martes, 14 de marzo de 2017

(89) El caso de la domadora asesinada.



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Llegó al circo y su primera impresión fue desoladora. En aquel desdichado circo parecía que todo se caía a pedazos, la carpa, las roulottes, los camiones, las furgonetas... Podría considerarse un circo paupérrino, nada que ver con el flamante "Circo Fantasía Siglo XXI" que había visitado el día anterior en Alcantarilla.
Hubiese preferido llegar por la tarde, a la hora de la función, para examinar a los circenses sin llamar la atención, suponiendo que una mujer sin niños pagando la entrada en un circo como aquel no llamase la atención, pero el tiempo apremiaba, el capitán Llorente sería inflexible, "ni un día más en Murcia"
El ambiente mañanero de aquel circo le recordó al de la mañana en la que llegó al "Gran Circo de la Atlántida" y su conversación con la primera persona con la que topó: Abdel Alim. Quién lo iba a decir, habían pasado muy pocos días y, sin embargo, la desaparición de Abdel Alim ya parecía historia antigua.
Vio a varios niños del pueblo curioseando en un camión jaula. Se acercó despacio. Había un hombre limpiando la jaula, una puerta de rejas le separaba de la otra parte de la jaula en donde se veían tumbados tres viejos leones, mejor dicho: un león y dos leonas. Después limpiaría la otra parte y los animales ocuparían el lugar en donde ahora estaba él. Bueno, lo de "limpiar" era un decir, se limitaba a recoger las cagadotas recientes de los felinos, allí se veía mierda incrustada con solera de muchos años.
"¡Dios, qué aspecto tan deplorable tienen estos pobres animales!"
Muy viejos y sarnosos, esa fue su impresión.
— ¡Niños, no os acerquéis más, cojones! — gritó el hombre desde la jaula con un acento que le recordó a la inspectora el de Abdel Alim. Debía haber muchos magrebíes trabajando en los circos — Hala, luego venís a ver la función. ¡Ahora iros!
Los niños se alejaron despacio, contrariados por la mala leche de aquel circense. Uno de ellos se bajó el pantalón y le mostró el culo, los demás rieron. El hombre se enfadó más.
— ¡A ti, como te pille, te voy a dar una patada en ese culo de maricón que tienes! — Reparó entonces en la presencia de la mujer — ¿Y tú qué quieres?
— Nada, pasaba por aquí — respondió la inspectora — Me gustan los circos y a lo mejor vengo esta tarde con mis nietos. Oiga, ¿usted es el domador de estos leones o un empleado?
— ¿Por qué lo quieres saber?
— Eh... por curiosidad.
— Ven a la función y conoces al domador. Y ahora déjame trabajar tranquilo.
"¡Qué borde!"


(Continuará)



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