lunes, 28 de noviembre de 2016

(29) El caso de la domadora asesinada



Resultado de imagen de Playa de Santiago de la Ribera

La inspectora Jiménez Herrera dejó atrás el circo encaminándose hacia la playa. Unos momentos de relax, tendida en bikini sobre una toalla playera, y bañándose en las serenas y templaditas aguas de Santiago de la Ribera, no le vendrían nada mal. Aprovecharía para repasar el dossier del caso, por si se le había pasado por alto otro detalle importante, y dejaría que su mente asimilase todo lo que había vivido aquella mañana. ¡Qué gente tan especial eran los circenses!
Protegida por las gafas de sol y un ligero bronceado, que no necesitaba más porque su piel ya venía tostadita de la almeriense playa de Punta Antinas, dio un repaso largo a la situación. Su primera reflexión fue decepcionante, había cosas que no encajaban, era como si todos se callasen algo. La antipodista seguro que se mordía la lengua, por muy proclive que fuese a despotricar contra todos. "Pues sí, algo se calló" Se lo dijo su mirada, sus silencios, sus manos, todo. El argelino también guardaba algún secreto, e incluso el enano intentaba decirle algo. ¿Sabía alguno de ellos, con certeza, quién era el asesino?... ¿o solo alimentaban con falsas sospechas el odio que los unos les tenían a los otros?
La playa estaba llena, tuvo que colocar su toalla y su cuerpo serrano bastante lejos de la disputadísima "primera línea de playa" Pensó en lo más urgente para esta tarde: pillar al enano y acojonarle un poco para que soltase prenda. Pero antes debía entrevistarse con el viejo Tobías, el dueño del circo. El patriarca tendría que explicarle el porqué del trato preferencial a Sandro y Antonella y el hecho de que el enano se hubiese convertido en su niño mimado. ¿Por qué protegía Don Tobías al conflictivo enano Marcial? ¿Por qué permitía que la pareja de cuarentones ciclistas acrobáticos asumiesen tantas responsabilidades en el circo? ¿Se debía tan solo a que él era viejo y no se hallaba con fuerzas suficientes para dirigir a la troupe?... Quizá algunas de las respuestas a estas preguntas podría ponerla tras una pista.


Abdel Alim no logró dormir la siesta porque un lejano recuerdo invadió su cerebro inesperadamente.
"¡Que Alá me proteja!... ¿Podría estar ahí la clave del asesinato?"


(Continuará)

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