viernes, 6 de noviembre de 2015

( XXXII ) Un asesino más listo que el hambre.

Resultado de imagen de ciclistas por las aceras
Resultado de imagen de Triada China

El chino Chulín penso por un momento que aquel hombre monstruoso era un enviado de la Triada china y que venía a darle un escarmiento por haberse alejado de su comunidad.
El detective más original del mundo subía por el tramo de Tribulete que comunica la calle de Lavapiés con la calle Amparo fumando el primer cigarrillo de la cajetilla recién adquirida en el Bar Enriqueta y recordando con una sonrisa el intento frustrado de huída de Chulín.
El chinito ludópata se roía el coco con lo de la Triada china, pensando en los horribles tormentos chinos a los que podría ser sometido para que retornase cual hijo pródigo al regazo familiar, osea, al Panteón Feliz. Y, de pronto, inició la huida. Con un movimiento rápido intentó zafarse del control del monstruo, pero con tan mala folla que estuvo a punto de ser atropellado por una bicicleta que venía lanzada por la acera. Y es que hoy en día el peligro de las bicicletas no está en la calzada, sino en las aceras. Las madres alertan a los niños para que, una vez que cruzan la calzada con el semáforo en verde, no se dejen atropellar por el ciclista mongólico de turno. No le pasó nada a Chulín, tan solo el susto, pero el bicicletero, al intentar esquivarle se pegó un morrazo de campeonato contra una farola, teniéndo que ser asistido por una unidad móvil del Samur. 
La camarera novata Sol flipaba desde la barra de la cafetería. El poli local Ramón Cordero, que pasaba casualmente por el lugar, se puso a dirigir el tráfico, aunque tampoco había mucho que dirigir porque era domingo y la mayoría de los madrileños se encontraban atascados, como siempre, en las diferentes autovías que confluyen en la ciudad de las Vírgenes de Atocha y de la Almudena, de Santa María de la Cabeza y de su señor esposo San Isidro el Labrador. Pero Don Ramón Cordero siempre exageraba para dar un lustre de abnegación y heroísmo a su trabajo de munipa.
- Esto de los ciclistas en las aceras supera la sinvergonzonería. Cualquier día hay una tragedia. Como se lo digo, señor detective. ¡Que Santa Teresa Coscojuela nos proteja! ( Patrona de La Cañada, Nota del Autor )
- Amén. - respondió Fulgencio sin esforzarse en buscar una opinión razonable, como a la mayoría de los bichos internáuticos que le vale con un "megusta" o un "favorito"
El detective logró llevarse al chino a una mesa de la cafetería para que le contase todo lo que supiese sobre el mendigo fallecido. Y lo que le contó Chulín confirmó y amplió la información de Basi. Naturalmente, en la ampliación estuvo la sorpresa.
Ahora, en su buhardilla de la Calle Amparo, degustando la tortilla de espárragos y dando sorbitos golosos al vino de la Ribera del Duero, repasó en su sesera lo narrado por el chino.
Un día muy frío del pasado Enero, el chino deambulaba por los vertederos en busca de cachivaches metálicos, metal que le compraba a tanto el kilo el chatarrero de La Cañada. El frío era acojonante porque siempre lo es en Madrid cuando hace un frío de cojones. En eso que atisbó un resplandor en el interior de la vieja fábrica de ladrillos, hoy en día un esqueleto de lo que fue, pero aún con los restos suficientes de techumbre y unas solidas paredes para que un desheredado de la diosa Fortuna, como Mauricio, pudiese cobijarse al calor de una fogata. Eso es lo que había visto Chulìn, una fogata, y en ella se calentaba el viejo superviviente. ¿Pero era en verdad, Mauricio, un desheredado de la Fortuna? La historia que escuchó Chulín hacía dudarlo. Pero Chulín no se lo creyó porque era un escéptico. Para él la diosa Fortuna solo se movía entre las tragaperras y los bingos.

( Continuará )

1 comentario:

  1. Muy divertido, este episodio, con la Patrona de La Cañada, los ciclistas mongolos, el munipa Cordero dandose pisto y el chino creyendo en La Triada, ¡juas!

    Subo.

    ResponderEliminar