jueves, 10 de noviembre de 2016

(17) El caso de la domadora asesinada



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Pasó acojonadita a pocos metros de la jaula de los tigres. Llamó a la puerta de la roulotte y enseguida le abrió la dueña de la casa rodante. Sintió un ligero escalofrío, allí mismo había sido asesinada Karla Ambrossini, o Benita Talledo. Le vinieron a la mente las fotos del dosier. La Antonella que apareció ante ella era una Antonella en versión bikini rojo, diminuto bikini para su condición de cuarentañera, pero observó que su cuerpo, bien conservado, le permitía lucir muy hermosa en bikini, sin duda gracias a su constante actividad de atleta circense. Rosa Rubio había comenzado desde muy joven, como todos los niños del circo, ejercitándose en los roles de acróbata y equilibrista. ¡Y estaba comiendo otro helado!
"¡Dios mío, esta mujer es una golosa insaciable!"
Era de dos bolas, una de vainilla y otra de chocolate.
— Soy Enriqueta Jiménez Herrera, investigadora policial. Siento mucho lo de su hija Karla.
Dio otra chupada al helado, antes de responder.
— Para nuestro recuerdo es Benita, nuestra adorada hija Benita que Dios tenga en su gloria.
Sobre el canalillo que dejaba ver la minúscula pieza superior del bikini, reposaba un crucifijo casi tan grande como el de un obispo. Rosa y Desiderio eran creyentes y los domingos iban a misa.
— Eso, que Dios la tenga en su gloria — respondió Enriqueta.
— Y usted viene a hacernos preguntas para ver si le decimos algo que pueda ayudar a atrapar al asesino, ¿no?
— Sí, señora, es la obligación de la policía. Bueno, en realidad es la obligación de todos. Debemos hacer lo posible y lo imposible para que la persona que ha cometido un delito tan execrable de con sus huesos en la cárcel.
"Habla como en las novelas esta poli"
— Pero eso no nos va a devolver a nuestra Benita. En fin, ¿quiere entrar en mi casa?
— Sí, gracias, estaremos mejor dentro.


El enano Marcial dejó de observar a distancia y corrió a situarse bajo la ventana de la roulotte  para escuchar la conversación de la ciclista acrobática con la poli que le había mirado mal. Un estruendo en el cielo asusto al enano. Alzó la vista y contempló los pájaros de hierro de la Patrulla Aguila volando en perfecta formación.
"Espero que no hagan muchas pasadas porque no me voy a enterar de la conversación", gruñó interiormente el enano problemático.



(Continuará)



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