miércoles, 6 de agosto de 2014

Tres casos del inspector Madero ( 43 )






El portal de los horrores

Su informante había sido preciso, no tardó más de quince minutos en atravesar el Barrio Venecia y, después de hacer un corto tramo de acera por la M-15, llegó al Parque Manuel Azaña, una pequeña extensión de verde y bancos de piedra ocupado en gran parte por un auditorio al aire libre al estilo de los auditorios romanos. Y presidiendo el redondel de cemento con gradas se hallaba la figura del que fuera presidente de la República Española en los tiempos de mayor ruído de sables y movimientos de tropas. Don Manuel Azaña era todo un cabezón colosal en piedra. Daba la impresión de que habían querido magnificarle para desagraviar su triste sino. Nada que ver con la figurilla discreta de Don Miguel de Cervantes que, pluma de ganso en ristre, presidía la alcalaína plaza que honraba su memoria. Pero claro, hasta la estatua de Azaña no llegaban las hordas de japoneses fotografiadores conpulsivos.
Se acercó a un hombre sumamente delgado que cargaba con un paquetón de periódicos. Era el quiosquero del barrio.
- Oiga, por favor, la calle Río Manzanares...?
- Sí, señor, mire, es esa misma de ahí, ve "El Pollastre"?... pues esa calle es. A qué número va?
- Al uno.
- Ah, pues justo enfrente de la clínica dental, sólo tiene usted que cruzar.
- Muchas gracias.
- De nada. Si usted busca prensa o revistas, yo tengo un quiosco al otro lado de esos bloques.
Y señaló en dirección al lugar en donde debía encontrarse el pequeño paraíso tenderil de la información y la cultura.
Un hombre cojo con cara de malandrín saludó desde lejos al quisquero quijotesco. Era el cuponero del barrio.
La entrada al portal del número 1 de Río Manzanares estaba ocupado por una chusmilla de jovencitos a los que no hacía falta observar demasiado para percatarse de que eran simiente de delincuencia. Todos sus culos reposaban en el escalón de entrada al portal y todas sus bocas triscaban pipas de girasol y escupían las cáscaras al suelo. Y presidiendo esta cervantina reunión al aire libre ( recordemos la casa de Monipodio donde fueron a parar Rinconete y Cortadillo ) se hallaba un adulto de cabeza apepinada y ojos de sapo, cuya mirada no presagiaba nada bueno.
A Madero le jodió mucho tener que pisar sobre la "alfombra" de cáscaras de pipas para acceder al portal, el cual se ofrecía en este momento con la puerta abierta. Todos los golfillos miraron al hombre grandote con recelo. El sapo se levanto de un salto, interponiéndose entre el acceso y el visitante.
- A dónde va usted?
- A donde a usted no le importa!... - Bramó el inspector mostrándole la placa.
- Perdón, perdón..., es que soy el presidente de la comunidad y...
- Apártese, coño!... y siga ahí sentado dando ejemplo a la comunidad.
Un instante después, cuando Madero pulsaba el timbre del domicilio buscado, el sapo les decía a sus discípulos: "Porque es policía, que si no le hubiese dado un par de hostias"
Abrió la puerta una mujerilla de unos cuarenta años con un niño pequeño en brazos. Puso cara de susto al ver a quel hombre grandote que no conocía de nada.
- Vive aquí Onésimo Cuadrado?
- Sí, señor, pero ha pasado algo?
- No, no tema. Me permite entrar o le dice a su marido que salga? - Y mostró la placa, lo cual no contribuyó a que la mujer perdiese el miedo - Es su marido, no?
- Sí, señor, pero ahora no está. Hoy tiene la comida de Navidad de la empresa.
- En qué trabaja su marido?
- Es barrendero, trabaja en el servicio municipal de limpieza. Oiga, de verdad que no pasa nada?
- No pasa nada, sólo quiero hacerle unas preguntas respecto a un caso que investigamos en Cantabria. Su marido conoció a la víctima y quizá pueda aportarnos algo.
- Jesús, Jesús, qué lejos, Cantabria... Eso queda por la parte de Barcelona, no?
La señora de Cuadrado dijo que su marido regresaría pronto, a las 3´30 o las 4, porque no le gustaba beber. El inspector de despidió de la afligida mujer hasta esa hora, tras repetirle por enésima vez que no pasaba nada.
Al descender por la escalera - Madero no era partidario de utilizar los ascensores de este tipo de viviendas marginales - bajaron junto a él una pareja joven de toxicómanos, chico y chica. Le llamó la atención el bocadillo enorme que se estaba zampando el individuo. De pronto se oyeron los gritos de una mujer dirigidos al joven del bocata. Los gritos venían de arriba. El toxicómano y la que parecía ser su madre dedicaron unos minutos de su hermoso tiempo a regalarse reproches. Finalmente se oyó un portazo en el domicilio materno y BocataMan y su novia salieron a la calle por delante de Madero.
Cuando ya estaba a punto de atravesar por la "alfombra" de cáscaras de girasol, oyó un grito a sus espaldas.
- Socorro!
Se volvió instantáneamente. El gritó procedía del ascensor. Tras unos segundos de suspense, oyó más gritos y unos golpes fuertes.
- Socorro!, socorro!... Me he quedado atrapado!... Soy Alberto!

 ( Continuará )

Nota del autor: Varios de los personajes que comparten la acción de este episodio con nuestro protagonista están inspirados en personas reales.

Dedicado a León Zurbano.




3 comentarios:

  1. Je je je... eso de "soy presidente de la comunidad" es muy divertido, pero mucho más la respuesta del teniente Madero, ¡juas juas!
    Lo malo es que sí, resulta real como la vida misma y he sido testigo de ello, ainssss... Cuando me tocó a mí serlo, tuve que batallar con estos espécimenes que lo habían sido antes y que por ser una mujer sola, se creían que no pintaba nada. Los dejé guapos, oiga, y acabaron haciendo reverencias a mi paso porque les demostré ser más culta e informada que ellos.

    ¡Anda! ¿Quien está atrapado en el ascensor?

    Buen recreamiento de la zona, como siempre. Es usted un crak.

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  2. El personaje del presidente de la comunidad esta inspirado en un autentico hijo de puta, y el que se queda encerrado en el ascensor en un gilipollas, je, je!

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