jueves, 5 de enero de 2017

(49) El caso de la domadora asesinada



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— ¿Y esto que me cuentas tiene alguna relación con el caso?
— Pues... no me extrañaría que Marcial hubiese matado a Benita, vamos, a Karla Ambrossini, por su odio hacia las mujeres y porque así podía matar dos pájaros de un tiro acusándole del asesinato a Jesusa, vamos, a Miss Martinelli. Usted me comprende, ¿no?
— Comprendo tu interés en ayudarme. Has creado una hipótesis basándote en la misoginia del enano, pero no es posible que sea él el asesino. Jesusa vio a un hombre hecho y derecho alejándose de la caravana de la víctima, no a un enano. Las cuchilladas que recibió Benita tampoco pudo hacérselas un hombre tan bajito.
En ese momento vieron a un grupo de personas que venían corriendo por el paseo. Algunos mayores iban con la lengua fuera, e incluso observaron a una embarazada cuyo estado no era precisamente para competir en carreras pedestres. El variopinto grupo continuó corriendo hacia San Padro del Pinatar. Unos segundos después pasaron varios adolescentes ciclistas y skaters, y después una treintañera gordita que se quedó mirándoles y les dijo: "¡Sálvense, no se queden ahí!"
El domador de monos y la inspectora se quedaron perplejos. ¿Qué estaba pasando?
— Parece como que huyen de un incendio — dijo el domador — pero no se ve ningún resplandor.
— No, no se ve más que gente enloquecida — opinó la inspectora — algo está pasando, desde luego, a lo mejor se han escapado unas vaquillas o uno toros. Creo que debemos correr, Cristino.
Y entonces llegó un policía local en moto.
— ¡Lárguense de aquí, rápido, se han escapado unos tigres del circo!


(Continuará)

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