sábado, 18 de enero de 2014

Uno a uno y sin prisas ( VIII )



El asesinato de Joaquin Ruiz, "Joaquinillo", conmocionó al casi centenar de vecinos de Valdurriales de las Monjas, sobre todo porque era un pueblo en donde nunca ocurría nada ( "al menos hasta donde la memoria alcanzaba"... para empezar a despertar ideas en los lectores, je, je! )
Dos cosas alteraban más la conciencia de los vecinos y azuzaban su miedo; una, que Joaquinillo era un simplón, un buenazo que se desvivía por hacer recados a todo el mundo; y dos, que el monstruo no se conformó con matarle: metió y sacó el cuchillo veintitres veces.

El inspector Madero, de la guardia civil, llegado exprofeso desde Lobodoiro, la ciudad más importante del entorno y a cuyo partido judicial pertenecía Valdurriales, cambió impresiones con el cabo Modesto tras echar un vistazo al cadáver y una vez que el juez ordenase su traslado al Instituto Anatómico Forense de Santander:
- Mire, cabo, en el lugar de los hechos no hemos encontrado nada hasta ahora, ni una huella, ni una colilla..., esas cosas que nos ayudan muchísimo gracias al trabajo de la científica; y sabe una cosa, cabo?, es muy raro, pero que muy raro, que un asesino inteligente, un profesional, se traslade a un pueblo pequeño con el encargo de matar al tonto del pueblo, no le parece? - Don Modesto fue a responder, pero no le dejó. - De todas formas, he dejado allí a varios hombres para que sigan buscando indicios. Nunca se sabe cuando puede surgir la sorpresa.
"Allí" era en un recodo del agreste caminito que conducía a la ermita, el lugar del trágico punto final en la vida de Joaquinillo.

( Continuará )

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