lunes, 2 de enero de 2017

(46) El caso de la domadora asesinada



Resultado de imagen de paseo de la playa de Santiago de la Ribera de noche

Anochecer en el paseo de la playa, entre Santiago de la Ribera y San Pedro del Pinatar. Para la inspectora Jiménez Herrera ha sido un día muy movido, rematado por las palabras ofensivas que le ha dirigido Tobías Carretero, el dueño del circo, un viejo grosero, sucio y enfermo que vive su decrepitud haciendo de domador de un viejo pony lleno de mataduras, el caballito "Incitatus"
Pero, parece ser que no han terminado los sobresaltos para la eficiente, aunque desengañada, inspectora. Alguien la sigue por el paseo de la playa. Se vuelve airada e increpa al hombre:
— ¡¿Qué pasa?!; ¡¿Por qué me sigue?!; ¡¿Están todos zumbados en el circo o qué?!
El feo Cristino Beniaján, domador de monos, payaso y "gorila" perseguidor por la pista del circo de un travestido enano Marcelo, se muestra muy cohibido ante la virulencia verbal de la teniente.
— Perdone, perdone... solo quería hablar con usted, pero fuera del circo, por eso la he seguido.
La investigadora consigue serenarse al comprobar lo atribulado que está el feo.
— Está bien, dígame.
— Pues verá... es que he estado escuchando la bronca que le ha echado el viejo Tobías, lo cual no me extraña, eh... es que no le gusta que le hablen de sus cosas, vamos, que cuestionen su forma de llevar el circo. El lleva dirigiendo el negocio, mal o bien, desde hace muchísimos años, tantos que usted no había nacido y yo era muy joven.
— Creo que se equivoca, yo no lo he cuestionado como empresario, solo le he preguntado porqué le tolera al enano que se comporte mal con todo el mundo.
— Bueno, a esto quería llegar, a lo de Marcelo. En cierto modo explica todo lo que pasa.
Guardó unos segundos de silencio, como no sabiendo por dónde empezar.
— ¿Y bien?...
— Yo puedo explicarle la relación de Don Tobías con el enano Marcelo. Es una relación muy especial. La verdad es que me cuesta mucho contárselo.
"¡Dios, este hombre es desesperante!"
Cristino Beniaján carraspeó, lanzó un escupitajo a larga distancia y prosiguió.
— Verá, el viejo ha intentado cargarse al enano en más de una ocasión, porque le saca de sus casillas, y es que es un...
La inspectora expulsó toda su rabia contenida.
— Un hijo de puta, sí, ya me he dado cuenta. Las mujeres no debemos expresarnos en estos términos, y menos si estamos representando a la ley, pero me apetecía mucho decirlo, y vuelvo a repetirlo en un castellano muy claro: un hijo de la gran puta que es capaz de ponerle de los nervios al Santo Job.
Cristino Beniaján se hizo la señal de la cruz.
— Aparte de hacer muchísimas barrabasadas. ¡Uy, si yo le contase!
— Bien, pues llegados a este término, dígame usted porque el viejo soporta al enano y no se lo carga de una santa vez o lo interna en una residencia para enanos esquizofrénicos.
— Les une la sagrada promesa que el viejo le hizo a la madre del enano cuando estaba moribunda.
"¡Dios, qué folletín!"


(Continuará)







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