS SE ROMPE

Acompañado del cabo Modesto se dirigió al encuentro de Don Blas Manzaneque, alcalde de Valdurriales. Este les recibió en la huerta de su caserón, en donde se entretenía arrancando unos hierbajos con el azadillo. Las vacas ya pacían tranquilitas en su prado del monte.
Al principio no hubo manera de que contase nada acerca de su pelea con Macarena Salaberri, su antigua novia, aunque a tenor de los años transcurridos, quizá fuese mejor decir su "antiquísima" novia. Mantuvo el mismo mutismo del día anterior ante las preguntas del cabo, alegando que había sido una conversación que no le importaba a nadie. Hasta que se le hincharon las pelotas al detective.
- Mire, Blas, hasta aquí hemos llegado!... Yo me creería lo de la conversación privada y todas esas gaitas sino fuese porque esa mujer se negó a colaborar con la autoridad y hubo que amenazarla con pedir una orden judicial para que nos facilitase los registros de temporeros en la fábrica de su suegro. No hace falta ser Hercules Poirot para ver que usted oculta algo, ustedes!... ella y usted! Pero usted está cagado de miedo, Blas, se le nota a la legua. Me apostaría mi sueldo de este mes que es porque ella le tiene amenazado.
Modesto, que siempre había tratado con un profundo respeto al Viejo "Don Blas", se sintió acoquinado ante la humillación a la que le estaba sometiendo su teniente.
Madero continuó presionando:
- Quiere usted ir a la cárcel por ocultarnos lo que sabe?!... Quiere seguir encubriendo al autor o autores de los asesinatos?!... Hable de una vez, hostias!
Y fue entonces cuando el primer edil valdurrialense se vino abajo. Cayó de rodillas al suelo y comenzó a llorar desesperadamente.
- Dios!... Dios!... Dios!... Era una niña, una niña!... tan solo una pobre criatura!... Una niña de no más de doce años!... No hubo derecho a hacer aquello!... Fue monstruoso, monstruoso!


EL PADRE BERNARDO DENUNCIA

El coche del inspector Madero rodó por varias callejas de Valdurriales, orientándose hacia la salida a la carretera. En el asiento trasero viajaban el alcalde Blas y el guardia Serafín. A Blas se lo tomaría declaración esa misma mañana en la comandancia de Lobodoiro. Pero una nueva sorpresa le aguardaba al incombustible inspector. Un hombre de negro hizo señas al vehículo para que se detuviese. Era el párroco Don Bernardo. Madero frenó y se bajó del coche. Una idea un tanto cómica se le pasó por la cabeza: "Si estuvese en pleno franquismo, hoy sería un día muy especial para mi: Me estoy entrevistando con las "fuerzas vivas", el alcalde, el párroco y el jefe local de la guardia civil"
- Qué se le ofrece, Don Bernardo?, le veo muy apurado.
- Acabo de telefonear al cabo... uf!... me ha dicho que usted se dirigía hacia la salida del pueblo y... uf!... Perdone, no puedo respirar, he venido a todo correr... uf!
- Tranquilícese.
- Al final consiguió explicarse.
- El señor obispo me ha concedido una dispensa para que revele un secreto de confesión, dada la gravedad del caso. Sé quién es el asesino de Nicolás Ventura.
"Bingo!", exclamó interiormente el super-detective montañés, "hoy es mi gran dia de suerte!"

( Continuará )

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