lunes, 12 de diciembre de 2016

(37) El caso de la domadora asesinada.





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La marcha triunfal del circo dio paso a un grupo de artistas, sobre todo mujeres, que desfilaron por la pista haciendo ondear banderas y sonriendo al respetable público. Cada artista llevaba una bandera. Descubrió entre ellos a Miss Martinelli. Eran banderas de diferentes países del mundo, pero al observarlas mejor vio que se trataba de banderas europeas, reconoció las de Portugal, Francia, Italia, Alemania y Suecia. Echo de menos la del Reino Unido. "A lo mejor la han quitado por lo del Brexit, je,je", se carcajeó interiormente la inspectora. Vio entonces que también desfilaba Rosa Rubio "Antonella" "Por eso ha tardado tanto en empezar la función, no se fían de nadie más para llevar la taquilla y han esperado a que acuda el último espectador. ¿En dónde guardarán el dinero hasta que lo ingresen en el banco?, que tampoco debe ser una suma muy grande" Miró de reojo al público de las gradas, como intentando hacer un cálculo rápido. "Quizá no vaya al banco, es posible que se lo gasten rápidamente en gasolina, comida y bebida. Lo comido por lo servido. ¡Jo, qué vida!" Y entonces descubrió entre los hombres a Desiderio y a Mateo, "Sandro" y "el mago Shaoran" "Decididamente, aquí está toda la nómina del circo. Ese tan feo debe ser el domador de monos" También desfilaban adolescentes y niños, cada uno con su bandera y las había repetidas. Y se sorprendió al ver la bandera de Cuba, que no pintaba nada entre las europeas. Doña Enri sabía muy bien que Cuba no estaba en Europa. El hombre que la llevaba era muy mayor, pero se movía a buen paso, siguiendo el ritmo del resto de los artistas.
"No creo que la hayan sacado como un homenaje a Fidel Castro porque llevaría un crespón negro, digo yo"
Después se enteraría de que el abanderado cubano era el viejo Tobías Carretero, el dueño del circo, nacido hacía más de siete décadas en Camagüey, Cuba.
Se interrumpió la marcha triunfal del circo y comenzó a sonar una versión orquestal de "¡Y viva España!". Una hermosa jovencita, que antes portaba la bandera de Dinamarca, hacía ondear ahora una bandera mucho más grande, la de España, y los aplausos fueron mucho más sonoros. Los circenses ya sabían que esto no era Cataluña ni el País Vasco. Sin duda, la función comenzaba con un buen golpe de efecto para tocar la fibra sensible del respetable. ¡Marchando una buena ración de españolismo o españolidad a la manera del circo! Pero, al poco tiempo, se interrumpió esta música y sonó otra muy estridente, acompañada de un juego de luces discotequeril, como si el cañón de luz se hubiese vuelto loco. Aquello sonaba a "guerra de las galaxias" en plan charanguero o a zombis sueltos o en rebaño. Apareció otra señorita con otra bandera, esta más grande que la de España, una bandera enorme, y todos los demás artistas cambiaron rapidamente sus banderas por otras, también pequeñas, pero a semejanza de la bandera enorme, una banderaza con extraños signos que nadie conocía, algo así como un jeroglífico. Una parte del público dejó de aplaudir porque no les sonaba de nada aquella bandera. "¡¿Qué coño es esto?!", pensaban, "¡¿una bandera más grande que la de España?!... ¡¿qué burla es esta?!


(continuará)

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