viernes, 6 de enero de 2017

(50) El caso de la domadora asesinada



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— ¡Lárguense de aquí, rápido, se han escapado unos tigres del circo!... Sigan en dirección a San Pedro del Pinatar, ¡dense prisa!, no sabemos que rumbo pueden tomar esos animales, pero a lo mejor vienen hacia aquí.
Y el poli siguió el camino con su moto para seguir asustando a más personas, aunque con buena intención.
El mecanismo neuronal de la inspectora Jiménez Herrera la recordó la letrilla de una canción cachonda: "¡Y tú lo que quieres es que me coma el tigre, que me coma el tigre, mi carne morena!" La cantaba la genial lola Flores en la película "El taxi de los conflictos"
— ¡Huyamos, Cristino! ¡Joder, pero qué pocas ganas tengo de correr!
— Yo conozco muy bien a esos tigres, son mansos y...
Se cortó, sabía que nadie había conseguido sustituir a la fallecida Karla Ambrossini porque los felinos estaban muy inquietos, seguían echando de menos a su querida amita.
— No digas bobadas, Cristino, ¡vámonos, venga!, esos animales deben estar muy asustados en estos momentos y pueden atacar a quien se les acerque.
Se acercaba más gente corriendo, algunas mujeres chillaban histéricas. Cristino Beniaján y Enriqueta Jiménez Herrera se sumaron al grupo de acojonados corredores. A nadie se le pasó por la cabeza en este momento que "correr es cosa de cobardes"


Un par de tigres retozaban sobre la arena de la playa y otros tres miraban al mar. El más atrevido se acercó hasta la orilla y dejó que el agua le mojase las patas. Pareció gustarle.
Los propios policías estaban aterrados porque ignoraban el paradero de los tres tigres que faltaban. Aquel viejo sucio, que era el dueño del circo, les había dicho que sumaban ocho. De momento habían dejado de sonar las sirenas policiales para no asustar a los animales. También acababan de llegar dos ambulancias. A la gente le habían exigido que se encerrasen en bares, portales, garajes y domicilios, advirtiéndoles de que tres tigres no estaban localizados.
— ¿Y si me meto en un portal y están los tigres dentro? — preguntó un caballero orondo con cara de pánico.
— No tema, el dueño del circo ha dicho que ya habían cenado antes de escaparse — le respondió un policía bisoño.
Los médicos de las UCI móviles que acaban de llegar, atendieron a varias mujeres con sendos ataques de nervios. Dos policías fortachones evitaron que bajase a la arena un guiri corpulento y borracho que pretendía hacerse un selfi con los tigres. Nada que ver con el gordo que temía ser devorado.


La inspectora dejó de correr y se palpó la pistola que llevaba debajo de la ropa. Tenía una corazonada.
"Esto lo ha hecho el asesino de la domadora. Sí, les ha abierto la puerta de la jaula a los tigres. No sé porqué, pero ambas acciones están relacionadas. Tengo que volver al circo ahora mismo"


(Continuará)

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