miércoles, 11 de noviembre de 2015

( XXXVI ) Un asesino más listo que el hambre


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En "La Muerte tenía un precio" sólo faltaban nubes de humo de cigarrillos y del polvo que levantaban los caballos al galopar por el camino polvoriento de entrada al pueblo.
Escenas de la "trilogía del dolar" le daban un sugestivo ambiente al local. Varios cuadros enormes en los que podían verse al Hombre sin nombre ( Clint Eastwood ), Tuco ( Eli Wallach ), el coronel Douglas Mortimer ( Lee Van Cleef ) y resto del reparto, colgaban de las paredes que rodeaban el mostrador, la cabina del disjey y la pista de baile, e incluso te encontrabas grandes fotos de héroes del spaghetti western en los váteres.
Habitualmente las dos camareras, el disjey y el dueño se disfrazaban de chicas del saloon y pistoleros típicos, Pero en esta noche especial reinaba un ambiente distinto. Era noche de Halloween. La Muerte tenía un precio se había llenado de personajes del mundo ultraterreno de Halloween: la novia cadáver, Joker, la madrastra de Blancanieves, la niña del exorcista, el majara de El Resplandor, la madre de Norman Bates, el payaso maniaco, "Cara de cuero" y su inseparable motosierra y todo tipo de zombis y brujas. Aunque, hoy en día, los zombis y las brujas están mejor representados por la clase política y empresarial y la alta jerarquía católica. Gente como los gurtelianos y las viejas peperas taurinas, los obispos intolerantes y los tertulianos cavernarios dan más miedo que los monstruos de ficción, sin olvidar a los neonazis, los yihadistas, los talibanes y los torturadores del toro de la Vega. Pero de estos monstruos cotidianos no había ninguna representación en La Muerte tenía un precio. El pueblo solo simpatiza con los monstruos de ficción, los que la cultura de Halloween nos acerca todos los años, los esqueletitos y los monstruítos de México, los monstruítos dulcificados por Walt Disney para que las terroríficas leyendas de antaño se hagan digeribles e incluso los niños las disfruten sin traumas.
Y en este ambiente festivo de horrores simpáticos se sumergió de pronto el pequeño pero horripilante monstruo parido por la diosa Naturaleza en una noche de truenos y relámpagos, como el elaborado bicho de Frankenstein, de genética de mercadillo, desojado por una pelota de goma policial, embadurnado de pintura roja y coronado con dos grandes cuernos de cabrón. ¡El demonio en estado puro! o Don Fulgencio Hermoso Gallardo cachondeándose del mundo entero.
"¡¡ARRRRGFFF!!", gruñó demoniacamente nada más poner un pie en el interior del pub. Y todos los monstruos de pacotilla, especialmente las monstruas, gritaron aterrorizados. ¡Dios, qué era aquello!
El impacto fue brutal. Cuando Fulgencio quería liarla, la liaba. Sus dotes naturales y la imaginación que le echaba, servían para crear el clima terrorífico adecuado. Sin disfrazarse era repulsivo, y disfrazado acojonaba.
Se acercó a la barra y le pidió un copazo de 103 etiqueta negra a la bruja desdentada que ejercía de camarera. Se lo pidió a gritos porque la música heavy a todo volumen obligaba a utilizar el lenguaje de signos o intentar quedarse afónico en un periquete.
- ¡Uy, qué demonio más bien logrado!, ¡das miedo, tío!, ¡a lo mejor ganas el primer premio! - gritó la camarera bruja mientras desvirgaba la botella de 103. Pero Fulgencio no se enteró de lo que le decía. Eso sí, adivinó bajo las ropas de la viejuna estrafalaria de pega el cuerpo de una jovenzuela apetecible.
"¡Oh, y seguro que es más guapa que Teresa Coscojuela con gafas!"
- ¡Oye, ¿cuánto mides?!
- ¡¿Ehhh...?!
- ¡¿Cuánto mideeess?!
No había manera, Fulgencio no oía nada con tanta música horrísona martilleándole los tímpanos. Dori, que así se llamaba la camarera, estaba pensando que aquel hombre tan bajito podría ser un menor, y en este caso no debería servirle alcohol.
- ¡¡¿Cuántos años tienes?!!
Esto sí lo oyó.
"¡Joder, quiere ligar conmigo, como la rubía degollada del Enriqueta!, ¡hoy es mi día!"
- ¡Ya he cumplido los dieciocho, podemos jugar a médicos! - gritó con todas sus fuerzas.
La bruja rió. La voz grave del individuo no dejaba lugar para la duda, era un hombretón. Enano, pero un hombretón. Así que le sirvió el copazo.
Pero a una persona no le gustó nada aquel flirteo. El mismísimo "Cara de cuero", el subnormal corpulento de La Matanza de Texas, se había colocado justo detrás de Fulgencio. Dori abrió los ojos horrorizada. Algo malo iba a ocurrir.

( Continuará )

2 comentarios:

  1. ¡Oh! Música de intriga...
    Hombre, cualquiera puede ser más guapa que Teresa Coscojuela, con gafas o sin ellas, fijo.
    ¡Uf! estos lugares con el ruido a tope no están hechos para mí. Me aturden y me hacen perder el equilibrio. Pasar del sempiterno silencio beatífico a estas estridencias, supone una tortura.

    Subo.

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  2. Teresa Coscojuela está viva, tiene sangre en las venas, le late el corazón... Nada que ver con los mierdas que están leyendo esto ahora.

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