miércoles, 29 de marzo de 2017

(99) El caso de la domadora asesinada.



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La inspectora Jiménez Herrera se entrevistó con los circenses de varias caravanas sin obtener nada en limpio. En la caravana en donde agonizaba Julián Robledo, el viejo lanzador de cuchillos, le pidieron educadamente que no les molestase, que bastante tenían ya con asistir a los últimos momentos de la vida de un familiar. Tampoco la dio tiempo a preguntarles el parentesco que les unía con el moribundo. Debía encontrar de una vez por todas al "primo" José Vicente, que a tenor de las palabras de algunos informadores, era posible que se encontrase refrescando el gaznate en cualquiera de los tres bares del pueblo. Nadie quiso decirle que se dedicaba a surtirles a los toxicómanos de sus dosis indispensables.
Un viejecito le hizo una señal para que se acercase a él, estaba distante del circo a unos 150 metros. Cuando ya estaba llegando a su altura, el viejecito indicó con un gesto que le siguiese, y caminó hasta escurrirse por el agujero grande que algunos sin techo habían hecho en la pared de ladrillo de un edificio abandonado, no sin antes mirar en todas las direcciones para cerciorarse de que nadie les veía. La inspectora se sintió incomodísima en aquel lugar inmundo. El viejo enfocó con una linternita en derredor para asegurarse de que no se hallaba allí en ese momento ninguno de los sin techo. Él y sabía que a esas horas de la mañana estaban mendigando en el mercadillo semanal.
— Sí, ya sé que esto apesta y que hay ratas, pero aquí no nos ve nadie. Yo soy del circo, sabe usted, y sé muy bien quién mató a la domadora y al argelino.
— ¿Quién fue?
— José Vicente.


José Vicente y Maruja salieron del bar Los zagalicos en el momento en el que pasaba por allí el coche de megafonía del circo anunciando a todo volumen el espectáculo. Al volante iba Farid Massu, que ni les miró.
— Está bien, ¿qué tengo que explicarte, tía?
— Me sigo llamando Maruja y no soy tía tuya. Vuelve a contarme lo que te dijo Farid Massu aquella noche, después de verse con Abdel Alim.
— No sé qué me estás diciendo.


(Continuará)

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