martes, 10 de noviembre de 2015

( XXXV ) Un asesino más listo que el hambre.


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Don Ciriaco Valdetorres, un septuagenario de la calle Sombrerete, bajó a la calle a cumplir con la rutina de todas las noches: regalarle a su perro fox terrier Cristiano quince minutos de recreo, para que los invirtiese en sus meaditas y cagaditas nocturnas. En tiempo bueno eran más minutos, pero el uno de Noviembre ya se había instalado el frío de la sierra del Guadarrama en la Villa y Corte y alrededores.
Cristiano se puso muy furioso cuando descubrió a aquel intruso invadiendo su terreno. Y Don Ciriaco, un intachable caballero de derechas y del Real Madrid, ardió en cólera al percatarse de que el individuo al que ladraba el fiel Cristiano era un indeseable que estaba meando en la acera como si fuese el váter de su casa. El individuo incívico era un joven ecuatoriano que estaba más mamado que Ortega Cano en sus momentos estelares.
- ¡Cerdo!, ¡asqueroso!, ¡váyase a mear a su país! - le gritó Don Ciriaco al indecente ensuciador de la calle. Y Cristiano ladraba cada vez con más furia, pues cualquier perro pequeñito se siente obligado a demostrar continuamente que tiene agallas, que por el hecho de no ser un pitbull o un doberman no es menos perro.
- ¡Me cago en tu puta madre, facha de mierda! - gritó el incívico con un acento que no dejaba lugar a dudas en cuanto a su procedencia.
Estaban a punto de lanzarse el uno contra el otro, el jubilata sujetando bien a Cristiano porque sabía que el energúmeno lo podía desgraciar de una patada, y este aún con la churrilla fuera expulsando toda la cerveza que había trasegado, cuando, de pronto, un coche que acababa de surgir por la inmediata esquina, los deslumbró con sus luces. Ambos tuvieron que subirse a sus estrechísimas aceras respectivas, dada la estrechez de la calle. El ecuatoriano gritó:
- ¡Ojalá te lleve el demonio, viejo pendejo!
El coche pasó zumbando sin prestarles atención, encendiendo en ese momento la luz azul giratoria y haciendo sonar su sirena. Era un renqueante coche Z que ya había pasado un montón de ITVs y ahora se dirigía a la plaza de Tirso de Molina a poner orden en una pelea a navajazos entre gitanos y "payoponis", que este era el apodo con el que los calés se referían a los hijos de Ecuador. Tres coches patrulla más, en la misma dirección, hicieron de barrera entre Ciriaco Valdetorres y el asilvestrado sudamericano, mientras el probo caballero rumiaba el ultimo exabrupto del cafre: "¡Ojalá te lleve el demonio, viejo pendejo!"
Y, en ese preciso instante, se le apareció el demonio a Don Ciriaco. Quedó paralizado por el terror. Era la representación más terrible y repugnante del ángel caído: Pequeño, cheposo, cabezón, tuerto y cornudo. Pero aquel rostro rojo de un solo ojo de sapo gigante, no lo olvidaría jamás. ¡Era el mismísimo Lucifer en la Tierra!
Fulgencio siguió su camino sin prestar atención al viejo atónito y a su perro desagradable, el cual se había olvidado por un momento del ecuatoriano y ahora le ladraba a él.
Siguió su rumbo, calle abajo, hasta llegar a "La muerte tenía un precio", en donde le esperaba otra ración de gloria efímera.
Don Ciriaco Valdetorres fue atendido un rato después por una unidad móvil del Samur. Afortunadamente solo fue un amago de infarto, aún le quedaba vida para seguir alimentando su xenofobia en este Madrid invadido por los bárbaros.
Cristiano corrió peor suerte, fue arrollado por una moto Honda cuando logró liberarse de su dueño y cruzó la calzada en busca del meón. El mejor amigo del jubilata quedó convertido en una masa de carne, piel y sangre con huesos tronchados.
El Samur tuvo una noche muy movidita atendiendo casos de intoxicación etílica y heridas de peleas entre zombis, fantasmas, brujas y demás seres del mundo de ultratumba.
Fulgencio causó sensación en "La muerte tenía un precio" La estrella de Halloween 2.015 acaparó la atención de todo cristo viviente, triunfando como ya lo hiciese en el Bar Enriqueta.
¿Ganó el premio al mejor disfraz?

( Continuará )

2 comentarios:

  1. Vaya hombre, se ha cargado usted al perro. Me estaba riendo por la aparición de Fulgencio ante el viejo, pero se me ha cortado la risa en seco.

    Subo.

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  2. Lo siento, no ha sido mi intención.

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