jueves, 5 de noviembre de 2015

( XXXI ) Un asesino más listo que el hambre.



Resultado de imagen de PajilleraResultado de imagen de restaurante chino El panteón feliz

Rosa Mari, Eva, Chulín y Mauricio.

Chulin no se llamaba Chulín, ese era el apodo que le habían puesto en La Cañada, su verdadero nombre era Lin Wáng y su familia le consideraba la oveja negra, porque no era formal en el trabajo, mejor dicho: carecía del "espíritu emprendedor" de los chinos. Los Wáng tenían un negocio familiar, el restaurante "El Panteón Feliz", en el que curraban todos como hormiguitas chinas. Todos menos Lin, porque él no podía soportar la presión de sus padres y sus tíos, y los horarios interminables, o el estar todo el día metido en la cocina o atendiendo a las mesas. Además, no todos los clientes eran educados, algunos le trataban como si fuese un ser inferior. Por eso Lin, valiéndose de su buen carácter, trabajaba haciendo recadillos o cargando furgonetas y camioncillos, ayudando a los repartidores y tenderos, siempre que fuesen españoles. Y se sacaba sus buenos eurillos en dinero negro, los que luego fundía en las tragaperras, en tabaco, en putas y en los servicios de la pajillera más famosa de La Cañada, Rosa Mari.
La buena de Rosa Mari tenía el orgullo de que ningún varón se la había tirado desde que ejerciese el peculiar oficio de agitadora o lamedora de penes. "Mi coño es sagrado" acostumbraba a repetir. Ella era fiel a la memoria de su difunto esposo, Manolo, y al amor de su vida reciente, Eva, cuñada suya y viuda también. Pero, eso sí, les hacía unas pajas exquísitas a los caballeros y a precios razonables, o más bien a diferentes precios razonables, según captase ella la solvencia económica o precariedad del cliente y según el tipo de bartola, a mano o con lengua, entre las tetas o bajo el sobaco ( Rosa Mari no se lo depilaba para que les supiese un poco a coño ); con cascabel o sin cascabel. Esta última era una modalidad rescatada de la guerra civil y posguerra española. Las putas de un local en la plazuela de Antón Martín se ponían en la muñeca una pulserita con cascabel y en el meneito aquello parecía el acompañamiento de fondo de la canción "Doce cascabeles tiene mi caballo"
Chulín, que era un sibarita para todo, cuando lograba algún premio gordo de la tragaperras o un bingo, porque también se dejaba caer por el bingo, le pedía a Rosa Mari un "extra" que consistía en empezar con el cascabel y terminar con una buena chupada.
Rosa Mari era muy suya, muy de su negocio. Actuaba cerca de los vertederos, y a una prudente distancia, camuflada entre los matorrales, vigilaba Eva con una escopeta de caza por si alguno se pasaba. La metódica pajillera no quería saber nada de críos para no complicarse con la Justicia, y cuando tenía sus dudas exigía el DNI.
La buena mujer sintió mucho lo de Mauricio, pues, aunque no era cliente asiduo, se la había chupado en un par de ocasiones.


Fulgencio, Sol y Chulín

El detective encontró a Lin o Chulín en la Cafetería Big Brother ( Gran Hermano ) de la calle Peregrino Valdivieso, justo enfrente del "Lavado a mano de coches La Cañada", que regentaba Virtudes Cordero, la hermana del poli local Ramón Cordero, a la cual no podría interrogar hasta otro día porque los domingos cierra.
Fulgencio entró en la cafetería y pidió un sandwich de jamón y queso y un café con leche. Ya tenía apetito, pero el justito. No perdió de vista al chino mientras ojeaba un ejemplar de "La Voz de La Cañada", subtitulado "semanario de intereses locales y de noticias" Los intereses locales se dividían entre anuncios de tiendas, edictos del ayuntamiento, horarios de misas y necrológicas. Las noticias versaban sobre resultados y clasificación en la liga de fútbol de colegios o las protestas vecinales pidiendo puentes, semáforos o que expulsasen de una comunidad de vecinos a un vecino escándaloso o sucio o cerrasen el pub que ponía la música muy alta de madrugada. Cosas de todos los barrios y pueblos.
La camarera Sol, una rubia rolliza que cumplía con su primer trabajo, recolocaba tazas de café de espaldas a la barra. Pero en realidad estaba muy intranquila por la presencia de aquel ser horrible en la barra y el chino dando puñetazos a la tragaperras. No se atrevía a decirle al horrible si deseaba algo más, tal era una de las indicaciones de su jefa para con los clientes que ya llevaban un buen rato calentando el taburete con el culo. Ni se sentía con el aplomo suficiente para llamarle la atención al chino. Pero les observaba a ambos a través del reflejo de la cafetera.
El chino salió a la calle a fumar y el detective salió tras él. Sol pensó por un momento que monstruo se largaba sin pagar, pero le vio pararse ante el chino.
- ¿Podrías dejar la máquina por un momento? Necesito hablar contigo urgentemente. Soy detective. - Y le extendió la tarjeta de visita - Venga, así fumas más tranquilo o te fumas dos seguidos si quieres.
"¡Oh, este monstluo me pelsigue!, también estaba en el Flutos y en la Mal de Almelía" ( Bueno, realmente lo pensó en su idioma )

( Continuará )




1 comentario:

  1. Interesante, lo de la prostitución, sus maneras de trabajar, ¡y Eva vigilando con una escopeta! ¡Ja ja ja!
    Pero siempre me ha parecido un submundo triste, oscuro y desagradable.

    Voy arriba.

    ResponderEliminar