miércoles, 8 de febrero de 2017

(70) El caso de la domadora asesinada





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— ¡Ténganlo ustedes todo el tiempo que quieran, y así lo alimentan y le dan cama! — Le gritó la madre de Gerardín al policía que controlaba la puerta de la comisaría para atender a los que llegaban y adjudicárselos a sus respectivos compañeros que tomaban la denuncias. Por otra puerta entraban los criminales esposados, bien fuesen presuntos asesinos, rateros, violadores o un amplio etcétera de variantes de la delincuencia.
— Señora, váyase a casa ya, ¿no ve que hay cola?... Ya le he dicho que a su hijo no le van a soltar todavía y que es posible que el juez ordene que ingrese en prisión por una temporada. Esta vez lo suyo es muy serio, ha agredido a una agente de la policía local.
— ¡Anda, ¿y matar a mi madre no fue serio?! ¡¿No fue un asesinato?! ¡Claro, como no era una policía local, el juez la dejó libre después de hacer el paripé con los loqueros de El Palmar! — respiró profundamente — ¿Sabe usted, señor policía?... este mundo es una mierda para los pobres y yo estoy cansada de aguantar a un hijo que, además de tonto, es un hijo de puta, aunque sea yo la madre, ¡un hijo de puta!... ¡Quédenselo ustedes! ¡Se lo regalo!
— ¡Venga ya, tía! — gritó un sujeto calvo con bigote de morsa que ya llevaba un buen tiempo haciendo aspavientos — ¡que los demás hemos venido a poner denuncias, no a aguantarla a usted, joder!
Tuvieron que intervenir otros policías para calmar a la madre de la criatura, dándole a elegir entre quedar encerrada en un calabozo o marcharse de una puñetera vez.


En el cuarto de interrogatorios, los inspectores Galdames y Jiménez Herrera se las veían y deseaban con el delincuente tarado habitual Gerardo Urdielles "Gerardín"
— ¡Pos poqué a lo mueto hay que enterralo, ¿no?, po eso lo hice! Al mueto lo dejaro tiraó como a un pero, y eso no se hace.
— Te he preguntado si viste al que tiró allí el cadáver — preguntó con tono seco el teniente Galdames — ¡No me hagas repetirte las preguntas, cojones!... Ya sabemos que fuiste tú el que lo tapó con cascotes, ¡pero eso no es un enterramiento, gilipollas!
Galdames tenía mucha experiencia en hacer de poli duro.


(Continuará)



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