jueves, 12 de enero de 2017

(55) El caso de la domadora asesinada.



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La inspectora dedicó un buen rato a mirar las caras de la gente que se hallaba reunida en grupos en el paseo de la playa, próximos al lugar en donde los efectivos policiales maniobraban para acercarse cautamente a un lugar desde donde pudiesen dispararles los dardos anestésicos a los tigres. Otros policías asumían el incómodo trabajo de obligar a los curiosos a alejarse. Los tigres comenzaron a ponerse nerviosos por la luz de los reflectores y se oyeron algunos rugidos de desacuerdo. Varios "valentones" que antes no habían querido moverse, aceptaron ahora situarse a mayor distancia. Los rugidos imponían un respeto. Los flashes de los fotógrafos y la luz para grabar en video también contribuyeron a aumentar el desasosiego de los animales. Algunos reporteros arriesgados, al contrario de los "valentones" arrepentidos, habían bajado a la arena. Dos policías le intimidaron con sus porras a un fotógrafo bravucón.
— ¡Estoy haciendo mi trabajo, hostias!
— Tira pallá o te doy con la porra, mamón!
Al final la sangre no llegó a la orilla del mar y los reporteros despejaron la arena, no sin mascullar amenazas de denunciar a los policías, y es que es más fácil denunciarles que ponerse al alcance de sus porras.
La inspectora no dio con ningún sospechoso porque el sospechoso, o más bien el asesino de Karla Ambrossini, el mismo que había puesto en libertad a los tigres, acababa de abandonar el lugar porque ya había disfrutado lo suficiente de su acción vandálica.
El jefe del operativo policial, capitán Ordoño Ledesma, ordenó que el helicóptero abandonase la zona y fue situando a los tiradores de forma que estuviesen  la distancia conveniente para no errar los tiros. Los tigres se movían poco, como si aquel lugar les hubiese parecido de perlas para pasar la noche, pero en cualquier momento podrían cambiar de idea, por lo cual se hacía necesaría una intervención rápida.
Todo el mundo, policía y curiosos estaban pendientes del desenlace, menos una persona, una mujer que no dejaba de darle vueltas en la cabeza a una idea, o a un enjambre de ideas: la relación entre el asesinato y el acto vandálico. Sí, la inspectora no se quitaba de la cabeza que el asesino de Karla Ambrossini y la puesta en libertad de los tigres estaban estrechamente relacionados. No pasarían muchos días sin que otro hecho luctuoso le confirmase que existía una conspiración contra el "Gran Circo de la Atlántida" La mano criminal era muy alargada.


(Continuará)

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