viernes, 16 de octubre de 2015

( XII ) Un asesino más listo que el hambre.


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¡Albricias, el cheque se convirtió en dinerito contante y sonante, 500 eurillos que le arreglaban el cuerpo!, es un decir.
Hizo unos gastillos extras, videos porno, whisky y ropa, y se quitó el pufo muy gordo que tenía en la tienda de alimentación de su calle, "Comestibles Manuela", una tienda a la antigua, no de chinos. Fulgencio vivía en el antes castizo y ahora multicultural barrio de Lavapiés, en una pequeña buhardilla por cuya claraboya podía ver algo del cielo de Madrid, por las noches lo que le permitía la contaminación lumínica, y los aviones que desfilaban en el día de la "fiesta nacional"


Sindo 

Comió opiparamente en "Casa Sindo" de la calle Ave María, "los miercoles cocidito madrileño", y Don Sindo, que otrora fue cocinero en barcos mercantes, preparaba el mejor cocido madrileño de la villa y corte borbónica. Fulgencio se colocaba siempre en una mesa pequeña al lado de la cocina, puesto de cara a la televisión, de espaldas a los demás clientes y a la puerta de la calle, para no espantar a nadie.
Después se fue a disfrutar un rato bien largo a la sex shop de la calle de Atocha. Le gustaba horrores la treintañera rubia y tetona de una de las cabinas. Se hizo una paja a la salud de Doña Carlota, su mejor clienta, y de la estanquera tetuda de la calle Zurbano. "¿Cómo se llama?, ¡ah, sí, Tomasa!"


Nicolás

A Nicolás Fuentes, el enterrador del cementerio Virgen de la Cañada, aunque ya no se decía enterrador, se lo encontró mismamente en el panteón de los Galíndez de Osuna y Girón tras darse un garbeo por las calles del camposanto leyendo epitafios, viendo fotos de difuntos y comparando nichos de pobres y panteones de ricos, tumbas cuidadas y tumbas descuidadas. Recordó lo versos de Becquer y sintió un escalofrío: "¡Qué tristes, qué solos se quedan los muertos!"
Ya habían puesto una cerradura nueva y Nicolás estaba pintando el panteón por encargo de la familia. Un albañil había trabajado en el muro por el que se coló Mauricio Carrascales, la víctima, y el presunto asesino, hasta hacerle recuperar la altura. Era un muro de esos antiguos cuyas piedras ya flojean, por lo cual no le costo mucho esfuerzo al hampón "rebajarle" un buen cacho. 
Nicolás se llevó un susto al ver a aquel ser que se le acercaba. En un primer momento pensó que algún muerto había salido de su tumba.
- Tranquilícese, amigo, no soy un zombi. ¡Bonita mañana, eh!
- ¿Qué desea? - preguntó temerosamente el camposantero.
- Fulgencio Hermoso Gallardo, detective privado. - dijo mientras le extendía una tarjeta de visita. No daba la mano nunca porque se la rechazaban o la retiraban al instante con un gesto de temor. - Quería hacerle unas preguntas sobre el caso del asesinato del mendigo Mauricio Carrascales. ¿Podría ver primero el panteón?
- Lo tiene usted delante. "De su ojo", pensó.
- ¡Ah, caramba! - Se fijó en la inscripción grabada en marmol. Aparecía el nombre del patriarca fundador de la industria golosinera, Don Recaredo, de su señora esposa, Doña Luz Divina, y del hijo muerto, el del Ferrari, el que se cargó la industria golosinera, Roberto. Los antepasados de estos estaban en otro panteón de otro cementerio, pues Recaredo no se llevaba bien con sus padres y decidió descansar eternamente en otro lugar. Todo esto se lo contaría más adelante Doña Carlota.

( Continuará )

4 comentarios:

  1. Me gusta mucho el fisico de los personajes, en si la historia tambien, pongo mas atención a los de talles, y mi imaginación la dejo llevar, muchisimos besos y gracias¡¡

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  2. ¡Qué bien! El cheque tiene fondos y Fulgencio ha podido darse un homenaje y tapar el agujero en 'Comestibles Manuela'. Me gusta.

    Desde luego, nuestro detective tiene que ser un santo para aguantar la reacción de todos al verlo, ¡uf!

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  3. Es un tipo conformista y sibarita a su manera; sibarita, por ejemplo, de cociditos madrileños, buen vino, carajillos, etc., los placeres sencillos de la gente sencilla que aspira a vivir la vida sin "ostentoriedades" ni competir para ser el más rico del cementerio. Osea, la gente que no se complica intentando ser como Urdangarín o Fabra.

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