miércoles, 11 de enero de 2017

(54) El caso de la domadora asesinada.



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— Marcial ha sido detenido por otra razón. Hará media hora que se lo han llevado esposado.
— ¡Anda, ¿y eso?!
— Ha aprovechado la confusión para tocarles el culo a las mujeres que huían despavoridas en cuanto se ha dado la alarma por la fuga de los tigres. Varias mujeres se lo han dicho a los policías en el momento en el que ya se veían a salvo en sus portales. Pero esto no ha sido lo peor, ha habido algo más y muy fuerte. Al cabo de unos minutos de la desbandada, una mujer ha empezado a gritar aterrorizada porque no encontraba a su hija de siete años, y un poco después un policía se ha topado en la arena de la playa con Marcial que estaba desnudando a la niña.
— ¡Dios, qué hijo de puta! — no pudo por menos que exclamar la inspectora.
— Y ha sido casi al tiempo que la policía descubría la presencia de los cinco tigres en la playa, aunque ya se sabía, por indicaciones de algunos vecinos, que los animales se habían dirigido aquí.
La inspectora Jiménez Herrera estaba tan asombrada como indignada. Aquel circo era un muestrario de algunas maldades humanas: envidias, pedofilia, un ex delincuente desaparecido y un asesinato. No tenía ninguna pista sobre la identidad del asesino, pero tenía la cabeza a punto de explotar. ¿En dónde se había metido? Barrió con la mirada al grupo de "temerarios" que se habían quedado allí, desafiando al peligro y a la policía, y casi todos grabando con sus móviles lo que estaba sucediendo y, sin duda, esperando a que sucediese algo más gordo para subirlo a YouTube y que se convirtiese en viral, a ser posible un tigre despedazando a un humano. Entre aquel grupo de individuos estaría el asesino de Benita Talledo?... o, mejor dicho, de Karla Ambrossini, teniendo en cuenta que los titulares de prensa siempre se refirieron a ella por su nombre artístico. ¡Qué curioso es el mundo de los artistas: un apellido italiano para alguien que nunca ha estado en Italia ni mucho menos conoce su idioma!
"¿Se encontrará Karla Ambrossini en otra dimensión y nos está viendo en estos momentos? ¿Está observando como sus desamparados tigres disfrutan de una libertad que no habían experimentado hasta ahora?"
La distrajo de sus pensamientos la llegada de Cristino Beniaján. El feo había decidido, al igual que la inspectora, acercarse al "lugar del drama", y traía una primicia:
— Ya han encontrado a los otros tigres, estaban en un descampado muy próximo a San Pedro del Pinatar. Menos mal que no llegaron a la población. Les han disparado con dardos somníferos y luego han traído el camión-jaula para llevárselos. Yo me he venido para acá porque he oído decir que aquí estaban los cinco restantes y que tenían la cosa controlada.
— Sí, ahí abajo están, en la arena de la playa — comentó la inspectora.
— Pues enseguida llegarán los tiradores. ¡Míralos, ya están ahí!
Señaló hacia un grupo de polis que portaban unos extraños fusiles.
La inspectora volvió a echar un vistazo al grupo de curiosos, esperando algún gesto, algún detalle que delatase al criminal. Después observó con ternura a Desiderio y Cristino, dos hombres curtidos que habían hecho del nomadismo circense su medio de vida, o que la vida no les había dado la oportunidad de ser otra cosa. Quién diría que estos dos hombres, uno viejo y el otro camino de serlo, eran los dos payasos que tanto hacía reír a los niños, "Casildo y Cirilo", y también un gran ciclista acrobático y un experto domador de monos. Y un pensamiento acojonador se poso en su mente:
"¡Oh, Dios, espero que no pongan en fuga también a los monos!"


(Continuará)









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