viernes, 24 de febrero de 2017

(78) El caso de la domadora asesinada



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Volvió la inspectora a su hostal, muy cerca de donde estaba el antiguo estadio del Real Murcia y que llevaba su antiguo nombre: "Hostal La Condomina" ¡Qué desesperación!, debía hacer la maleta y pirarse inmediatamente. Bueno, lo de "inmediatamente" era un decir, no le iba a dar el gusto al capullo de su capitán de estar en la comisaría de Almería al día siguiente a primera  hora, entre otras cosas porque no le gustaba conducir de noche y, mucho menos, a lo largo de 204'1 km, que es la distancia más corta por la A-7, la que hay entre la capital de La Huerta y su querida Almería.
"¡Joder, se podía haber callado el bocazas de Galdames! Naturalmente que están relacionados los dos casos. ¿Por qué será que casi todos los compañeros y jefes que me tocan son gilipollas?"
Decidió despedirse de Murcia dándose un garbeo por las calles más animadas. Caminó hasta la catedral y disfrutó un rato observando a la gente que iba y venía. Un globero regalaba a los niños globos de goboflexia para que los padres o las madres "se rascasen el bolsillo", aunque era muy raro que alguien le "pagase"más de un euro, e incluso había personas a las que un euro ya les parecía "un robo", sin ponerse a pensar que en ello iban la ilusión de un niño y la necesidad de un hombre con suficiente vergüenza como para rechazar otro tipo de mendicidad más vergonzante, lo que le impulsaba a disfrazarse de payaso o de Mickey Mouse.  Un par de carritos de chucherías completaban la oferta infantil: espadas de plástico, máscaras o tambores, además de las consabidas "chuches", satisfacían las ilusiones de los niños. Esta era la Plaza del Cardenal Belluga, desde donde podía verse en todo su esplendor externo la catedral, su magnífica fachada principal de estilo gótico con añadidos renacentistas, barrocos y neoclásicos, además de la torre, de 93 metros de altura, el tercer campanario más alto de España.
Si Enriqueta hubiese entrado en la catedral, la cual merece la pena verse, quizá alguien le hubiese mostrado la urna sepulcral en donde reposan el corazón y las entrañas de Alfonso X el Sabio.
Luego enfiló por la Calle Trapería, la de los paseantes y artistas callejeros. Trapería es la arteria más típica del centro de Murcia. Debe su nombre al carácter comercial de la misma, pues numerosos mercaderes malteses, genoveses y catalanes se establecieron en sus inmediaciones durante el siglo XIV.
Caramba, aquella artista callejera le trajo el recuerdo del problemático "Gerardín" Era la marionetista rumana a la que el grandullón había tocado el culo dos días atrás. Un corro no muy numeroso de personas presenciaban la actuación. La mayoría o todos ellos se largarían con viento fresco sin soltar ni un céntimo. La marionetista movía los hilos de una simpática pareja de bailarines de vals. De pronto algo le llamó la atención: en el escaparate de una tiendita de bisutería se veía un cartel anunciando un circo: "CIRCO FANTASÍA SIGLO XXI"
"¡En Alcantarilla! ¡Necesito ir a ver ese circo ahora mismo!" — leyó bien el cartel — "Sí, hay función esta noche, pero no sé si llegaré. ¡Voy a por el coche!"


(Continuará)

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