sábado, 26 de noviembre de 2016

(28) El caso de la domadora asesinada.





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— ¿Si el asesino hubiese sido alguien del circo, alguien al que conocán los tigres, estos hubiesen rugido esa noche?
— Eh... quizá no.
Ya se lo había planteado ella. Esa también fue una razón para que, en su fuero interno, rechazase la idea de que Abdel Alim fuese el asesino. A su "amor platónico" le querían los tigres porque les dio de comer durante muchos días, aunque el padre de Karla había decidido que ya no lo hiciese cuando tuvo el conocimiento de que miraba con descaro a su hija.
— ¿No se le ocurrió mirar por la ventana a ver si rondaba algún extraño?
— No, ni lo pensé, me hubiese dado miedo solo el hecho de asomarme. En todo caso le hubiese despertado a mi marido.
— Le voy a hacer una pregunta delicada, si quiere no me responda.
Abrió mucho los ojos y cambió de posición en la silla.
"Joder, todo este acoso policial y soy inocente"
— Está bien, dígame.
— A usted no le gustaba Benita. ¿Por qué?
— Pues porque no me gustaba, era una prepotente. Y usted lo ha dicho, no estoy obligada a responder porque ya está demostrada mi inocencia — de pronto se le encendieron los ojos — Mire, yo soy una artista, no una niñata que ha jugado con cachorros de tigre desde cría y se cree muy importante por meterse en una jaula engañando al público, haciéndose pasar por la reina de la jungla. ¡Venga ya, era una fantoche!, como los relamidos de sus padres, que solo pretenden que se muera el viejo Tobías para heredar el circo, y por eso se hacen los buenos con él, le ayudan en todo, la publicidad, las gestiones con los ayuntamientos, el arreglo de cualquier cosa que se rompe..., trabajos que deberían hacer los empleados. ¡Menuda familia de trepas! Y ya no hablo más.
"Ya te vale, hija, te has desahogado bien desahogada"
En ese momento les llegaron unos quejidos lastimeros.
— ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!...
— ¡No te quejes tanto, enano cabrón, que no te he tocado!
Si le había tocado. Mateo Santos, el mago Shaoran, esposo de Jesusa, había descubierto al enano Marcial agazapado bajo la caravana y le había sacado de allí de un tirón en la oreja, propinándole a continuación una fuerte patada en el culo.


(Continuará)

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