viernes, 24 de marzo de 2017

(97) El caso de la domadora asesinada.



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La inspectora no consiguió arrancarle una palabra más a la joven artista, pero vio un atisbo de preocupación en su mirada. Algo sabía o algo le hacía temer algo, de todas formas no era ajena a que en el Gran Circo de la Atlántida se había cometido un asesinato. Bueno, eso lo sabía todo el mundo, la prensa se había hecho eco de ello durante muchos días, hasta que dejó de airear el caso. Pero intuía que la joven sabía algo más. ¿Estaría enterada también del asesinato de Abdel Alim? Aunque este crimen era más reciente, también había aparecido en las páginas de la prensa murciana, así como en la radio y televisión locales. La saltimbanqui callejera y circense ¿conocía el secreto del asesinato de Karla Ambrossini y Abdel Alim?


No, no lo sabía "del todo", pero sospechaba de alguien, porque a Maruja Robledo le había enseñado la vida a desconfiar y sospechar hasta del lucero del alba. La dura vida de la calle.
Maruja entró en el bar "Los zagalicos" de La Ñora y buscó con la mirada a su primo José Vicente. Al principio no le vio, el bar estaba lleno de clientes bulliciosos y de los ruidos propios de un bar.
José Vicente, "El Pirata" como le llamaban por su parche en el ojo, era un bebedor más, era bebedor y alguna cosa peor. En el circo dirigía el montaje y desmontaje de la carpa y conducía uno de los dos camiones viejos que ahora estaban averiados y echando raíces por falta de dinero para las reparaciones. José Vicente no era artista, pero era más imprescindible en el circo que cualquiera de los artistas.
Maruja le vio por fin, apoyado en la barra y junto a una jarra de cerveza de las más grandes que se servían. José Vicente acercarse a su prima y amante Maruja y puso cara de mala hostia.


(Continuará)



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