sábado, 5 de noviembre de 2016

(13) El caso de la domadora asesinada.



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Sin pretenderlo, Enriqueta ya estaba interrogando a un circense, el argelino Abdel Alim. Ya se había puesto a hurgar en las entrañas del circo.
— ¿Quién hace ahora la actuación de los tigres? ¿Hay otro domador?
— No, los tigres han dicho que no.
— ¿Cómo es eso?
— Vino un domador nuevo, un hombre conocido de los dueños del circo, pero los tigres se negaron a obedecerle, e incluso uno le hizo frente y faltó poco para que ocurriese una tragedia. Los tigres querían mucho a su amita, solo la querían a ella. Y ahora el circo está en crisis porque en todos los carteles aparecen los tigres, la gente venía por el número de los tigres. Bueno, siguen viniendo... ¿Sabe usted?, incluso los sacaron un par de veces en las televisiones de Murcia y de Albacete, y se puede ver en YouTube.
"Pues sí que lo tienen complicado", pensó Enriqueta, "el número de los tigres era para ellos la gallina de los huevos de oro"
La vida es una sucesión de sorpresas, muchas de ellas desagradables. Poco después se llevaría otra sorpresa gorda: su correcto informante argelino era el hombre que, años atrás, había mostrado su navaja a las cajeras de las tiendas y a los empleados de las gasolineras para luego salir corriendo con los euros del botín.
— ¿Cuál es la caravana de Sandro y Antonella, los padres de la difunta?
— ¿Cómo sabe usted que son sus padres? — preguntó asombrado el argelino y Enriqueta optó por identificarse, le enseñó su placa. A partir de este momento, Abdel Alim mostró otra actitud hacía ella, mucho más reservada, no en vano era un ex delincuente y ella una poli.


(Continuará)

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