lunes, 24 de febrero de 2014

Uno a uno y sin prisas ( XXXV )



La iglesia de Santa María de Valdurriales estaba abarrotada desde mucho antes de empezar la misa de cuerpo presente por el alma de Rogelio Briales. Era una iglesia pequeña pero sólo registraba llenazos en ocasiones especiales. El padre Bernardo solía decir que su clientela habitual se componía de media docena de las beatas de siempre y un par de otoñales santurrones, pero que en bodas y funerales se animaba mucho más la cosa. No mencionaba los bautizos porque hacía mucho tiempo que las parejas jóvenes se habían ido a vivir a Lobodoiro, Castro Urdiales, Bilbao o Santander. ( Aunque algunos se hacían un viajecito para bautizar aquí a sus niños, cosas del "cariño a la tierruca" ) Y en estas ocasiones especiales, cuando alguien moría o algunos se casaban, cada vez más infrecuentes, exceptuando las dos muertes trágicas que tenían acojonado a todo el pueblo, la gente corría a la iglesia "a coger sitio para no perdérselo" Y esta vez se encontraron con una sorpresa añadida: la presencia de dos estrellas de la pantalla grande y la escultural desconocida que las acompañaba.
La tres mujeres habían llegado muy pronto a Valdurriales, pero no encontraron ningún local en donde tomar café para hacer tiempo, pues el único bar del pueblo abría cuando le daba la gana. Así que se fueron directas a la iglesia, causando el lógico impacto entre los vecinos que seguían su mismo rumbo, calle arriba, sorteando piedras y algunos boñigos de vaca.
Don Bernardo también se sorprendió, y mucho, que aunque habitual de las salas de cine ni de los DVDs, enseguida se percató de que aquellas mujeronas eran "de película" E igualmente sorprendidos quedaron el cabo Modesto y el guardia Serafín. Las autoridades civiles y la eclesiástica se encontraban en el pórtico del templo a la llegada de las representantes de la Farándula. Don Bernardo hizo amablemente de anfitrión y las colocó en una de las primeras filas de bancos, casi al lado del sagrado escenario. Don Modesto telefoneó al teniente Madero para hacerle partícipe de la inusitada presencia de las cómicas. Y el guardia Serafín pensó que aquellas gachís estaban más buenas incluso que en las películas.

( Continuará )

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