miércoles, 22 de febrero de 2017

(76) El caso de la domadora asesinada.





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"El pobre animalillo tiene más mataduras, ese viejo asqueroso se ensaña con él"
Pensó en denunciarle, a las autoridades no les sería difícil comprobar que el pobre caballito era agredido continuamente por el bestia de su dueño. Se lo quitarían. Y también deberían quitarles a los tigres. ¿Qué pintaban allí aquellos tigres si no dejaban entrar a nadie en la jaula desde que se quedaron si su domadora?
"¿Qué pintan ya los animales en los circos y los toros en las plazas? Son costumbres bárbaras de otros tiempos" — pensó con buen criterio la poli — "pero sentiría mucho que le quitasen los monos a Cristino Beniaján, él sí los trata con cariño" — volvió a echar un vistazo a Incitatus — "Dios mío, este hombre descarga su furia contra el caballo porque le han privado de su querido enano, ¡pobre caballito! y el indeseable pigmeo estará en estos momento granjeándose enemigos en la prisión de Sangonera la Verde.
Karla Ambrossini y Abdel Alim muertos, el enano Marcial preso por degenerado, los tigres y el pony maltratados... una cadena de desgracias en un circo muy pequeño, un grupo de nómadas mal avenidos que pelean por su sustento como lo hicieron sus remotos antepasados. ¡Noble proeza en la era del cine, la televisión, la internet, el fútbol...!




Días atrás


Un hombre estaba a punto de morir porque otro iba a convertirse en su asesino. Abdel Alim caminaba ciego de rabia en dirección al circo. Cuantas más vueltas le daba a la cabeza, más claro lo tenía. Farid Massú había matado a su amadísima Benita. ¡¿Cómo no se dio cuenta de que el muy salvaje podría llegar a hacerlo?! Al mismo tiempo se mortificaba y rabiaba contra su enemigo, un enemigo que le seguía entre las sombras de la noche, dispuesto a volver a manchar de sangre su cuchillo.




¿Caso cerrado?


La inspectora se lanzó nuevamente a la autovía para cubrir la distancia que le separaba de Murcia capital. Sonó la alarma del móvil.
— ¿Tiene usted un "manos libres"? — preguntó el capitán Llorente, su superior de la comisaría de Almería, al darse cuenta de que viajaba en el coche.
— Sí, mi capitán, le escucho — mintió mientras rozaba su oreja con el móvil.
— Véngase ya para acá, el caso de la domadora está cerrado.
— Pero... ¡capitán!


(Continuará)

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