jueves, 24 de noviembre de 2016

(27) El caso de la domadora asesinada



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Del episodio 21


El hombre respondió y un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Jesusa. ¡¿Había dicho Abdel Alim?!... Unos segundos después asomó la cabeza y miró al exterior: vio a un hombre correr, un hombre que huía de algo. La puerta de la roulotte de los Talledo quedó abierta.




Actualmente


Ahora, dos semanas después, Jesusa Sánchez no lograba conciliar el sueño recordando el suceso.


El enano fisgón se situó bajo la casa rodante de su odiada Jesusa Sánchez, dispuesto a enterarse de lo que hablaban las dos mujeres: Jesusa y la inspectora Jiménez. El enano se había montado una película en su mente desquiciada: la antipodista Martinelli era la asesina de la bella Karla, y todo porque sabía de la envidia insana que la engreída artista le tuvo a la difunta.


— ¿Quién es? — preguntó Karla.
— Abdel Alim — respondió una voz.
"Si yo le digo ahora a esta detective lo que creí escuchar aquella noche... Abdel Alim termina en la cárcel. Tiene antecedentes como atracador con navaja. ¡Dios mio, ¿estoy protegiendo a un asesino?!... Yo le quiero a Abdel Alim aunque él me haya rechazado. ¡Le quiero con toda mi alma! Pero yo oí decir "Abdel Alim" al que llamó a la caravana de Karla. No he podido equivocarme, no estoy sorda, nadie tiene un nombre parecido en el circo, ¡no he podido equivocarme!, ¡quien fuese dijo Abdel Alim!"
Miró con mucho recelo a aquella policía que daba la impresión de estar muy dispuesta a descubrir al asesino.
"Lo descubrirá, tiene una mirada inteligente, seguro que es una sabuesa de mucho cuidado"
— ¿Le apetece un café?
— He tomado uno en un bar del pueblo. No le voy a molestar mucho, Jesusa, solo un par de preguntas. Usted no es la asesina, lo sabemos, pero dígame, por favor, ¿en dónde se encontraba cuando se cometió el asesinato?
— Aquí, en mi casa.
— Lo sé, y está a un paso de la casa de los Talledo. ¿No escuchó usted nada raro aquella noche?
— Quizá lo único raro es que rugían los tigres. De pronto empezaron a rugir, y a esa horas de la noche no suelen rugir.
— Quizá porque merodeaba el asesino.
— Sí..., quizá.


— ¿Quién es?
— Abdel Alim.


(Continuará)

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