jueves, 12 de noviembre de 2015

( XXXVII ) Un asesino más listo que nadie.



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Pero a una persona no le gustó nada el flirteo entre la bruja camarera y el demonio detective. Una persona joven que ahora era un personaje malvado. El mismísimo Cara de cuero, el hombre de La Matanza de Texas, se había colocado justo detrás de Fulgencio. Entre las luces sicodélicas les miraban a ratos El Hombre sin nombre, Tuco, el coronel Douglas Mortimer y el resto de los fantasmas sergioleonianos del pasado que hicieron posible La Trilogía del Dolar. Monstruosos y monstruosas criaturas bailaban frenéticos en la pequeña pista, algunos con un vaso largo de mezcla alcohólica en una mano. Otros se besaban y mordían por los rincones. En los aseos se fumaba "maría" o se esnifaba el peligroso polvo de la cocaína u otras monstruosidades de nuestra época, todas al servicio del consumo y desarrollo sano de la juventud y también de los maduritos sibaritas de la puta mierda. Una parejita de dieciseisañeros, a los que no se les había perdido el carné en la entrada, homenajeaban al homófobo obispo de Alcalá de Henares a su manera, encerraditos en una cabina de váter y practicando el nefando pecado de la sodomía.
Cara de cuero le puso una mano sobre el hombro al demonio y este se volvió en un gesto reflejo. Involuntariamente, Lucifer corneó en el pecho al célebre killer del celuloide. Toda una afrenta para el zumbado asesino de adolescentes, el cual reaccionó con furia propinándole un puñetazo, y le aturdió tanto que aprovechó la coyuntura para golpearle otra vez.
- ¡Déjale, Miguel Angel! - le gritó Dori a su novio.
- ¡Asesínalo, makina! - vociferó un energúmeno con cabeza de hombre lobo y camiseta pregonando "Puta Cataluña"
Las chicas gritaban y los chicos miraban con caras de besugos borrachos o exlamaban "¡Queremos sangre!", "¡Muerte al demonio!", "¡Muerte a Cara de cuero!", "¡Rajoy al paredón!..." Se había formado un corro en torno a las dos bestias en litigio. Cara de cuero la emprendió a patadas con el cuerpo del demonio que yacía en el suelo. Miguel Angel era un celoso patológico que se entrenaba a diario para convertirse, una vez casado, en un machista maltratador de su mujer. Uno más entre los tantísimos "dueños y señores" de sus martirizadas cónyuges.
- ¡Déjalo ya, tío, que lo vas a matar!
- ¡¿No ves que está indefenso?!
- ¡Miguel, coño, que lo matas!
No les oía. La rabia ciega a las fieras humanas rabiosas. Pero el demonio no se deja vencer tan facilmente. Fulgencio iba a darle la vuelta a la tortilla. Iba a intentarlo al menos.

( Continuará )


2 comentarios:

  1. ¡Fulgencio! ¡Fulgencio! ¡Ra ra ra... Fulgencio ganará!

    (Hago una pausa para comer, que Doña Araceli me llama y ya sabe, es una indepe peligrosísima)

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  2. Fulgencio no se merece a toda esta basura humana que entra aquí en plan mirones. Ni me molesto en cagarme en la puta madre de cada uno de ellos porque sé que tampoco van a reaccionar.

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